Por Laura Zapata Inicios del año 2020, nos encontramos inmersos en una pandemia que de la noche a la mañana nos “invita” a permanecer encerrados en casa, a continuar con nuestras actividades de forma remota. Una incertidumbre que oscurecía nuestros pensamientos y nos hacía palpitar ante cualquier noticia. Fueron la familia y los amigos quienes nos acompañaron y no dejaron que nos perdiéramos en esa oscuridad. Las llamadas de los colegas nos mantenían al día, nos hacían reír o llorar, nos mantenían unidos. Esperábamos las charlas de los colegas, aquellos que también son amigos o amigas para compartir cómo nos sentíamos, cómo estábamos. Para muchos, la pandemia causó experiencias traumáticas, profundas, inolvidables. Descubrimos que el apoyo social y emocional de los amigos fue clave para superar esos tiempos de penumbra. Pareciera que la pandemia nos sirve de pretexto para explicar los cambios generacionales, de la interacción humana y los nuevos modelos de trabajo. Y es que es así, la pandemia ha marcado un antes y un después del funcionamiento de las organizaciones y su impacto en la productividad. Las organizaciones logran sus objetivos por la interacción de sus miembros, su conexión y confianza, lo cual tiene implicaciones en cómo se comunican, interactúan, socializan y motivan unos a otros; ¿acaso no son estas acciones las mismas que realizan los amigos para procurar al otro, para cultivar su amistad? Las personas, instintivamente, quieren relaciones cercanas y de confianza. En los últimos años, diversas investigaciones han demostrado que existe un efecto positivo entre las relaciones de amistad y los niveles de satisfacción, permanencia y productividad laboral. Datos recientes de Gallup muestran que tener un mejor amigo en el trabajo se ha vuelto más importante para enfrentar los retos y disminuir el nivel de estrés. Gallup también presentan que quienes tienen un mejor amigo en el trabajo son más propensos a tener una mejor relación con clientes, fomentar espacios seguros, innovar, compartir ideas y disfrutar las actividades laborales. “Nuestros últimos hallazgos muestran que desde que comenzó la pandemia ha habido una relación aún más fuerte entre tener un mejor amigo en el trabajo y la probabilidad que los empleados recomienden su lugar de trabajo, su intención de irse y su satisfacción general con su lugar de trabajo; el 44% de las personas que tiene amigos en el trabajo recomendaría su empresa como espacio laboral”, destaca la firma. Los amigos en el trabajo impulsan los resultados, porque son más que una conexión social o una buena relación. Por tanto, se vuelve relevante para los líderes promover ambientes sanos de trabajo, apoyar actividades que fomenten la socialización y, por ende, incrementen y fortalezcan el capital social. Socializar para conectar. Propiciemos espacios para conversar, fomentemos la comunicación, permitamos conectar unos con otros mediante actividades que brinden a los colaboradores oportunidades para intercambiar ideas, ya sea mediante un evento fuera del lugar de trabajo o una charla de café improvisada en equipo. Las actividades de amistad programadas pueden parecer una pérdida de tiempo, pero esta poderosa inversión de tiempo ayuda a todos los colaboradores, incluso a los trabajadores remotos más aislados, a hacer amigos. Las conexiones, esas amistades juegan un papel crucial a medida que los lugares de trabajo navegan por los cambios, la incertidumbre y las nuevas formas de trabajar. El cambio llegó para quedarse y los mejores amigos en el trabajo pueden mantenerse informados y trabajar juntos para familiarizarse con nuevas tecnologías y procesos. Conectar para impulsar el capital social. La importancia de tener amigos en el trabajo es tener a alguien en quien puedas confiar en las buenas y en las malas. Alguien que te respalde y que realmente se preocupe. Estas amistades auténticas fortalecen el sentido de pertenencia y compromiso de los empleados por su trabajo y les permiten ser más eficaces y sostenibles, independientemente de dónde o cuándo trabajen. Los líderes pueden fomentar las conexiones, dedicando tiempo a hablar con los miembros del equipo. Las conversaciones frecuentes también pueden revelar barreras que impiden establecer amistades en el trabajo. En los trabajos híbridos, las actividades presenciales pueden contar con un espacio de tiempo para ayudar a los empleados a reconstruir los lazos y las redes del equipo. Pasamos más de ocho horas diarias conviviendo, conversando, discutiendo, incluso riendo, con nuestros colegas, por lo que merece la pena preguntarnos: ¿pueden llegar a ser nuestros amigos, amigas? No existe un método para tener amigos en el trabajo, no podemos obligar a alguien a hacerlo, incluso habrá quienes piensen que es un lugar para trabajar, no para hacer amigos. Lo que sí podemos fomentar es la comunicación, la socialización, brindar confianza y armonía en los equipos para cultivar vínculos entre colegas, ver florecer amistades que, con un afectuoso riego, podrían perdurar toda la vida. Y sí, podemos ser amigos, amigas y colegas. Busquemos cultivar en nuestra vida sólo rosas blancas, como el poema de José Martí. ****La autora es Decana Asociada Académica de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y profesora investigadora en estrategia empresarial, gestión de conocimiento e innovación.