La Fatal Arrogancia, el último libro de Hayek. Pero, ¿cuál era esa “fatal arrogancia”

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Javier Milei acaba de entregarle al Papa León XIV una copia de La Fatal Arrogancia, el último libro de Hayek. Pero, ¿cuál era esa “fatal arrogancia” —y por qué sigue siendo tan relevante? Aquí van algunas lecciones clave de una de las mejores defensas de la libertad: La “fatal arrogancia” de Hayek es creer que los seres humanos pueden diseñar la sociedad únicamente con la razón. Advertía que los planificadores centrales siempre sobrestiman su conocimiento —y que esa soberbia lleva al desastre económico y moral. Creía en el orden espontáneo: sistemas como el lenguaje, la ley o el mercado que surgieron de la acción humana, pero no del diseño humano. Intentar rediseñarlos desde cero es, para él, la verdadera arrogancia. Hayek veía la ética no como algo que inventamos racionalmente, sino como tradiciones que evolucionaron con el tiempo. Reglas como la propiedad privada o el intercambio libre surgieron porque ayudaron a las sociedades a prosperar. Ignorarlas es peligroso. De hecho, argumentaba lo contrario: somos profundamente limitados. Por eso importan los mercados: permiten que miles de millones de personas imperfectas se coordinen sin conocerse entre sí.