Por Leonardo Frías Cienfuegos Es fundamental reconocer que no todo proceso de transformación urbana es gentrificación, y que no toda iniciativa de innovación y modernización es nociva, el desafío consiste en distinguir cuándo estamos ante un proceso de mejoramiento urbano legítimo y cuándo nos encontramos ante mecanismos de exclusión sistemática, expuso Lorena Margarita Umaña Reyes, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. “En Ciudad de México (CdMx) esta distinción resulta particularmente relevante porque podríamos decir que estamos ante lo que se conoce como gentrificación selectiva”, definió. Este proceso, dijo, sigue un patrón geográfico específico en Ciudad de México en forma de letra T, que abarca los corredores de Insurgentes y Reforma y donde se concentran ocho de las 10 colonias con mayor presencia de plataformas digitales de alojamiento en la alcaldía Cuauhtémoc. Al intervenir en la mesa de análisis Movilidad Social, gentrificación y dinámicas cotidianas, Umaña Reyes destacó: “Entre 2023 y 2024 alquilar un departamento en la CdMx se encareció en un 17.55 %, mientras que las rentas han aumentado hasta un 94 % en algunas zonas. Según cifras del INEGI esta ciudad ha ‘perdido’ 248 mil personas que han emigrado a la periferia, y de ellas el 42 % se ha establecido en el Estado de México. Estos números evidencian un proceso de ‘expulsión’”. La problemática surge, argumentó, cuando los denominados procesos de modernización se articulan con la producción deliberada del rent gap (diferencia entre lo que una propiedad genera actualmente en ingresos por alquiler y lo que podría generar si estuviera en su máximo potencial de uso), y la expulsión sistemática de poblaciones históricas. Es ahí donde adquieren las características específicas que nos permiten conceptualizarlos como gentrificación, distinguiéndolos de otras formas de transformación urbana. En el acto realizado en el marco del Seminario Permanente de las Ciencias Sociales, la profesora del Centro de Estudios Sociológicos de la FCPyS, mencionó el caso de la colonia Juárez. “Allí los habitantes originales han acuñado el término de blanqueamiento para describir un proceso que está operando entre dimensiones de lo racial, con la sustitución gradual de población de tez morena, por usuarios predominantemente blancos con mayor poder adquisitivo”. En las colonias Roma y Condesa, agregó, encontramos modalidades muy diferentes de transformación; ahí el proceso se caracteriza por la llegada de nómadas digitales extranjeros, como ciudadanos estadunidenses. “Se ha documentado que el 58.3 % de los megaproyectos realizados entre 2010 y 2020 están articulados a flujos de inversión internacional. Esta inyección de capital global ha modificado el paisaje comercial y está sustituyendo los comercios barriales, las fondas populares por restaurantes gourmet, cafeterías de especialidad y espacios de coworking orientados a sectores de clase media alta”, describió. Agregó que los aumentos de hasta el 118 % de costos de renta han vuelto económicamente inviable la permanencia para habitantes de menores ingresos. La especialista en estudios de problemas urbanos, aseguró que las plataformas digitales de alojamiento se han convertido en una nueva capa de complejidad de la gentrificación, lo que ha generado desplazamientos internos. “Los casos analizados evidencian que la gentrificación en CdMx no constituye un fenómeno homogéneo sino un proceso diferenciado que reproduce y profundiza las desigualdades socioespaciales históricas”, resaltó. Esos procesos de gentrificación, continuó, “han llevado a Ciudad de México a un ascenso meteórico en rankings internacionales al pasar del sitio 76 al 16 respecto a las ciudades más caras del mundo para vivir, posicionándose incluso por encima de Múnich, Milán o Washington”.