El origen de las fiestas patrias

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Por Rafael Paz La celebración del Grito de Independencia ha cambiado a través de los años. La conciencia de nación tardó varias décadas en arraigarse entre los mexicanos. El primer aniversario “no es una celebración como la actual, se hizo una conmemoración. Más religiosa que cívica porque todo tenía que ver con la religión en aquellos años”, explica Israel Álvarez Moctezuma, académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y añade que es la misma razón por la que el cura “Hidalgo usa las campanas de la iglesia, en ese entonces le daban sentido y forma a la vida de pueblos y ciudades.” Las primeras conmemoraciones del inicio de la lucha de Independencia se dan “desde el 1812-13, en plena Guerra de Independencia, Morelos hace una. Las celebraciones más en forma se dan años después de consumada la Independencia. El que primero hace de la conmemoración algo más festivo y lúdico es Maximiliano durante el Segundo Imperio, que repite el grito de independencia y el discurso republicano durante la celebración”, explica Álvarez Moctezuma. Esta separación entre el primer aniversario de la consumación de Independencia, que da paso al Primer Imperio Mexicano bajo el mando del General Agustín de Iturbide, y la celebración lúdica se debe en parte al complicado proceso de unificación que se vivió en territorio mexicano a lo largo del Siglo XIX. “Termina el Virreinato y acaba todo un orden social, político y cultural. Reinventar una nación es un proceso muy complejo. Los signos identitarios como la bandera, el himno, el territorio, la cultura, la lengua, es complejo y más en una sociedad tan profundamente dividida como la novohispana”, puntualiza el también editor del Seminario Interdisciplinario de Estudios Medievales de la Facultad de Filosofía y Letras.

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A esto añade: “los españoles no se sentían mexicanos, ni los indios de Yucatán o Oaxaca se sentían mexicanos. Mucho menos los del norte. Darle identidad a una sociedad tan compleja es una tarea titánica. Festejar una guerra fratricida, una guerra civil, donde no se nos olvide hay hermanos peleando entre ellos. Muchas veces no lo dimensionamos, dejó una sociedad tremendamente dividida entre independentistas y realistas, no había ánimos de celebrar nada. Se tenían que calmar las aguas.“ Estos enfrentamientos ideológicos retardaron la maduración del Estado Mexicano y, por consiguiente, el uso del festejo independentista como unificador de la identidad nacional. “Las guerras civiles que vive el país durante el XIX acaban con la paz porfiriana. Son luchas entre conservadores, vinculados a la iglesia católica y las instituciones de la monarquía, y los liberales, que buscan una República, división de poderes, el laicismo”, afirma el investigador. “Es sintomático del Siglo XIX mexicano que no hay un discurso identitario de unidad. Eso será un producto del gobierno postrevolucionario, del Estado Mexicano del Siglo XX. Las cosas que vinculamos a la mexicanidad son de ese siglo y son muy artificiosas, como el Día de Muertos o la estética de los charros, la comida o el mariachi. La mercadotecnia del estado nación, ayudada por los grandes discursos cinematográficos y literarios.” Nace el festejo Irónicamente sería Maximiliano de Habsburgo, Archiduque de Austria o Maximiliano I de México, cabeza del Segundo Imperio Mexicano, quien dotaría al aniversario independentista de su cariz más lúdico y social, buscando detonar un sentimiento de unidad nacionalista y de distanciamiento con la época virreinal. “Maximiliano viene con un ejército invasor a someter a un país soberano. No debemos de olvidar que es un gobierno espurio impuesto por un ejército invasor. Se está aprovechando una potencia global, como era Francia, de un estado muy débil. Maximiliano no vino a hacernos un favor, es un monarquista convencido. No era republicano, es un mito que era más republicano que Juárez.” “Es un príncipe y ferviente creyente de las instituciones monárquicas. Era un tipo muy sensible a los ánimos de la Ciudad de México, que fue lo que más conoció, se dio cuenta de que este festejo de la Independencia de España, una potencia enemiga de Francia, era un buen gesto. Una celebración que desvinculaba el pasado prehispánico y marcaba el inicio de una nueva monarquía. Como anunciar una nueva administración”, argumenta el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras. Si la celebración no obtuvo un mayor ímpetu se debió a que “finalmente muchas de las élites mexicanas no lo apoyaban. Había bastantes familias influyentes que eran republicanas y no querían un príncipe extranjero. La Ciudad de México de esos años era un caos político. Lo mismo se festejaba la Independencia que el Día de la Candelaria. El Imperio de Maximiliano era un poco de cartón y de salón, porque no hacía otra cosa más que bailes y emitir bandos. Es significativo que lo haga por primera vez pero no es profundamente importante. El festejo verdaderamente nace con el centenario, con Porfirio Díaz.”, puntualiza el experto. El diseño de los festejos del centenario de la Independencia de México surge de seguir el ejemplo de otros estados que nacieron en el Siglo XIX, como la celebración de la toma de la Bastilla en Francia o la conmemoración del 4 de julio en Estados Unidos. Sin embargo, en México, a diferencia de los dos países mencionados, los antagonismos políticos seguían a flor de piel, las desigualdades sociales sólo se acrecentaron durante el Porfiriato. “Con las tensiones políticas y sociales del régimen porfirista, el festejo del centenario fue el canto de cisne del Porfiriato. Se acabó el dinero. Las imágenes de las fiestas del centenario son impresionantes. La máquina del estado porfirista se echó a andar al máximo. El final de un régimen que era totalmente antidemocrático y genocida, no era un cuento de hadas como algunos quieren hacer ver. Por algo se hizo una revolución, no todos estaban contentos”, detalla Israel Álvarez Moctezuma, a lo que añade: “Es importante para el estado nación (celebrar), socialmente las fiestas nacionales sirven para unir a la gente. Es lo más rescatable de este tipo de celebraciones.”