La ciudad que secó sus lagos y hoy enfrenta la escasez de agua

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Por Natalia Verónica Soto Coloballes* La Cuenca de México es una de las regiones que más ha sufrido grandes transformaciones. A la llegada de los españoles, Tenochtitlán era una pequeña ciudad rodeada de seis lagos, los cuales se juntaban en época de lluvias y formaban el Lago de Texcoco, el cuerpo de agua más importante para el funcionamiento hidrológico del Valle de México y que en sus mejores épocas cubría casi 2 mil kilómetros cuadrados. Quinientos años después sobre la traza de este gran lago se erige una de las urbes más grandes del mundo: la Ciudad de México con sus 21 millones de habitantes. El paisaje lacustre hoy en día es un recuerdo. Paradójicamente, hoy esta gran ciudad enfrenta la escasez de agua. Para entender esta gran contradicción hay que remontarse a la historia. Por siglos los habitantes de la ciudad sufrieron las consecuencias catastróficas de las inundaciones. Por ejemplo, en 1629 con el aguacero de San Mateo, el que duró 36 horas, la ciudad quedó inundada cinco años, lo que enfermó y llevo a la muerte a muchos de sus habitantes. Desde la Colonia se intentó sacar fuera del Valle de México las aguas de los ríos y lagos. De ahí la construcción del histórico Tajo de Nochistongo, la primera salida de las aguas ideada por Enrico Martínez en el siglo XVII. Tiempo después, a finales del siglo XIX durante el mandato del presidente Porfirio Díaz, se construyó el gran Desagüe del Valle de México y la red de colectores y atarjeas. Bajo el mando de los ingenieros Luis Espinosa y Roberto Gayol, respectivamente. Con estas obras la naturaleza cerrada de la cuenca se modificó, lo que dio lugar a una serie de tensiones ambientales, las que convergieron en un serio deterioro ecológico, pero que en su momento no se percibieron como tal. De hecho, en marzo de 1900, Porfirio Díaz ofreció una de las más grandes fiestas para inaugurar las obras. No obstante, el Desagüe del Valle de México no consiguió evitar las inundaciones. A los pocos años se presentaron una serie de efectos no deseados como las tolvaneras y más adelante el hundimiento de la ciudad. Este último derivado del crecimiento de la población y la extracción desmedida del líquido de los mantos acuíferos para satisfacer la demanda de los nuevos habitantes. De modo que, como mencionaba el ingeniero Adolfo Orive en los años cincuenta: “la ciudad se inundaba por falta de agua”. Por lo que para resolver dichos problemas los científicos, arquitectos e ingenieros llevaron a cabo colosales obras en los siguientes años.

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Grandes obras Para resolver la falta de agua en 1951 fue inaugurado el Sistema Lerma, la primera obra para importar el vital líquido de otras cuencas. En 1974, se empezó a explotar los mantos acuíferos del Valle de México y de Toluca. Y en 1982 inició la operación del Sistema Cutzamala, uno de los más grandes del mundo. Y para solucionar el problema de las inundaciones debido al hundimiento de la ciudad se construyó el Drenaje Profundo, inaugurado el 9 de junio de 1975. Un colosal sistema de túneles por debajo del manto freático, que en algunos tramos alcanza los 200 metros de profundidad, por lo que fue construido en gran medida por mineros. Las aguas negras y pluviales conducidas por este sistema descargan en el Río Tula, en Hidalgo. Tal es su abundancia que dieron origen al Sistema Nacional de Riego 03, conocido como Valle del Mezquital. En los últimos 40 años, el Drenaje Profundo se ha ampliado de manera importante, se han añadido nuevos túneles y prolongado el sistema hasta regiones cada vez más lejanas. Estas magnas obras constituyen un modelo inédito de concebir la naturaleza y relacionarse con el medio ambiente. Constituyen lo que Manuel Perló ha llamado el paradigma hidráulico. Es decir, la construcción de infraestructuras hidráulicas a partir del Porfiriato, con el fin de permitir el desarrollo y crecimiento de la ciudad. Pero si bien han permitido el impulso de la metrópoli también han tenido consecuencias no deseadas: la ciudad lacustre carece de agua, al mismo tiempo que continúa hundiéndose cada año e inundándose en época de lluvias. Ninguna obra ha resultado suficiente, por lo que es el momento de cambiar de paradigma y empezar a ensayar otras posibilidades. * UNAM: Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Becaria del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, asesorada por el doctor Javier Delgado Campos. Bibliografía Manuel Perló Cohen, El paradigma porfiriano. Historia del desagüe del Valle de México, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, 1999, 314 pp. Adolfo Orive Alba, “Los problemas del Valle de México”, en Ingeniería Hidráulica en México, núm. 2, vol. 6, abril-mayo-junio 1952, pp. 1-13. Manuel Perló Cohen y Arsenio Ernesto González Reynoso, ¿Guerra por el agua en el Valle de México?: estudios sobre las relaciones hidráulicas entre el Distrito Federal y el Estado de México, México: UNAM, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, Coordinación de Humanidades, 2009, 2da edición, 157 pp. Gerardo Cruickhank, Proyecto Lago de Texcoco. Rescate Hidroecologico, México, 1998, 137 pp.