Francisco de Quevedo (1580-1645) fue hombre excepcional en el que se reunieron --en fecundación virtuosa-- el genio político y el genio de las letras. Su vida es una mezcla de hazañas (y desgracias) políticas con éxitos literarios. En las postrimerías de su vida envió a la imprenta su obra Política de Dios y gobierno de Cristo, nuestro señor y tiranía de Satanás que es juzgada como brillante ejemplo del género “Norte de príncipes”. Este libro ofrece un análisis lúcido y pormenorizado del arte de gobernar presentando a la figura de Jesucristo como el rey por excelencia. Las “lecciones a los príncipes” se ofrecen a través de la vida y sacrificio de Cristo, con referencias constantes a los pasajes de los Evangelios. Puede pensarse que este escrito fue, asimismo una respuesta categórica a la obra clásica de Maquiavelo, El príncipe, a la cual Quevedo llamaba “El tirano” y consideraba que era una sistematización del fraude y la añagaza cuyo fin era buscar sobre todo satisfacer la ambición del príncipe. La filosofía de Quevedo, profundamente religiosa, se sintetiza en la idea de que la ciudad terrestre debe ser ordenada de acuerdo con la ciudad celeste. Se dice también que la Política de Dios, etc. puede ser leída también como una crítica a la monarquía española y una reacción melancólica ante el derrumbe del imperio hispánico. La aversión contra Maquiavelo que se dio en el barroco español rechazó el racionalismo y defendía un moralismo político, pero hubo autores que hicieron recomendaciones más terrenales que otros. Fadrique Furió Ceriol, publicó Sobe las instituciones del príncipe antes de Quevedo. En esta obra se presentan recomendaciones o consejos de sentido más práctico con base en la tradición de la corona de Aragón en la cual cada territorio tenía su propia legislación y fueros de modo que el reino era propiamente una federación. “El consejo del príncipe, dijo Furió, es una congregación o ayuntamiento de personas escogidas para aconsejarle en todas las ocurrencias, de paz o guerra, para que mejor entienda el pasado, el presente y el porvenir, para que tenga éxito en sus empresas y huya los inconvenientes (ya que no se pueden evitar)”…”El consejo y el príncipe son tenientes de Dios acá en la tierra”. “¿De cuántos consejos tiene necesidad el príncipe? Digo que estos deben de ser siete, ni más ni menos. El primero es el de hacienda; el segundo es de la paz que comúnmente se llama Consejo de Estado; el tercero es el de la guerra; el cuarto es el de mantenimiento o provisiones; el quinto es de leyes; el sexto es de castigo y el séptimo es de mercedes”. Cada consejero debe tener estos atributos: 1. Debe tener alto y raro ingenio; 2. Que sepa las artes el bien hablar; 3. Que sepa muchas lenguas, principalmente las que gobierna el príncipe; 4. Que sea gran historiador; 5. Que conozca bien el fin, la materia, el cómo, cuándo y hasta cuando se extiende cada virtud; 6. Que sea político; 7: Haber andado y visto muchas tierras; 8. Que sepa el poder de su príncipe, de sus aliados, de sus enemigos y vecinos; 9. Que ame y procure el bien público; 10. Que sepa curar todo el cuerpo del principado; 11. Que sea justo y bueno; 12. Que sea franco y liberal; 13. Que sea amigo de hacer el bien; 14. Que sea manso y afable; 15. Que tenga fortaleza interior. Juan de Mariana (1536-1624) fue un prelado de existencia azarosa que a lo largo de su vida suscitó fuertes polémicas. Pasó a la historia, entre otras cosas, por su defensa del tiranicidio idea que fue incluida en su Del rey y la institución real. En 1610 fue asesinado el rey Enrique IV y Mariana fue acusado de ser el instigador de crimen, por ese motivo el parlamento de París condenó su libro a ser quemado por ser obra sediciosa. El autor fue condenado a prisión durante un año. Una vez en libertad publicó al menos dos libros más que levantaron escándalo en la iglesia. He aquí dos párrafos tomados de su obra más polémica: “¡Cuán triste y pesada es por cierto la condición de quien gobierna! Evitar las faltas propias son muchos los que lo alcanzan pues nos sentimos inclinados a ello por nuestra voluntad y la naturaleza de nuestra alma; pero enfrentar los deseos de los demás, sobre todo cuando hay tanta corrupción y es tan credo el número de empleados, es ya más que de hombre, es ya más un don de cielo que un resultado de nuestra propia industria” “En todos tiempos ha habido príncipes que se han hecho acreedores a grandes elogios, no tato por sus virtudes, como por la integridad de quienes les han servido; pero también en todos tempos ha habido monarcas manchados con toda clase de torpezas que se han atraído el odio del pueblo, menos por su culpa que por la de los magistrados y servidores” (Conclusión de la serie)