A las personas que nos gusta preparar y hornear pan, y más ampliamente a quienes practican el arte y oficio de cocinar, tenemos una percepción hasta cierto punto particular de lo que es el tiempo: lo necesitamos, pero sabemos que no lo controlamos; más bien es lo que cocinamos lo que decide sobre el tiempo. Si subo la temperatura del horno porque me urge el pan, lo más probable es termine tostado. Si en cambio bajo la temperatura, el migajón podría quedar como un engrudo con forro blando. Y luego están, claro, otros elementos que influyen en los tiempos del aficionado a la panadería. Por ejemplo, la altura sobre el nivel del mar y los atributos de los ingredientes que estamos utilizando. Quizás eso explica por qué prácticamente todas las recetas que podamos seguir no son más que guías, a veces engañosas, que poco aseguran de lo que al final de cuenta resultará de nuestro empeño. Es sencillo, pero contundente, el mensaje que viene de lo que disfrutamos siendo o haciendo: el tiempo que disfrutamos desperdiciar, no será tiempo desperdiciado. No lo controlamos ni nos interesa hacerlo; es tiempo que ni se "pierde" ni se "gana", porque no responde a los jaloneos de la ansiedad ni a las expectativas o precios con las que nosotros mismos amarramos el disfrute de vivir. Gracias anticipadas por compartir con otras personas y por sus comentarios.