En 1850 Frederic Bastiat escribió un ensayo en el que explicó la falacia de la ventana rota. En ella puso de manifiesto que, en economía, lo más dañino es lo que no se ve. ¿Cómo es? En primer lugar, supón que el gamberro de tu calle coge una piedra, la tira contra la ventana de tu comercio, y la rompe. Lo que para ti es una tragedia porque, al fin y al cabo, tendrás que desembolsar dinero para arreglar la ventana, para mucha gente, entre ellos muchos economistas “expertos”, es una gran noticia. ¿Por qué? Según ellos, la rotura de tu ventana te obligará a comprar otra a un cristalero, haciendo aumentar la producción, el empleo, y el crecimiento económico. Su razonamiento sería, básicamente este: 1 – La rotura de tu ventana te obliga a comprar una a un cristalero, por unos 100 por ejemplo. 2 – El cristalero dispone ahora de 100 para gastar en otros establecimientos. 3 – Los dueños de estos establecimientos tendrán más dinero para gastar en otros comercios, y así sucesivamente. 4 – La rotura de la ventana, lejos de ser una tragedia, es una bendición porque ha producido trabajo y riqueza. 5 – El gamberro es un héroe local. Sin embargo, esto es lo que se ve, ¿Qué ocurre con lo que no se ve? Bastiat ponía el ejemplo del sastre. Ahora que te han roto la ventana, tendrás que destinar esos 100 que habías pensado gastar en un traje nuevo, en la compra de un nuevo cristal. Por tanto, es fácil concluir que lo que gana el cristalero, lo pierde el sastre. Una trampa La gente suele ser engañada por quedarse con lo que se ve, es decir, el dueño del comercio y el cristalero, y olvidar lo que no se ve, el sastre. Al fin y al cabo la gente podrá ver la ventana arreglada al día siguiente y al cristalero trabajando, pero nunca verán el traje extra que se habría vendido. No es raro que veamos a muchos economistas alabar los posibles beneficios de grandes actos de destrucción. Éstos ven grandes oportunidades de producción en las guerras y prosperidad en la posguerra por la demanda diferida ocasionada. Esta demanda diferida lo que provoca es que haya una desviación de la demanda hacia algunos productos determinados. Por ejemplo, tras la II GM, los europeos destinaron muchos recursos a edificar nuevas viviendas debido a la destrucción de éstas. Sin embargo, al hacerlo, restaban mano de obra y capacidad productiva a otras actividades. Aparte de lo comentado anteriormente, la clave de todo está en tener muy presente que no sólo se produce un desplazamiento de la demanda, de unos bienes a otros, sino que se produce una reducción de la demanda en su totalidad. Al fin y al cabo, oferta y demanda son dos caras de la misma moneda, es decir, son dos cosas iguales vistas desde ángulos distintos.