Por Perry F. Wilson Los investigadores no llegan a llamar a esto "señalización mediante feromonas", pero es difícil no llegar a la conclusión de que un simple aroma, en este caso puramente sintético, puede provocar sentimientos específicos en los hombres. Los experimentos no se detuvieron ahí. A continuación pidieron a los hombres que calificaran los rostros de varias mujeres. Se les mostró un rostro y se les pidió que lo calificaran en función de que la persona fuera guapa, elegante e intelectual, alguien con quien les gustaría pasar tiempo y a quien les gustaría seguir mirando. En realidad, estas cuatro categorías estaban bastante correlacionadas. Resulta que si un hombre considera que un rostro es bonito también piensa que quiere pasar tiempo con esa mujer. En cualquier caso, para las mujeres con puntuación muy alta en la escala de atractivo, el aroma no parecía marcar la diferencia; siempre obtenían buenas puntuaciones. Pero las mujeres que en general obtuvieron puntuación más baja en la escala de atractivo tuvieron mejores resultados cuando los hombres que las evaluaban habían estado expuestos a ese cóctel de ovulación. Me parece una locura pensar que nuestras percepciones pueden verse influidas por sensaciones de las que no somos plenamente conscientes. Y por supuesto, esta investigación plantea algunas preguntas muy interesantes. Probablemente la primera que se nos viene a la mente es: ¿hay algún perfume que contenga estos compuestos? La respuesta es afirmativa, sin duda, pero como los ingredientes de los perfumes no siempre se indican, no tengo ni idea de cuál es. Si lo buscan prueben con alguno que tenga notas de nuez moscada, cítricos y té, por ejemplo. Por supuesto, como hombre me pregunto si esto funciona al contrario. No tenemos ciclos hormonales con ramificaciones fisiológicas tan profundas como las mujeres, pero me pregunto si hay compuestos en nuestro olor corporal natural que puedan afectar los sentimientos o pensamientos del sexo opuesto. Este estudio me recordó una época embarazosa de la secundaria, cuando mi relación con mi novia de entonces parecía estar en crisis y desesperado por mantenerla cambié de colonia. Como era de esperar, ese no era el secreto de la felicidad duradera. Esta investigación tampoco desvelará ese secreto. Pero lo que vemos aquí es cómo estamos empezando a descifrar un nuevo lenguaje, el lenguaje de los olores, uno que muchos pensaban que los humanos no eran capaces de hablar, al igual que los perros no son capaces de hablar inglés. Pero tal vez, al igual que un perro reconoce la palabra "paseo", en algún lugar, en lo más recóndito de nuestro cerebro, todavía entendemos el lenguaje de los olores. *****El Dr. F. Perry Wilson, M. S.C. E. es profesor asociado de medicina y director del Acelerador de Investigación Clínica y Traslacional de Yale. Su trabajo de comunicación científica puede encontrarse en el Huffington Post, en NPR y aquí en Medscape. Su nuevo libro, How Medicine Works and When It Doesn't , ya está disponible.