Resiliencia y reforestación para recuperar los bosques marinos

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Por Karla Navarro En medio de la búsqueda de soluciones que reviertan la devastación de los bosques marinos en el Pacífico, la doctora Lydia Ladah, investigadora del CICESE, lidera un proyecto de reforestación en el que se están utilizando especies de algas marinas que han demostrado resiliencia, es decir, capacidad para afrontar condiciones adversas. Aunque son otras las técnicas, la reforestación de bosques marinos conlleva retos similares a los programas de restauración en tierra: para que tenga éxito, además de las consideraciones técnicas, es preciso trazar estrategias que integren los conocimientos de las comunidades locales y de quienes aprovechan estos recursos. “Si podemos repoblar ciertas áreas y que sobrevivan cierto tiempo y que tengan un impacto ecológico y económico, yo creo que ese sería el éxito”, adelanta la Dra. Ladah, quien reúne los esfuerzos de distintos sectores bajo la Alianza para la Restauración de los Servicios Ecosistémicos Costeros (ARSEC). Los bosques marinos son ecosistemas costeros formados por macroalgas que pueden alcanzar alturas de hasta 30 metros y se encuentran a profundidades que van desde unos cuantos metros hasta 200, según información de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). También conocidos como bosques de kelp, ya que están formados principalmente por sargazo gigante (Macrocystis pyrifera) y otros sargazos, su presencia demanda una gran cantidad de nutrientes, temperaturas por debajo de los 20 grados centígrados y una superficie rocosa en la que se fijan. Si sus necesidades son satisfechas, el bosque marino ofrece a cambio una variedad de importantes servicios como son alimento, hábitat y refugio para peces e invertebrados, algunos de ellos de alto valor comercial como el abulón, el erizo, la langosta y el pepino de mar. En México, los bosques de kelp se distribuyen en el litoral Pacífico de la península de Baja California, donde una conjugación de eventos extremos, el aumento de la temperatura del agua desencadenado por el cambio climático y el fenómeno de El Niño han provocado en los últimos años una inédita devastación de la que no se han podido recuperar. “Todo esto está relacionado con el cambio global —advierte Lydia Ladah— y lo que está pasando es que cada vez están más intensos los eventos, más frecuentes y más prolongados. Lo que está pasando es que llega el momento en que los bosques de kelp de plano no pueden aguantar estas condiciones porque los cambios son demasiado rápidos”. Sureñas y resilientes En medio de este sombrío escenario, el optimismo renace cuando se identifican poblaciones de algas que han sido capaces de aguantar los embates climáticos y, además, recuperarse rápido después de un evento extremo como puede ser una tormenta o una onda de calor. La Dra. Ladah indicó que actualmente están estudiando estas poblaciones para comprender qué características son las que les permiten soportar condiciones adversas y recuperarse después de estos eventos. “Si podemos identificar las adaptaciones en estas poblaciones, tal vez nos sirva para usar estos ejemplares para repoblar o reforestar otras áreas”, comentó. Las poblaciones que han demostrado mayor resiliencia se localizan al sur de la península, en Baja California Sur. Recientemente estudiantes de posgrado de la Dra. Ladah hicieron experimentos con Eisenia arborea y Macrocystis pyrifera para comprobar su capacidad de adaptación. De estos experimentos detectaron que las poblaciones del sur están más adaptadas a las condiciones de calor, tanto por su fisiología fotosintética como por la forma en la que asimilan los nutrientes del agua, lo que les ayuda a soportar mejor condiciones estresantes, en comparación con poblaciones localizadas al norte de la península de Baja California. En los experimentos aplican herramientas de biología molecular (transcriptómica, metabolómica) para observar la regulación de genes adaptados de las poblaciones del sur en comparación con las del norte. La investigación cuenta con la colaboración de especialistas europeos y estadounidenses y está financiada por el programa UC Mexus. “No estamos inventando la rueda” En medio de la búsqueda de soluciones que reviertan la devastación de los bosques marinos en el Pacífico, la doctora Lydia Ladah, investigadora del CICESE, lidera un proyecto de reforestación en el que se están utilizando especies de algas marinas que han demostrado resiliencia, es decir, capacidad para afrontar condiciones adversas. Aunque son otras las técnicas, la reforestación de bosques marinos conlleva retos similares a los programas de restauración en tierra: para que tenga éxito, además de las consideraciones técnicas, es preciso trazar estrategias que integren los conocimientos de las comunidades locales y de quienes aprovechan estos recursos. “Si podemos repoblar ciertas áreas y que sobrevivan cierto tiempo y que tengan un impacto ecológico y económico, yo creo que ese sería el éxito”, adelanta la Dra. Ladah, quien reúne los esfuerzos de distintos sectores bajo la Alianza para la Restauración de los Servicios Ecosistémicos Costeros (ARSEC). Un refugio devastado Los bosques marinos son ecosistemas costeros formados por macroalgas que pueden alcanzar alturas de hasta 30 metros y se encuentran a profundidades que van desde unos cuantos metros hasta 200, según información de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). También conocidos como bosques de kelp, ya que están formados principalmente por sargazo gigante (Macrocystis pyrifera) y otros sargazos, su presencia demanda una gran cantidad de nutrientes, temperaturas por debajo de los 20 grados centígrados y una superficie rocosa en la que se fijan. Si sus necesidades son satisfechas, el bosque marino ofrece a cambio una variedad de importantes servicios como son alimento, hábitat y refugio para peces e invertebrados, algunos de ellos de alto valor comercial como el abulón, el erizo, la langosta y el pepino de mar. En México, los bosques de kelp se distribuyen en el litoral Pacífico de la península de Baja California, donde una conjugación de eventos extremos, el aumento de la temperatura del agua desencadenado por el cambio climático y el fenómeno de El Niño han provocado en los últimos años una inédita devastación de la que no se han podido recuperar. “Todo esto está relacionado con el cambio global —advierte Lydia Ladah— y lo que está pasando es que cada vez están más intensos los eventos, más frecuentes y más prolongados. Lo que está pasando es que llega el momento en que los bosques de kelp de plano no pueden aguantar estas condiciones porque los cambios son demasiado rápidos”. Sureñas y resilientes En medio de este sombrío escenario, el optimismo renace cuando se identifican poblaciones de algas que han sido capaces de aguantar los embates climáticos y, además, recuperarse rápido después de un evento extremo como puede ser una tormenta o una onda de calor. La Dra. Ladah indicó que actualmente están estudiando estas poblaciones para comprender qué características son las que les permiten soportar condiciones adversas y recuperarse después de estos eventos. “Si podemos identificar las adaptaciones en estas poblaciones, tal vez nos sirva para usar estos ejemplares para repoblar o reforestar otras áreas”, comentó. Las poblaciones que han demostrado mayor resiliencia se localizan al sur de la península, en Baja California Sur. Recientemente estudiantes de posgrado de la Dra. Ladah hicieron experimentos con Eisenia arborea y Macrocystis pyrifera para comprobar su capacidad de adaptación. De estos experimentos detectaron que las poblaciones del sur están más adaptadas a las condiciones de calor, tanto por su fisiología fotosintética como por la forma en la que asimilan los nutrientes del agua, lo que les ayuda a soportar mejor condiciones estresantes, en comparación con poblaciones localizadas al norte de la península de Baja California. En los experimentos aplican herramientas de biología molecular (transcriptómica, metabolómica) para observar la regulación de genes adaptados de las poblaciones del sur en comparación con las del norte. La investigación cuenta con la colaboración de especialistas europeos y estadounidenses y está financiada por el programa UC Mexus. “No estamos inventando la rueda” Identificar poblaciones de algas marinas con mayor capacidad para soportar condiciones y eventos extremos es solamente uno de múltiples aspectos que se deben analizar cuidadosamente para llegar hasta el final deseado: la recuperación de los bosques de kelp. Aunque esta misión, por sus objetivos, podría considerarse un símil de la reforestación en tierra, las técnicas para lograrlo son diferentes. Por ejemplo, las macroalgas no se plantan directamente en el fondo marino, sino que necesitan una superficie rocosa. También es necesario considerar la presencia de herbívoros voraces como los erizos, comprender la cadena trófica, caracterizar la física, la biología y la química del sitio, y entender por qué desapareció el kelp en ese lugar o, por el contrario, identificar cómo ha podido permanecer. La caracterización de los sitios, de acuerdo con la Dra. Ladah, permite determinar si un lugar tiene potencial para ser reforestado: “Es importante caracterizar el sitio de antemano para no gastar dinero y entender esas aproximaciones, es donde entran procesos costeros, oceanografía, procesos ecológicos para entender los sitios”. Agregó que también es fundamental aprovechar las técnicas de reforestación que ya han sido aplicadas por las comunidades costeras. “No estamos inventando la rueda, las comunidades indígenas pegadas al mar han hecho eso en toda la corriente de California y en la costa del Atlántico por cientos de años. La idea es aprender el conocimiento ecológico local porque hay comunidades que lo han hecho, saben cómo hacerlo, los pescadores conocen sus zonas y han hecho pruebas pequeñas también”, refirió. Aunque por medio de la ARSEC ya se han desarrollado acciones de reforestación, Lydia Ladah prefirió no dar a conocer la ubicación de los sitios para evitar actos vandálicos. Actuar para evitar el peor escenario Los resultados que la Dra. Ladah espera del proyecto de reforestación son conservadores y uno de ellos es sensibilizar sobre la problemática a tomadores de decisiones y agencias de financiamiento para tener la capacidad de continuar el proyecto. Por el contrario, los escenarios que se prevén si no hay una intervención para recuperar los bosques de kelp no son nada positivos y ya hay sitios que dan indicios de ello. “No es una exageración, en nuestras vidas vamos a ver a un mar con ausencia de bosques marinos si no empezamos a aproximar técnicas y aplicar ciencia de frontera que realmente sea pensar fuera de la caja”, advirtió la investigadora.