Desde París hasta Fort Worth, desde Múnich hasta Florida y hasta Shanghái, los museos y galerías trabajan en exposiciones que exploran el movimiento artístico que con ojos desencajados, relojes derretidos o animales con miembros desiguales, nació en 1924 cuando el poeta francés André Breton publicó su mítico tratado criticando el gesto realista y la racionalidad. Breton, quien llamaba abrazar la «omnipotencia de los sueños» y a explorar lo inconsciente y todo lo «maravilloso» de la vida, sostenía que sólo el arte que pudiera trascender lo racional podría liberar a la humanidad. «La simpleza de palabra ‘libertad’… es la única palabra que todavía me emociona», escribió en su «Manifiesto surrealista». Y aunque el círculo de Breton estaba principalmente en París, el impacto del surrealismo se extendió internacionalmente: de Chirico era italiano, Dalí y Miró eran españoles, Magritte era belga, Leonor Carrington era británica y Frida Kahlo era mexicana. A medio camino entre concepción literaria y movimiento artístico, el surrealismo revolucionó casi todas las formas de producción cultural. Por eso, un siglo después, los principales responsables de los museos y las galerías del mundo se preguntan sobre el impacto que tuvo la corriente para repensar muestras que celebran sus cien años: ¿Qué nos sigue ofreciendo? ¿Tiene algo que decir sobre la vida contemporánea? ¿Qué implica hoy «Transformar el mundo, cambiar la vida»? El término «surrealismo» fue acuñado por primera vez por Guillaume Apollinaire en 1917, pero el movimiento como tal no se estableció hasta el 15 de octubre de 1924, cuando el poeta y crítico francés André Breton publicó el Manifiesto del surrealismo. El surrealismo abarca la poesía vanguardista de Rimbaud, Lautréamont y Alfred Jarry; la pintura del Bosco; las exploraciones dadaístas y sobre todo el influjo de las teorías del psicoanalismo freudiniano. André Breton afirmaba en su manifiesto: “El surrealismo es el rayo invisible que algún día nos permitirá superar a nuestros adversarios. Deja ya de temblar, cuerpo...." Por su parte, Magritte afirmaba del surrealismo que «hay dos actitudes: la creencia de que el mundo real exterior al pensamiento es un desconocido...que puede ser evocado con la ayuda de fórmulas antiguas o nuevas». En tanto, Salvador Dalí, que se autoproclamaba a él mismo como «el surrealismo soy yo», dirá: “El verdadero pintor es aquel que es capaz de pintar escenas extraordinarias en medio de un desierto vacío.