Las decisiones alegres que ha tomado el titular de la SEP no ocultan el drama escandaloso que experimenta el sistema de educación. La incompetencia, el abuso y el error se mezclan –intencional o inconscientemente-- en estas disposiciones. La campaña contra las tiendas escolares que ofrecen “alimentos chatarra” y la exigencia de que sólo se ofrezcan en ellas “alimentos sanos” parece una idea sencilla y bienintencionada, pero hablamos, al menos, de 225 mil escuelas, la mayoría de las cuáles son instituciones pobres que carecen de recursos para los gastos más elementales (papelería de oficina, kleenex, café, papel del baño, basureros, etc.) y que el dinero para esos gastos suele obtenerse, precisamente, de la tienda que usualmente es administrada por la cooperativa escolar. ¿Y quién va a proveer los alimentos sanos (frutas, verduras, granos, etc.)? Para atender la demanda de un sistema tan vasto se necesitaría construir una empresa nacional capaz de proveerlos y capaz de competir con las corporaciones que venden chatarra. Me pregunto: ¿por qué no asegurar en cambio que todas las escuelas cuenten con desayunos escolares? Pero hay otras opciones. Muy bien que se extienda la jornada escolar (como promete el PND) pero no en una o dos horas. ¿Por qué no volver al modelo de Escuelas de Tiempo Completo que fue un éxito, que incluía la comida del mediodía y actividades vespertinas? Otro ejemplo de decisiones desorbitadas: la supresión de la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM), unidad encargada de administrar la admisión, la promoción y el reconocimiento del personal docente, técnico docente, asesor técnico pedagógico, directivo y de supervisión. El punto crucial son las reglas para el acceso de los maestros a las nuevas plazas. El SNTE considera que ese organismo es un obstáculo para su voluntad de controlar el ingreso anual de miles de maestros al sistema y pidió su eliminación. El gobierno de la 4T, por su parte, concedió pleno derecho al sindicato para aumentar su poder y consumar impunemente sus tropelías. Pero el titular de la SEP rehúye opinar del más grave problema que se vive en la educación básica de México: el modelo educativo de la llamada Nueva Escuela Mexicana que ningún funcionario se ha dignado explicar al público, y yo diría, ni a los propios maestros. Dicho modelo no tiene pies ni cabeza, es un galimatías, que se ha complicado con las adaptaciones y correcciones que se le han hecho. En la NEM se observan progresivas concesiones de los directivos ante la realidad concreta de las escuelas y los verdaderos usos y tradiciones pedagógicas de los maestros; entre otras cosas, se ha renunciado a conceder a la comunidad el protagonismo que en teoría se le había atribuido. De hecho, la práctica docente desde el ciclo escolar 2023-2024 ha sido caótica: no hay reglas didácticas únicas y claras que guíen al docente en su trabajo. Este orden incierto ha hecho que la calidad de la educación, cuyo centro es el aprendizaje, se derrumbe. ¿Cómo puede progresar el intelecto de los niños bajo un sistema que excluye las asignaturas y que reduce la labor del alumno a las prácticas inocuas que les proponen los libros de texto? No hay en este nuevo modelo evaluación educativa que informe periódicamente a los padres de familia y a la sociedad qué es lo que han aprendido los alumnos. En realidad, el modelo NEM está degradando año con año la calidad de la educación y contribuye a crear, no una población más inteligente, sino un país cada vez más ignorante.