En 1973 se estrenó la película estadounidense de ciencia ficción “Cuando el destino nos alcance”, protagonizada por el Charlton Heston y dirigida por Richard Fleischer, basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966), de Harry Harrison y que, a 47 años de distancia, parecía ser el adelanto del desastre sanitario que ahora aqueja a la humanidad por el Coronavirus. Una película que exhibe cómo la contaminación y el calentamiento global, provocado por la industrialización del siglo XX, llevó a la humanidad al hacinamiento, escasez de alimentos y destrucción de la flora y fauna. Ante el desastre ecológico, los humanos acuden voluntariamente a centros de muertes, donde son dotados de bebidas para terminar sus vidas, con música y viendo paisajes, bosques, animales, selvas, montañas y mares que ya no existen. En este futuro distópico del año 2022 – ahora estamos en el año 2020- por el “efecto invernadero”, la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, físicamente separadas en una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y dos variedades de un producto comestible: Soylent rojo y Soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación, ya que los alimentos naturales son un privilegio para los sectores dominantes. La compañía Soylent es una empresa que fabrica y provee los alimentos procesados de concentrados vegetales a más de la mitad del mundo. Soylent verde es el nuevo producto alimenticio sacado al mercado, basado en plancton, según la publicidad de la empresa. Robert Thorn (Charlton Heston) es un policía detective de la ciudad. Vive con su amigo “Sol” Roth, un anciano ex profesor y oficialmente ayudante suyo (al que se refiere con el apodo de “Libro” y que investiga datos en libros acerca de los casos asignados a Thorn) que vive rememorando el pasado: cuando el planeta era más habitable y existía suficiente alimento para todos. Sin embargo, Thorn, que ha vivido casi toda su vida en la catástrofe ecológica, no se muestra interesado en estas historias, las cuales encuentra difíciles de creer. Thorn se ve involucrado en la investigación del asesinato de uno de los principales accionistas de la compañía Soylent, William R. Simonson, que ha sido encontrado muerto en su apartamento. Decide hacer una visita al lugar y encuentra el cadáver en un charco de sangre, con múltiples golpes en la cabeza. Recorre el lugar y se encuentra con cosas que nunca había visto antes, como un refrigerador con alimentos; licores, una ducha con agua caliente y jabón, y una biblioteca. Más tarde llegan la concubina de Simonson, Shirl, hermosa joven de 21 años, llamada eufemísticamente “parte del mobiliario”, y el guardaespaldas de Simonson, Tab Fielding. Al ser interrogado, Fielding dice que Simonson le había ordenado acompañar a Shirl de compras, y que por esa razón no estaba en el apartamento en el momento del asesinato, mientras que Shirl menciona que Simonson tenía la mente perturbada desde hace tiempo. Thorn los deja ir, para luego decomisar algo de comida, dinero y un par de libros, antes de regresar a su propio apartamento. Thorn asigna a Sol Roth investigar quién es Simonson y toda la información que pueda de él. Descubre que Simonson era miembro de la mesa directiva de Soylent y al leer los libros que Simonson tenía en su casa, que eran de Soylent y que eran confidenciales, Roth decide dar fin a su vida en el “Hogar” después de descubrir en ellos que los océanos y el plancton se están muriendo y que Soylent Green es fabricado a partir de humanos. El Hogar era un sitio en donde la gente voluntariamente iba a que le terminaran su vida y donde por 20 minutos antes de morir, disfrutaban de música y escenas hermosas, en las cuales se ve el mundo como era antes del desastre ecológico. Mientras agoniza, Roth logra decirle a Thorn (aunque se oyen solo fracciones del mensaje), que siga investigando el asesinato porque se necesitaban pruebas de que se fabricaban los alimentos a partir de la misma gente (el mar estaba muriendo y ya no había plancton comestible en el mar), y exponer el caso ante un tribunal mundial para tratar de frenarlos.