Por Gabriel Colletis Profesor de economía en la Universidad de Toulouse-I-Capitole París, Francia, marzo 1.- La confusión entre crecimiento y desarrollo es muy antigua. Como prueba, el célebre librito de Walt Rostow (1916-2003), The Stages of Economic Growth (1961), en el que el ilustre economista ultraliberal estadounidense explica que todos los países deberían seguir las mismas etapas que conduzcan, en última instancia, al consumo masivo. Cometiendo un error similar, los economistas marxistas pudieron estimar que todos los países en desarrollo deberían terminar en... el comunismo. Por tanto, son pocos los economistas que han distinguido crecimiento y desarrollo y que han comprendido, refutando los diagramas lineales, que cada sociedad toma caminos específicos y originales para producir su futuro. Un PIB idéntico Inspirándose tanto en François Perroux (1903-1987) como en Amartya Sen, premio Nobel de Economía (1998), el economista francés René Passet tiene razón al cuestionarse en los siguientes términos: “Un crecimiento que iba acompañado de la degradación de los entornos naturales (y el deterioro de las condiciones de vida humanas), ¿se puede calificar de desarrollo? » Y considerar que el desarrollo debe “respetar los mecanismos reguladores de los ámbitos humano y natural en los que se realiza” (René Passet , La bioeconomía de la última oportunidad, Les Liens qui Libération, 2012). La noción de desarrollo enfrenta a aquellos para quienes sin crecimiento no hay salvación para asegurar el poder adquisitivo, el empleo y el pago de las deudas del Estado... y a quienes creen, por el contrario, que el crecimiento es incompatible con la supervivencia de una planeta enfrentado a la locura de la actividad humana. Un diálogo imposible, sobre todo porque ambos tienen argumentos sólidos para exponer su punto de vista. Para salir del dilema, hay que evitar primero confundir crecimiento económico con desarrollo. Un crecimiento que lleva a la degradación de la naturaleza y al deterioro de las condiciones de vida no es desarrollo. En cambio, cabe desarrollo sin crecimiento, al menos sin crecimiento de la producción y del consumo. En efecto, el PIB puede aumentar si sube el valor –y por tanto el precio– de los bienes duraderos. Una lavadora con más años de vida útil será producida en menor cantidad y tendrá un precio más elevado. “Este PIB en valor sería más deseable que el obtenido mediante una producción masiva pero destinada a no durar. Porque producir más exige una explotación mayor de recursos naturales y porque desechar la lavadora al cabo de cuatro o cinco años implica una externalidad negativa: una contaminación fuerte o un elevado costo de reciclaje”. “Un desarrollo sin crecimiento en volumen permitirá conciliar lo aparentemente inconciliable: la satisfacción de las necesidades fundamentales y la protección de la naturaleza. Eso supone renunciar a producir y a consumir masivamente”.