El perro como símbolo religioso fue más que una deidad astral: tiene otras varias significaciones, tanto para los nahuas como para los mayas, que se ligan estrechamente con el hombre, ya que fue considerado desde el compañero que lo sustituye ante los dioses en el sacrificio y que lo lleva a su destino final, hasta el antepasado y el héroe cultural que le da el fuego solar y, con él, la civilización. Es decir, que el perro está en el origen del hombre, en su vida cotidiana y en su muerte. El perro, en fin, es un ser que se asoció simbólicamente con los tres estratos del universo, pero fundamentalmente tiene una significación crónica. Es celeste, en tanto que se asocia al Sol y a Venus, y baja al mundo de los hombres el fuego del Sol, pero es ante todo terrestre e infraterrestre porque simboliza a los dos astros en su aspecto de tránsito por el reino de la muerte, y por su íntima relación con el hombre, que le permite sustituirlo como víctima del sacrificio humano, y que, al conocer los caminos en la oscuridad y poder ver los espíritus de los hombres cuando se separan del cuerpo, tanto en el sueño como en la muerte, es quien conduce a las almas de los difuntos a su destino final. Hombre y perro, como en la vida cotidiana, son inseparables en el pensamiento religioso de los nahuas y los mayas.