Didáctica del pensamiento crítico en la educación superior

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Por Enrique Margery Bertoglia El pensamiento crítico es trascendental en la formación de los futuros profesionistas. Es un elemento indiscutible cuando se habla de “las competencias del futuro”, “las capacidades laborales para el 2030” o la “Educación del siglo XXI”. El pensamiento crítico permite analizar problemas desde múltiples perspectivas, cuestionar supuestos, evitar sesgos, enfrentar con confianza los desafíos éticos, manejar mejor el cambio y proponer soluciones innovadoras (Normile, 2025). Sin embargo, a pesar de su buena fama, este tipo de pensamiento es poco practicado. En su lugar, no es raro que se aplique un pensamiento simplificador y egocéntrico, queriendo explicar todo a punta de causas únicas, buscando al “culpable” y pensando que nuestra visión de las cosas es la única y siempre la correcta. Por ello, es muy importante fomentar en los estudiantes esta competencia. En este artículo comparto cómo podemos desarrollar el pensamiento crítico en cinco pasos. El antagonista del pensamiento crítico es el pensamiento egocéntrico, que surge de la tendencia natural del ser humano a interpretar el mundo desde su propia perspectiva, asumiendo que su visión de la realidad es la única válida. Este enfoque, común en la infancia, limita en los adultos la capacidad de adaptación y comprensión en contextos complejos (Baumeister, 2010; Paul y Elder, 2022). Este tipo de pensamiento limita el aprendizaje y promueve los conflictos interpersonales, pues “quien piensa diferente a mí es porque no entiende”. De ahí la importancia de combatir este pensar, rígido e inflexible, con un pensamiento reflexivo y objetivo. Desarrollar un pensamiento crítico es una competencia deseada tanto en el ámbito profesional, como en nuestra relación con los demás. Nos ayuda a establecer una comunicación más empática y respetuosa, a evitar juicios precipitados, y tomar mejores decisiones (Siegel, 2016). Incluso, es una habilidad que ponemos en práctica en la vida diaria a través de distintas plataformas de comunicación como redes sociales, videojuegos en línea, y recientemente a través de tecnologías de inteligencia artificial generativa (como ChatGPT). El pensamiento crítico permite evaluar la veracidad de la información recibida, prevenir el plagio, combatir nuestros sesgos, formular mejores preguntas y aprovechar al máximo estas herramientas (Suriano y otros, 2025). El pensamiento crítico y la metacognición Por su capacidad de procesar información de manera objetiva, reflexiva y estratégica, el pensamiento crítico busca una comprensión más profunda del mundo, al trascender prejuicios, sesgos y suposiciones no examinadas. Todo con base en seis prácticas (Facione y Gittens, 2015; Paul y Elder, 2022). Seis prácticas para desarrollar el pensamiento crítico Curiosidad intelectual: es la disposición a cuestionar y explorar ideas más allá de las apariencias. Análisis lógico: es la capacidad de identificar argumentos y distinguir entre razonamientos sólidos y falacias. Evaluación por evidencias: es la determinación de valorar la calidad y relevancia de datos y argumentos, con base en evidencias empíricas o teóricas. Perspectivismo: es la apertura para reconocer y considerar puntos de vista alternativos, para enriquecer la comprensión (Monereo, 2008). Autonomía cognitiva: es la capacidad de pensar por uno mismo, resistiendo presiones externas o sesgos de grupo. Reflexividad metacognitiva: es el saber examinar y ajustar los propios procesos de pensamiento, reconociendo errores y aprendiendo de ellos. Estas seis prácticas no son habilidades aisladas, sino hábitos mentales que, combinados, permiten a una persona comprender, cuestionar, analizar y mejorar su forma de pensar. La curiosidad intelectual es el punto de partida: sin ella no hay investigación, ni cuestionamiento, ni mejora del pensamiento. Seguido del análisis lógico, que ayuda a separar lo válido de lo engañoso, lo coherente de lo contradictorio. La evaluación por evidencias nos obliga a no conformarnos con opiniones o suposiciones. Asimismo, una mención especial merece el perspectivismo, que invita a integrar visiones distintas a la propia y nos protege del pensamiento cerrado o dogmático. También, la autonomía cognitiva, que nos permite pensar por cuenta propia, sin dejarnos arrastrar por modas o presiones. Finalmente, la reflexividad metacognitiva es el motor de mejora que nos permite corregir el rumbo y mejorar continuamente. Cabe destacar que las prácticas mencionadas tienen un denominador común: requieren que cada persona desarrolle la capacidad de pilotar la nave de su aprendizaje, algo que los conocedores llaman metacognición. Un «pensar sobre el pensar» La metacognición es la capacidad de reflexionar sobre el propio pensamiento, cuestionar las propias ideas y abrirse a nuevas perspectivas. Esto mejora la comprensión de los problemas, potencia el aprendizaje estratégico y la capacidad de interactuar efectivamente con los demás. Sus cuatro fundamentos son los siguientes (Flavell, 1979; Firth, 2024). Cuatro fundamentos de la metacognición Conciencia del propio pensamiento: el individuo reconoce sus procesos mentales, incluyendo sesgos, creencias y limitaciones. Ejemplo: «Sé que tiendo a ser impaciente en las discusiones, así que intentaré escuchar antes de responder». Apertura al perspectivismo: se valora y considera la diversidad de puntos de vista, entendiendo que la realidad es multifacética. Ejemplo: «No estoy de acuerdo, pero me interesa entender cómo llegaste a esa conclusión». Cuestionamiento estratégico: se evalúa continuamente la validez de las propias ideas y decisiones, ajustándolas según la nueva información. Ejemplo: «Pensaba que esta era la mejor solución, pero después de escuchar otros argumentos, estoy considerándolo». Aprendizaje adaptativo: se desarrollan estrategias para aprender de los errores y mejorar el razonamiento. Ejemplo: «Fallé en mi planificación anterior porque subestimé los imprevistos. En el futuro, dejaré margen para adaptarme». La metacognición promueve una perspectiva reflexiva y abierta a nuevas posibilidades, fomenta el diálogo y la colaboración, mejora la toma de decisiones en entornos complejos y es clave en procesos de aprendizaje vitalicio o lifelong learning (Evans, 2018). Didáctica del pensamiento crítico en la educación superior Después de haber presentado la relevancia del pensamiento crítico, el siguiente paso lógico es intentar formular su didáctica. Por supuesto, esto no debe verse como un método rígido, sino como un mapa de ruta, para acometer este desafío. En esta línea, trabajamos con docentes de la Universidad Ana G. Méndez de Puerto Rico y con docentes y directivos de la Prepa TEC del Instituto Tecnológico de Monterrey en México, con el Proyecto ¡ACT! Por sus siglas, el Proyecto ¡ACT! responde a “Algorítmica de Capacidades Transdisciplinares”. Tiene como meta crear una algorítmica pedagógica: una secuencia clara de pasos que sirva de “hoja de ruta” para que el profesorado aborde retos complejos. Por ejemplo, fomentar el pensamiento analítico, fortalecer las capacidades metacognitivas y transformar el error en oportunidad de aprendizaje. Todo ello, con la misma naturalidad con que se sigue un procedimiento técnico, a través de reglas simples, flexibles y adaptables. La algorítmica reduce la ansiedad ante la complejidad y empodera a los docentes. En el contexto de este proyecto, uno de los temas centrales es la didáctica del pensamiento crítico, donde proponemos una aproximación en cinco pasos. Cinco pasos de la didáctica del pensamiento crítico 1. Tomar conciencia del propio pensamiento egocéntrico. Este primer paso implica una profunda introspección y autocrítica. Es un proceso desafiante por muchos factores tales como: el sesgo de autoservicio (nos cuesta aceptar que podemos estar operando con base en errores de juicio o limitaciones personales), las resistencias emocionales (el miedo a la vulnerabilidad y a sentirnos inseguros o expuestos) o la falta de conciencia metacognitiva (sin capacidades bien desarrolladas de reflexión, es difícil identificar cuándo somos víctimas de la perspectiva egocéntrica). La sugerencia es trabajar con las siguientes preguntas: Si yo estuviera en el lugar de la persona con quien no estoy de acuerdo, ¿cómo justificaría su posición? Y ¿Qué aspectos de su perspectiva podrían ser razonables o válidos? ¿Qué podría aprender si dejo de defender mi posición y empiezo a escuchar de verdad? Y ¿Estoy dispuesto a aceptar que pudiera estar equivocado? 2. Practicar la humildad intelectual. Aquí hablamos de estar dispuestos a revisar y ajustar nuestras propias perspectivas, evitando una confianza excesiva en nuestra propia experticia. La humildad intelectual fomenta un respeto genuino por las opiniones y puntos de vista de otros, transformando los desacuerdos intelectuales en oportunidades de aprendizaje, en lugar de amenazas al ego. Algunas preguntas útiles para trabajar este punto son: ¿Qué puntos de vista me resultan incómodos o difíciles de aceptar? ¿Qué sabe esta persona que yo no sé? ¿En qué áreas de mi vida profesional o académica necesito abandonar la actitud del «sabelotodo», para aprender y crecer? ¿Cómo puedo pedir retroalimentación constructiva sin sentir que mi autoestima es amenazada? 3. Construir un espacio colaborativo de indagación. La idea es que la pedagogía se desplace de un enfoque centrado en la respuesta a uno orientado hacia la pregunta. La colaboración es muy valorada, ya que el contexto grupal genera una efervescencia colectiva y una sincronía de interacción que enriquecen el proceso de pensamiento y aprendizaje, permitiendo a las personas pensar, actuar y sentir de manera distinta y más efectiva (Margery, 2019). Algunas preguntas útiles aquí son: ¿Cómo puedo integrar y enriquecer las propuestas de mis pares? ¿Qué propuestas del grupo me han sorprendido? ¿Qué he aprendido del trabajo con el grupo? 4. Abordar el tema con estándares intelectuales universales (Paul y Elder, op.cit.). Se refiere a tratar la materia que estemos estudiando, buscando claridad (¿Podría darme un ejemplo?), exactitud (¿Es posible verificar eso?), precisión (¿Puede ofrecer detalles?), relevancia (¿Qué relación tiene esto con el problema?), profundidad (¿A qué complicaciones habría que enfrentarse?), amplitud (¿Habría que examinar esto desde otra perspectiva?) y lógica (Eso que dice, ¿se desprende de la evidencia?). Aplicar estos estándares convierte cualquier análisis o conversación en un ejercicio de pensamiento crítico disciplinado. La claridad obliga a definir conceptos y eliminar ambigüedades. La exactitud y la precisión exigen datos verificables y detalles concretos, reduciendo suposiciones. La relevancia mantiene cada idea conectada con el problema central. La profundidad descubre causas y matices que evitan simplificaciones. La amplitud incorpora perspectivas alternativas para sortear sesgos; y la lógica verifica que las conclusiones se desprenden de la evidencia. Juntos, estos siete filtros funcionan como una lista de control cognitivo que depura la información y eleva la calidad de los argumentos, generando diálogos más rigurosos y productivos. 5. Trabajar las capacidades metacognitivas. El propósito es que cada aprendiente haga una aplicación intencionada de su pensamiento crítico y lo continúe desarrollando: ¿Qué he aprendido?, ¿Qué me ha costado más?, ¿Cómo ha enriquecido mi perspectiva el colaborar con otros o emplear los estándares intelectuales universales? Y ¿Cómo puedo aplicar estas reflexiones en futuras situaciones de aprendizaje? Así como los espacios colaborativos tienen un gran impacto en la construcción de estas capacidades, un segundo apoyo de gran utilidad han sido las herramientas de inteligencia artificial generativa que, alimentadas con materiales de calidad, permiten generar preguntas retadoras y bien enfocadas, para alimentar la reflexión y el progreso en cada uno de los cinco pasos planteados. Aunque los cinco pasos de esta didáctica deben entenderse como prácticas interconectadas y aplicables en paralelo a lo largo de cualquier proceso de aprendizaje, hay un orden en su desarrollo. Los dos primeros pasos —reconocer el pensamiento egocéntrico y cultivar la humildad intelectual— funcionan como plataforma, ya que sin apertura y autocrítica es difícil construir un pensamiento verdaderamente crítico. Sobre esta base, se hacen posibles el trabajo colaborativo y la aplicación de estándares intelectuales universales, que requieren disposición al diálogo, disciplina mental y apertura a la complejidad. El quinto paso, el de la metacognición, no es un cierre, sino un proceso continuo de autorregulación y crecimiento, que impulsa a cada persona a seguir aprendiendo de manera intencional en el tiempo. En el contexto de una clase basada en proyectos, esta perspectiva resulta especialmente útil, ya que permite que el estudiantado desarrolle una conciencia crítica de sus propios procesos: desde cuestionar sus supuestos iniciales, dialogar con otros y evaluar evidencias, hasta revisar sus propios avances. Aplicar estos cinco pasos de forma consciente y progresiva, a lo largo del desarrollo del proyecto, transforma la experiencia de clase en un entrenamiento integral del pensamiento crítico, profundamente conectado con el aprendizaje autónomo, colaborativo y significativo. Reflexión La manera en que entendemos el mundo influye profundamente en cómo lo analizamos, resolvemos problemas y tomamos decisiones. Mientras que el pensamiento egocéntrico produce una visión limitada y rígida al asumir que nuestra visión de las cosas es la única y siempre cierta, el pensamiento crítico nos posibilita un acercamiento más útil a la complejidad de la realidad. Claro está, para lograr lo anterior, debemos tomar nota de nuestro egocentrismo («Las cosas no necesariamente son como yo las veo»), practicar la humildad intelectual («Otros tienen información relevante, que podría cambiar mi visión de las cosas»), aprender colaborativamente («¿Cuál idea de mis pares me ha sorprendido?»), aplicar los estándares intelectuales universales («¿Cuál evidencia apoya esta idea?») y trabajar las capacidades metacognitivas («¿Cómo voy con mi aprendizaje?»). Por ello, el desarrollo del pensamiento crítico demanda atravesar estos cinco pasos presentados. Al hacerlo, tendremos las herramientas para fomentar una mentalidad estratégica y adaptativa, esencial para abordar los retos del mundo actual. Conocida la ruta, no nos queda más que, como docentes, reconocernos como profesionales de la práctica y animarnos, junto con nuestros estudiantes, a emprender el viaje. Acerca del autor Enrique Margery Bertoglia (emargery@deinsaglobal.com) es Licenciado en Ingeniería y cuenta con un Doctorado en Educación. Es TEDx speaker y formador empresarial, director de The Training Lab. Es miembro del equipo HSI-STEM de la Universidad UAGM (Puerto Rico) y asesor pedagógico de instituciones como la Prepa TEC del Instituto Tecnológico de Monterrey (México) y el INIE (Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad de Costa Rica). Es autor de los libros “Team building”, “La Bandada”, “Actuar para Pensar”, “Complejidad, transdisciplinariedad y competencias”, “Herramientas de Coaching”, “El Viaje” y «Bájate de la escalera». Referencias Baumeister, R. F. (2010). The self. In R. F. Baumeister & E. J. Finkel (Eds.), Advanced social psychology: The state of the science (pp. 139–175). Oxford University Press. Evans, G. J. (2018). A windmills of your mind: Metacognition and Lifelong Learning. En Proceedings of the 2018 Canadian Engineering Education Association (CEEA-ACEG18) Conference (Paper 036, pp. 1–5). Vancouver, Canadá: University of British Columbia. Facione, P. A., y Gittens, C. A. (2015). Think critically. Pearson Education. Firth, J. (2024). Metacognition and study skills. Routledge. Flavell, J. H. (1979). Metacognition and cognitive monitoring: A new area of cognitive-developmental inquiry. American Psychologist, 34(10), 906-911. Margery, E. (2019). Complejidad, transdisciplinariedad y competencias. Letrame. Margery, E. (en prensa). Hacia una algorítmica de capacidades transdisciplinares: el Proyecto ¡ACT! En Fundamentos de la educación STEAM. Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala. Monereo, C. (2008). Ser estratégico y autónomo aprendiendo. GRAÓ. Normile, I. H. (2025). A model for understanding and expanding the scope of critical thinking. Studies in Philosophy and Education. Advance online publication. https://doi.org/10.1007/s11217-024-09976-x Paul, R. y Elder, L. (2022). Critical Thinking: Tools for Taking Charge of Your Learning and Your Life. Pearson Education. Siegel, H. (2016). Critical thinking and the intellectual virtues, In: J. Baehr, (ed) The Inquiring Mind: On Intellectual Virtues and Virtue Epistemology. London: Routledge. Suriano, R., Plebe, A., Acciai, A., & Fabio, R. A. (2025). Student interaction with ChatGPT can promote complex critical thinking skills. Learning and Instruction, 95, 102011. https://doi.org/10.1016/j.learninstruc.2024.102011