En una reciente conversación entre amigos, llegó a la mesa un tema que nos ha ocupado muchas veces: la relación entre educación y democracia: ¿qué tan importante es una educación en y para la democracia? La primera respuesta casi obvia pudiera ser que se trata de un vínculo esencial si queremos ser mejores sociedades. Sin embargo, como ocurre con frecuencia la verdadera dificultad no estriba en el “qué”, sino en el “por qué” y sobre todo el “cómo”. En la conversación se mencionó el caso del Artículo Tercero de la Constitución Política de México, relativo a la educación, el cual, desde su reforma en la cuarta década del siglo XX, establece de manera explícita la conexión entre ambos aspectos, al prescribir en su Fracción Segunda que el criterio que orientara la educación: “a) Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. La literatura sobre este tema es abundante, pero aún hay mucho camino de estudio y práctica por recorrer. Las posibilidades que inspira la relación entre estos dos grades conceptos son realmente extraordinarias. Una de estas posibilidades, la explica el académico Jaime Calderón* cuando escribe que: “La noción amplia de democracia que se presupone en el artículo 3º constitucional es la de una democracia de ciudadanos; y los ciudadanos se forman a través de la educación en y para la democracia. Aun en un escenario ideal, en el que el Estado y la sociedad propician las mejores condiciones para el ejercicio de los derechos fundamentales, los individuos deben aprender a ejercerlos. Es decir, deben aprender a hacerse cargo de la validez de su ciudadanía.“ * Calderón G., J (2019), Comentarios en torno al principio democrático inserto en el Artículo Tercero Constitucional. Jurídica Ibero, No.6, p.117-133. ***Fue rector de la Universidad Autónoma de Baja California.