Por Elisa Domínguez*, Ciencia UNAM-DGDC La diabetes es una de las enfermedades más comunes en la población mexicana. Este padecimiento implica altas concentraciones de azúcar en la sangre, lo que causa una serie de desequilibrios. Recientemente, se ha estudiado cómo el cerebro se ve afectado. La doctora Edith Arnold, investigadora del Instituto de Neurociencias de la UNAM, presentó en conferencia los hallazgos de esta complicación de la diabetes poco difundida. Lo primero que hay que entender es cómo nuestro cuerpo procesa los alimentos y porqué para los diabéticos es diferente. Al comer una galleta, una fruta, una hamburguesa, en nuestro estómago se liberan los nutrientes. Entre ellos se encuentran las moléculas de glucosa, nuestra principal fuente de energía. La glucosa debe llegar a todas las células del cuerpo a través de la sangre. No puede hacerlo sola; necesita la ayuda de la insulina. Esta hormona sirve como la llave de entrada para acceder a las células. Juntas, distribuyen el azúcar por todo el organismo para poder realizar las actividades diarias. En palabras de la doctora Edith Arnold, la diabetes se manifiesta cuando no tenemos la producción de insulina necesaria o cuando esta hormona es defectuosa. La glucosa, imposibilitada de ingresar a las células, comienza a acumularse en la sangre. Las complicaciones a raíz de altas concentraciones de azúcar, no tardan en hacerse presentes: desde la ceguera causada por la ruptura de los vasos sanguíneos hasta la pérdida de sensibilidad en las extremidades. El cerebro amenazado Las investigaciones confirman por qué la diabetes es una enfermedad que debemos tomar en serio. Los procesos cognitivos abarcan los procesos de aprendizaje y memoria que nos permiten adquirir información y tomar acciones a través de los sentidos y experiencias. Aprender una nueva habilidad, recordar sucesos o incluso sentir emociones, son procesos cognitivos. Arnold especifica que los estudios clínicos han evidenciado tres tipos de deterioro de estas capacidades en los enfermos: “La pérdida de la memoria; la disminución en la velocidad del procesamiento de la información; y un déficit de atención y una dificultad para concentrarse y aprender”. La investigadora recordó cómo se han realizado algunos estudios dedicados a la cuestión. En uno, los participantes debían enlistar nombres de alguna categoría para medir sus habilidades verbales. Las personas con diabetes obtuvieron puntajes inferiores que disminuyeron en un lapso de cinco años. También se han encontrado cambios en la estructura y en la forma del cerebro. Se documentó una pérdida de la masa del cerebro, en contraste con un aumento del líquido cefalorraquídeo. Estas alteraciones complican las conexiones neuronales responsables del funcionamiento cerebral. Tóxica combinación “No se sabe todavía con certeza exactamente por qué ocurren estos cambios y se cree que, de hecho, participan varios mecanismos” aclara la doctora Arnold. Al indagar, se han determinado tres características comunes: la toxicidad por las altas concentraciones de glucosa en la sangre; los daños en la microvasculatura en el cerebro; y una mayor propensión a desarrollar lesiones de arteriosclerosis. Las tres conspiran contra el órgano regente. La toxicidad ocasionada por los altos niveles de glucosa en la sangre se deriva de la peculiaridad de que las células del cerebro, las neuronas, no necesitan la insulina para dar entrada a la glucosa. Es innegociable que tengan energía para poder mantener las comunicaciones y hacer la transmisión de los impulsos nerviosos. Si de repente, las neuronas encuentran demasiada glucosa a su disposición, se rompe la estabilidad del sistema. Las ágiles neuronas pueden marchitarse y morir a causa del estrés oxidativo. El daño en la microvasculatura se produce gracias a que la glucotoxicidad también afecta a las células que forman a los vasos sanguíneos del cerebro, las células endoteliales. Son tubitos que viajan a lo largo de todo el tejido. Junto con otras células llamadas pericitos, mantienen las paredes del cerebro. Los altos niveles de glucosa en la sangre provocan la muerte de los pericitos y las células endoteliales y crean regiones de fuga. “Es como una manguera a la que le hacen un pequeño orificio porque hubo una ruptura; van a filtrarse los glóbulos rojos y las proteínas de la sangre al interior del cerebro”. Se liberan compuestos tóxicos para las neuronas.