Victor Lloret Blackburn Cadena SER Es complicado predecir qué o quién va a ser el encargado de arruinarnos el día. Puede que sea el conductor del autobús que niega tener cambio, el vecino que tira la ceniza encima de tu ropa tendida o la gamba en mal estado que te hará pasar las próximas 24 horas en el lavabo. Lo que es aún más complicado es predecir qué incidente te va a arruinar por completo la vida. En el caso de nuestro protagonista de hoy, el 3 de enero marcó un antes y un después en su paso por la Tierra. Porque ese fue el día en el que Friedrich Nietzsche perdió la salud mental. El 3 de enero de 1889, el filósofo estaba pasando unos días en Turín, y paseando por la plaza Carlo Alberto se encontró con el dueño de un caballo propinando interminables latigazos a su pobre animal. Nietzsche, horrorizado, fue corriendo hasta el caballo y se abrazó a su cuello para impedir que le siguieran azotando. Poco después, cayó al suelo inconsciente. En los días siguientes, mandó una serie de cartas conocidas como “las cartas de la locura”, en las que ordenaba al emperador alemán a que acudiera a Roma para ser ejecutado, afirmaba ser el creador del mundo o firmaba como el dios griego Dionisio. Sus amigos, consternados, fueron a buscarlo a Italia y lo llevaron a un sanatorio mental en Suiza. Ya nunca se recuperó, y murió 11 años más tarde. Los relatos del incidente varían según los autores. Unos dicen que le susurró palabras que solo él, el caballo, podía oír. Otros dicen que permaneció en silencio, llorando, quizá hablándole sin pronunciar palabra. Pero todos coinciden en que fue un episodio crucial en la vida del filósofo alemán: el momento en el que perdió lo que la humanidad llama “razón” y, de alguna forma, rompió para siempre con esa misma humanidad, que lo consideró desde entonces un perturbado. Permaneció junto al caballo hasta que fue detenido por desórdenes públicos. Sabemos lo que pasó después con Nietzsche, pero no hemos sabido qué fue de aquel caballo. Nietzsche (1844-1900) es uno de los filósofos más influyentes de la contemporaneidad. En su filosofía defiende la libre existencia del ser humano frente a todo tipo de atadura externa, ya sea social o religiosa. Al concebir a Dios como un poder que oprime y reduce al ser humano, el hombre debía "matarlo" para poder desarrollarse totalmente. Junto a esto debía sostenerse la subversión de todos los valores y la asunción de la existencia como "voluntad de poder". Solamente así se haría posible el advenimiento del "superhombre", una fase avanzada del ser humano en la que este es completamente dueño de sí mismo. Escribió, entre otras obras, "Así habló Zaratustra" y "El Anticristo". Así que por favor, no maltrates a ningún animal por la calle, que hay gente más sensible a la que vuestra falta de delicadeza puede arruinar la vida. Imagen tomada de le red sin crédito.