Por Miguel Antón Moreno Profesor de filosofía. Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja En 2024 vivimos en una época en la que se ha consolidado la globalización, síntoma verdaderamente definitorio de nuestro tiempo. Esto implica no solo una mayor conexión entre los individuos, o una homogeneización de la cultura, sino además una conquista de las categorías de espacio y tiempo. Ahora podemos viajar a la otra punta del mundo en tan solo unas horas, adquirir cualquier producto muy rápidamente y, sobre todo, ver y hablar con personas que se encuentran lejos de nosotros de forma inmediata. En este contexto la percepción subjetiva que cada uno tenemos del espacio y el tiempo queda del todo consolidado: gracias al avance tecnológico, hemos convertido en instantáneas muchas actividades que antes implicaban un período de tiempo inasumible. Hasta no hace mucho, estas eran realidades que nos determinaban por completo. Ahora, sin embargo, parece que somos capaces de condicionarlas y dominarlas nosotros como individuos. Como también en este 2024 se cumplen cien años del fallecimiento de Franz Kafka, podemos preguntarnos qué nos dice el escritor checo de todo este escenario. Kafka en el tiempo y en el espacio Comenta Borges de Kafka que la diferencia central con todos los demás escritores es que, con los otros, uno debe tener en cuenta las referencias temporales y espaciales en las que se enmarcan las narraciones. Con Kafka, en cambio, no sería necesario porque escapar de esas categorías y se establece en una especie de limbo en el que éstas se suspenden. Para ello es necesario llevar al extremo la subjetividad que mencionábamos antes. Por ejemplo, desde la perspectiva de K., el protagonista de El proceso , detenido por un delito que desconoce, no se percibe el paso de los días o las horas. Actúa como si viviera fuera del espacio y el tiempo mismos y pudiera postergar para siempre la defensa de su caso judicial. Es así como su experiencia subjetiva queda suspendida. Ahí, según Borges, el espíritu profético de Kafka, quien en sus cuentos y novelas no augura precisamente un buen final. Los conceptos de transformación y construcción también son especialmente importantes en la obra del escritor, que además quedan explícitos al dar título a dos textos suyos muy relevantes: La transformación (a menudo traducido como La metamorfosis ) y La construcción . En La transformación un hombre se despierta un buen día convertido en un escarabajo gigante. Esto, tras una experiencia deshumanizadora, le conduce en poco tiempo a su aniquilamiento. Mientras tanto, en La construcción , el protagonista habita una madriguera obsesionada con la posibilidad de que en algún momento esta se venga abajo o sea atacada. Querer controlar al máximo las condiciones de su entorno y su realidad para poder evitarlo lo conducen a un estado de ansiedad y paranoia. La guarida en la que vive se convierte en una trampa, donde el colapso es inminente. Esta contradicción se observa bien cuando describe su madriguera y dice que es “un agujero destinado a la salvación de mi vida” para a continuación afirmar “sé que mi tiempo está contado”.