Por Leonardo Huerta Mendoza “Por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, la Academia Sueca concedió al escritor húngaro László Krasznahorkai el Premio Nobel de Literatura 2025. Nacido en el poblado de Gyula, cerca de la frontera con Rumania, en 1954, desde la publicación de su primera novela, Tango satánico (Sátántangó, 1985), Krasznahorkai ha sido reconocido como una de las voces más poderosas de Europa. A Sátántangó siguieron La melancolía de la resistencia (1989), ambas llevadas al cine por su compatriota, el director Béla Tarr. Durante la presentación de Herscht 07769, novela de 2024, en Estocolmo, Suecia, declaró: “No quiero mentir. Sería muy interesante recibir este premio. Sin embargo, me sorprendería mucho si lo ganara.” Herscht 07769, considerada como una obra maestra escrita en una sola frase, recibió el Premio Formentor 2024, con el que los editores reconocen el valor de una obra literaria. La Academia Sueca resaltó el valor de la literatura de Krasznahorkai al reconocer no solo obras como Tango satánico —en la que hace un paralelo con su pueblo natal, Gyula, cerca de la frontera con Rumania—, sino también Herscht 07769. Esta última ha sido descrita como una gran novela alemana contemporánea por su precisión al retratar el malestar social del país, señala la Academia. Y añade: “En Herscht 07769 nos encontramos no en una pesadilla febril en los Cárpatos, sino en un retrato creíble de un pequeño pueblo contemporáneo de Turingia, Alemania, que también se ve afectado por la anarquía social, el asesinato y los incendios provocados.” Pero, al mismo tiempo, el terror de la novela se desarrolla en el contexto del poderoso legado de Johann Sebastian Bach. Es un libro escrito en un solo aliento, sobre la violencia y la belleza: una unión “imposible”. Ecos de Beckett y Tarkovski Víctor Villagómez, profesor de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC), comenta que László Krasznahorkai es un autor que ha seguido durante muchos años, primero por su trabajo en cine con Béla Tarr, cineasta húngaro y gran amigo del escritor. “Béla Tarr vino a la ENAC hace unos ocho años a dar una clase magistral, cuando yo aún estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras. El año pasado también tuve la oportunidad de conocer a Krasznahorkai en la FIL de Guadalajara, cuando vino a presentar su más reciente novela. También leyó el discurso que dio por el Premio Formentor, que le acaban de otorgar. Fui a Guadalajara solo para verlo y escucharlo.” “Para mí siempre ha sido un autor impresionante, porque viene de una corriente muy cercana a Kafka y Samuel Beckett. En Esperando a Godot, los personajes aguardan a un ente que les ayude, pero nunca llega. Los personajes de Krasznahorkai también esperan algo, aunque nunca es claro qué. Además, su corriente estilística recuerda a Thomas Bernhard, a quien él reconoce como influencia por su estilo de oraciones interminables.” “Le dieron el Nobel por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte. Siempre hay un tono apocalíptico en sus novelas. Siempre hay decadencia, personajes al límite, marginales, narradores obsesivos. En esto veo un puente con Nostalgia, de Andrei Tarkovski.” “En El caballo de Turín, la película más reciente de Béla Tarr —cuyo guion es de Krasznahorkai, aunque no adapta ninguna novela suya—, la historia parte de un episodio en la vida de Friedrich Nietzsche, cuando ve a un hombre golpeando a su caballo. Esa escena, tanto Tarr como Krasznahorkai la retomaron siempre con una visión nietzscheana, en la que hay un profundo amor.” “Sus personajes son muy interesantes porque, muchas veces, son seres marginales, borrachos, que ya no pertenecen a una comunidad; son seres sin destino.” La belleza en medio de la oscuridad Por su parte, Julia Santibáñez, de la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, comenta: “László Krasznahorkai me parece un escritor muy interesante. Sus temas son absolutamente actuales, con los que todos podemos relacionarnos: el miedo, la desesperanza, la soledad y la sensación de que estamos expuestos a fuerzas oscuras que no podemos controlar.” Krasznahorkai nació en 1954 en Hungría, alrededor de una década después de la invasión nazi al país. Su padre, judío, sobrevivió a la ocupación. El niño creció en un ambiente donde esa experiencia seguía presente y había dejado huellas profundas. “Eso se refleja en su literatura: una narrativa sombría, que algunos llamarían incluso oscura, pero de una gran belleza. Y eso quiero enfatizarlo, porque si no, nos quedaríamos con la idea de que es solo negativa, y no es así. Krasznahorkai trabaja mucho la belleza; su estilo es muy cuidado, muy puntual.” Su literatura es exigente, pues utiliza pocos o ningún signo de puntuación, sobre todo en sus primeras novelas. En Tango satánico, traducida al español en 2017, habla de un pueblo húngaro decadente en el que llueve todo el tiempo: todo está húmedo, hay moho, lodo, los personajes buscan huir y se aferran a una esperanza. La melancolía de la resistencia (1989) fue la novela con la que se le conoció primero en español, ya que se tradujo en 2011, antes que Tango satánico. “Quiero señalar algo que puede parecer tangencial, pero creo que es interesante. El año pasado recibió el Premio Formentor de las Letras 2024 gracias a su potencia narrativa. Este premio, creado por editores españoles en 1961 en la isla de Mallorca, nació con la idea de privilegiar el arte sobre el mercado y reconocer a autores poco conocidos. Los primeros ganadores fueron Jorge Luis Borges y Samuel Beckett.” “Volviendo a su escritura: no es una lectura de pasatiempo o de playa; exige mucha atención del lector, pero también ofrece una recompensa mayor: la belleza de la exploración del enigma de la vida humana. Es una indagación con bisturí sobre lo que implica vivir en el siglo XXI, con todos sus claroscuros.” El propio autor ha explicado que no escribe en frases cortas porque le resultan artificiales: “Los seres humanos no hablamos así”, dice. Santibáñez añade: “Desde el siglo pasado, el flujo de conciencia lo desarrollaron a profundidad Virginia Woolf y James Joyce, entre otros. Así pensamos: de forma caótica, sin puntos ni comas, saltando de un tema a otro. Esa es una de las razones que él esgrime. Sus libros se entienden; no son libros facilitos, pero implican una recompensa muy grande.” “No necesariamente hay que vender millones de ejemplares. No se trata de lectura de consumo, sino de literatura que va un paso más allá, que exige y deja muchísimo.” Para la especialista, Krasznahorkai —como muchos otros autores contemporáneos— está leyendo una realidad compleja: “Vivimos un mundo polimórfico, con múltiples ángulos, detalles, sutilezas, posverdades y fake news. Debemos poner mucha atención para entender, o al menos intentar entender, la realidad cotidiana.” “Solo quisiera añadir algo muy breve: lamento profundamente que el Premio Nobel no se haya quedado en América Latina desde 2010, cuando lo ganó Mario Vargas Llosa. Este año sonaban nombres como Raúl Zurita, poeta chileno extraordinario, y Cristina Rivera Garza, autora mexicana y ganadora del Premio Pulitzer. Pero el Nobel a Krasznahorkai nos recuerda que la literatura sigue siendo un territorio donde la lucidez y la oscuridad pueden convivir.” Entre la devastación y la esperanza, la voz de László Krasznahorkai confirma que el arte —cuando no busca consuelo, sino verdad— sigue siendo el último refugio frente al ruido del mundo.