La llamada Ley de Say, o Ley de los Mercados de Say, es una contribución central que ha perdurado en el tiempo. La Ley de Say recorre, de alguna manera, el centro de la teoría económica afectando desde aspectos básicos de la economía hasta dificultades en los ciclos económicos. La Ley de Say sostiene que es la oferta la que generadora de demanda, y no la demanda la que genera oferta. Para ver esto con mayor claridad es importante abrir demanda en dos de sus componentes. Necesidad o preferencias, y poder de compra. Que una persona desee comprar una Ferrari, o un auto Porche, no quiere decir que pueda demandarlo si no ofrece nada a cambio. Su efecto en la demanda de Ferrari y Porche es nulo. Aquello que puede ofrecer para demandar bienes determina su poder de compra. De modo tal que su demanda depende del poder de compra de su oferta. Aquel que quiere demandar un bien o servicio sin ofrecer nada a cambio no tendrá éxito. Esto no quiere decir que cualquier oferta genera demanda. Sino que es el valor que el mercado asigna a lo que se ofrece lo que luego permite demandar bienes y servicios en el mercado. Un productor que desea ofrecer autos que no funcionan no podrá demandar mucho una gran cantidad de bienes a cambio dado el bajo valor que el mercado asigna a su producto. En otras palabras, el poder de compra de la oferta es la otra cara de la moneda de la demanda que uno puede ejercer en el mercado. Esto lleva a una conclusión importante. No puede haber en el mercado excesos generales de oferta en el mercado, dado que toda oferta posee una similar magnitud de demanda como contrapartida. Al ofrecer se está demandando algo a cambio. Lo que sí puede suceder es que haya excesos de demanda u oferta en mercados particulares, lo cuales provocan escaseces en otros mercados. Por ejemplo, un exceso de oferta de viviendas en un boom inmobiliario implica un sub-oferta de otros bienes y servicios en otros mercados. Esto implica que las crisis económicas no se deben a excesos generalizados de oferta, o a un problema de sobre-producción, sino a distorsiones entre mercados. Este es el motivo por el cual Keynes, años más tarde, necesita criticar la Ley de Say para avanzar en sus teorías. En el caso del trueque la Ley de Say es clara y directa, la oferta de un bien es la demanda de otro. La Ley de Say es igual de válida en presencia de intercambios monetarios. El argumento de Say consistía en que es un incremento en la oferta de bienes, y no la cantidad de dinero, lo que provoca aumentos en la demanda. Un aumento en la cantidad de dinero altera el nivel de precios, pero no la cantidad demandada. Esto también se ve claramente si pensamos en el dinero como un bien más en el mercado. La mayor oferta de dinero permite incrementar la demanda de bienes y servicios, lo cual lleva a un incremento en el nivel de precios. Esto implica una caída en el precio del dinero. En otras palabras, al incrementarse la cantidad de dinero el precio relativo del dinero respecto a bienes y servicios cae. Esto no es una violación de la Ley de Say, es justamente lo que la ley de Say sostiene. Sólo es posible violar la Ley de Say de manera transitoria en la medida en que no se considere al dinero como un bien y sea algo exógeno al sistema. En ese caso puede haber un aumento en el poder de compra al incrementar la cantidad de bienes y servicios dado que el dinero no es considerado un bien. No hay motivos, sin embargo, para no considerar al dinero un bien más en el mercado. Si los bienes tienen un precio en términos de dinero, entonces el dinero tiene un precio en término de bienes y servicios, si el dinero tiene precio, entonces es un bien más en el mercado. Dinero metálico como el oro y la plata claramente califican como bienes, dado que además de poder ser utilizados como bienes de cambio pueden ser utilizados para consumo o como factores de producción. El dinero fiat, al no ser sólo un bien de cambio y no un bien de consumo, puede dar la impresión de no pertenecer a la familia de bienes y servicios. Sin embargo, en la medida que sea valuado y demandado por el mercado es un bien más. La Ley de Say tampoco ha estado libre de errores de interpretación. Las expresiones contemporáneas de la Ley de Say, por ejemplo en manuales de texto, dan a entender la Ley de Say en un sentido de estático o de equilibrio. Say, sin embargo, estaba hablando en el contexto de un proceso de mercado, como hacían los clásicos y continuaron haciendo los Austriacos. La economía estática y el análisis de las condiciones de equilibrio son más una novedad de la economía formal y matemática post marginalismo que un rasgo distintivo de los clásicos. Distinto es el caso de la Ley de Walras que sí habla de mercados en equilibrio. Según la Ley de Walras si todos menos un mercado se encuentra en equilibrio, entonces el mercado restante también debe estarlo. Claramente hay un relación con la Ley de Say, dado que no hay excesos en todos menos un mercado, entonces no puede haberlo en el último. La Ley de Say, sin embargo, es más flexible y general. En primer lugar no requiere equilibrios en los mercados, si no que no permite sobreproducción generalizada. En segundo lugar, la Ley de Say no implica un equilibrio estático, sino un proceso de mercado, mientras que la Ley de Walras implica un contexto de equilibrio estático. ****Associate Professor of Economics | Metropolitan State University of Denver