Publicado el 02 jun. 2024
Por Cecilia Durán Mena
(Bicaalú.com)
Al pensar en surrealismo, estoy segura de que uno de los primeros nombres que se nos viene a la mente es del de Frida Kahlo, pues la fama de esta mujer la ha convertido en un referente. Luego, con un poco de suerte, habrá quienes evoquen a Remedios Varo, a Leonora Carrington o a María Izquierdo.
En la historia de la humanidad, a menudo algunos nombres se roban la marquesina y otros permanecen en el anonimato. Sin embargo, en estricta justicia deberíamos recordar a aquellas mujeres que tuvieron la pasión y el ingenio para plasmar fantasías en el lienzo. Es justo darles la oportunidad de compartir el reflector.
El surrealismo que floreció en México se benefició con el folclor, la tradición, la gama de colores y las condiciones específicas que congregaron en el país a artistas que migraron, se exiliaron y llegaron de muy lejos —como Carrington, que nació en Inglaterra y se afincó en México, o Varo, que tenía raíces españolas—, y se sumaron a lo que los pintores nacionales estaban proponiendo.
Por fortuna, esta tierra resultó ser campo fértil para que florecieran las capacidades artísticas de pintoras prolíficas, diversas y que tuvieron la audacia de incursionar en varios campos artísticos. Ese fue el caso de Alice Rahon, una mujer que fue considerada precursora del expresionismo abstracto.
Rahon nació en Francia en 1904, fue poeta, pintora y abrazó los preceptos del manifiesto surrealista. Su periodo de mayor producción se dio en México, su país adoptivo, entre los años cuarenta y sesenta del siglo XX. En plena efervescencia surrealista, publicó el poemario Sablie couché, que fue ilustrado por Joan Miró y auspiciado por André Breton. Su transición de la producción poética a la pictórica fue lenta, aunque se aceleró una vez que se estableció en México.
Alice Rahon fue una mujer con suerte que supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron. Desde 1944, exhibió su obra en México, Japón, Francia y en el Líbano, y viajó mucho difundiendo su obra. Tuvo una característica especial: pintó paisajes, verbenas populares, naturaleza, mitología y leyendas; también se interesó en fabricar títeres y colaboró haciendo escenografías para teatro.
Debido a su amor por las máscaras, en 2009 una gran parte de su producción se expuso en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México en un proyecto titulado Laboratorio de máscaras. Cerró su carrera artística con broche de oro: con el apoyo de Teresa del Conde, montó una última exposición en el Palacio de Bellas Artes. Una de sus pinturas más emblemáticas es Gato herido, una clara referencia a Frida Kahlo. Otra belleza es el óleo titulado El eclipse.
Por su parte, Bridget Bate Tichenor fue otra pintora del surrealismo fantástico que llegó a nuestro país buscando exilio tras la Segunda Guerra Mundial. Nació en Inglaterra, su madre era la persona encargada de las relaciones públicas de Coco Chanel y ejercía como enlace con las casas reales europeas. Vivió en Londres junto a su madre hasta que cumplió cinco años.
A esa edad, se fueron a vivir a París, donde estudió francés y realizó sus primeros dibujos conocidos. Abrazó el surrealismo fantástico, una corriente inspirada en la escuela del realismo mágico, con influencia del Renacimiento italiano. Viajó a México y vivió en una propiedad del fotógrafo Man Ray, amigo íntimo de su padre que la había fotografiado en París y Nueva York en su etapa como modelo.
En esa época, Bridget entró en contacto con el grupo de los surrealistas: Max Ernst, André Masson, Salvador Dalí y Roberto Matta. Más tarde conoció a Luis Barragán y a Matías Goeritz, quienes la convencieron de que se quedara en México y se dedicara a pintar. En sus cuadros buscó retratar lo espiritual, los reflejos ocultos de las antiguas religiones, la magia, la alquimia y los mitos mesoamericanos. Sacó provecho de su gusto por el Renacimiento italiano y combinó ambos estilos.
En 1954 realizó su primera exposición en la Galería de Arte Mexicano, de Inés Amor, siendo el inicio de su carrera como artista profesional. En 1960 fijó su residencia en el pueblo de Ario de Rosales, Michoacán. Ahí pintó y vivió recluida con su extensa colección de animales salvajes y domésticos hasta 1978.
Finalmente, hablaremos de Sofía Celorio Mendoza, mejor conocida como Sofía Bassi. El misterio que la rodea viene emparejado con el escándalo que tiñó su vida. Esta pintora y escritora mexicana destacó tanto por su arte surrealista como por su vida privada y los cinco años que pasó en prisión, de 1968 a 1972, por el asesinato del conde Cesare D’Acquarone, esposo de su hija Claire.
A pesar de estar encarcelada, Sofía mantuvo una carrera activa y pintó su primer mural dentro de la prisión en Acapulco, con el apoyo de Alberto Gironella, José Luis Cuevas, Rafael Coronel y Francisco Corzas. Este mural se encuentra en el Palacio Municipal de Acapulco. Tuvo alrededor de noventa exhibiciones individuales y participó en más de ciento cincuenta exposiciones.
Su primera exhibición fue en la Lys Gallery de Nueva York, un año después de haber empezado a pintar. A partir de ahí, se presentó en México, Estados Unidos, Europa y África. Algunas de sus exhibiciones más importantes fueron en el Museo de Arte Moderno de México, la Maison de L’Amérique Latine en París, el Museo Selma Lagerlöf de Estocolmo, el Museo de Arte de Tel Aviv y la Galería de la Presidencia de la República en la Ciudad de México. Murió en 1998.
El surrealismo fue un movimiento en el que, a lo largo del siglo XX, brillaron algunos nombres masculinos y femeninos, pero éstos no fueron los únicos. Este grupo de pintoras surrealistas impresionaron al mundo y, aunque no fueron un grupo organizado y no todas nacieron en México, contribuyeron a definir en nuestro país esta vanguardia artística del siglo XX, de modo que no deberíamos omitirlas y, mucho menos, olvidarlas.
Imágenes:
1.- Alice Rahon, Balada para Frida Kahlo, 1956-1966.
2.- Alice Rahon, El gato herido, 1946.
3.- Bridget Bate Tichenor, Llegada de Capricornio, 1985. Oleo sobre tela.