Calmécac y Telpochcalli, la educación en la sociedad azteca

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La época prehispánica del país, antes de la llegada de los españoles a México, fue una época marcada por la organización de los aztecas. Una parte importante que se tomaba en cuenta en la sociedad de los aztecas, en Tenochtitlan, era la educación en los niños, pues para ellos era fundamental tener una buena formación desde pequeños. Y es que para los antiguos aztecas, el arte de gobernar requería de una educación rígida con castigos severos, entre los que se incluía la pena de muerte. Esto porque debían contar con un alto sentido de responsabilidad para regir los destinos de la sociedad. La educación en los niños de la sociedad azteca se dividía por jerarquías. Todos los mexicas recibían instrucción, que sin embargo dependía de su origen social y género. La mayoría de los mexicas varones ingresaban entre los 5 y 15 años a las escuelas y egresaban cuando estaban listos para casarse. Los hijos de los nobles aztecas, de la clase alta, que eran conocidos también como pipiltin, eran educados desde los seis hasta los 15 años en el Calmécac. Esta institución educativa estaba lejos de contar con privilegios, a pesar de que a ella acudían las clases nobles de la sociedad, pues los alumnos debían barrer, acarrear leña, participar en obras públicas y en la agricultura. Los jóvenes nobles o pipiltin acudían a la escuela llamada – calmécac (casa en náhuatl); – allí recibían una educación muy estricta y claramente orientada a las tareas de dirigencia: la guerra, el sacerdocio y el gobierno. Algunos de estos jóvenes permanecerían en los templos como sacerdotes del reino y otros se incorporarían a las tareas de administración y gobierno. En el calmécac se vigilaba con esmero la conducta de los jóvenes y se buscaba evitar que entablaran relaciones con mujeres. A los niños que transgresaban las reglas estrictas se les sancionaba con diferentes castigos corporales como punzarse el cuerpo con espinas de maguey. El Calmécac dependía directamente de los templos sagrados y sus integrantes estaban consagrados a Quetzalcóatl. En él los tlamatinime o sabios de la sociedad se dedicaban a enseñar la escritura, la ciencia, el arte y las estrategias de guerra. Estos maestros eran los que dominaban “la tinta negra y roja”. En un Huehuetlahtolli (libro de los consejos de padres a hijos) que se guarda en la biblioteca Bancroft de los Estados Unidos narra que “Se enseñaba también el arte plumario, el trabajo de los metales, la pintura de los códices, el pulido de las piedras preciosas, la composición de cantos, la oratoria, la música, el conocimiento de los cielos, la jardinería” (León-Portilla, M. Niñez y juventud entre los nahuas). En el Telpochcalli (casa de los mancebos), que se encontraba en los calpulli o barrios, la disciplina era más relajada y la instrucción menos académica. De sus egresados se esperaba que los jóvenes adquirieran los valores mexicas y los conocimientos necesarios para desempeñar los mismos oficios que sus padres. Aquí los macehuales recibían instrucción de los guerreros experimentados, y quienes se distinguían por su valentía podían ascender hasta convertirse en capitanes o guerreros de élite, auténticos héroes a los ojos de aquella sociedad militarizada. También se introducía a los jóvenes en el trabajo comunal en beneficio del Estado: la siembre de los campos de cultivo, la elaboración de adobe, el cuidado de los templos y la construcción de obras públicas.

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Las niñas recibían generalmente instrucción directa de su madre y algunas jóvenes nobles acudían a los ichpochcalli donde recibían instrucción sobre las tareas domésticas, las relaciones sexuales y sobre todo a tejer, hilar y bordar. Recibían una instrucción muy rígida y se hacía mucha énfasis en mantenerlas castas y apartadas de los vicios sexuales. En los Cuicacalco (casa de canto), escuelas vespertinas, se daba una enseñanza artística con música y danza. A él acudían tanto los niños y las niñas a partir de los 12 años. Al igual que en el Calmécac la función básica del Cuicacalco era elaborar y transmitir la lengua culta, el “flor y canto”.

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La educación dentro de la sociedad mexica ocupaba un papel muy importante, tanto así que los docentes acudían a las casas de los niños y jóvenes, con la intención de invitarlos a formar parte del Calmécac o el Telpochcalli, según su estrato social. En dicha visita, los profesores exhortaban a los padres a enviar a sus hijos varones a la escuela, mientras que las mujeres eran educadas por las madres en actividades propias del hogar. Los pipiltin acudían al Calmécac para aprender el arte de gobernar, la disciplina militar, la lectura de los códices y los tonalamas, que eran libros de los destinos, y en los que se leía cuál sería la suerte y cómo sería la vida y el carácter de cada una de las personas, de acuerdo al día y número en que nacían, además, se especializaban, también, en el conocimiento de los astros. Los jóvenes que estudiaban ahí no se podían comportar de manera indebida y mucho menos embriagarse, pues sí lo hacían eran castigados hasta con la pena de muerte, porque la clase gobernante era muy celosa de su papel como regidora de los destinos de la sociedad. Fray Bernardino de Sahagún mencionó en sus crónicas la existencia de siete Calmécac, que significa hileras de casas en náhuatl, dentro del recinto sagrado de Tenochtitlan y situados situados cerca de los templos. Uno de ellos era el Tzonmolco-Calmécac que estaba ligado físicamente al templo del dios del fuego, otro más que llamaban el México-Calmécac era dedicado al dios Tláloc. En la actualidad existen vestigios de uno en el sótano del Centro Cultural de España, el cual se puede visitar. En ese lugar, ubicado en Guatemala 18, Centro Histórico de la Ciudad de México, se encontraron varias almenas en forma de caracol cortado, que era uno de los distintivos de Quetzalcóatl, dios patrono del Calmécac. En cambio, los Telpochcalli estaban situados en distintos barrios de la ciudad. El dios patrono era Tezcatlipoca, deidad vinculada con la guerra, porque fundamentalmente, a esos jóvenes se les educaba en el ejercicio del combate. Aunque en esas instituciones la educación también implicaba una disciplina, era menos rígida que el Calmécac. Es un hecho que la educación jugó un papel importante entre los aztecas.