No es un cansancio normal… es burnout

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Por Rafael Paz Si en tiempos recientes has sentido que el estrés en el trabajo te supera, las estadísticas dicen que no estás solo. De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) –http://www.imss.gob.mx/salud-en-linea/estres-laboral–, el 75 % de los mexicanos experimenta fatiga por estrés laboral, superando a países como China y Estados Unidos. Y eso no es todo. Es posible que ver a tus compañeros experimentar el síndrome de desgaste profesional –conocido en el mundo anglosajón como burnout– también esté afectándote porque, como explica el IMSS: “el estrés es potencialmente contagioso, ya que estar cerca o visualizar a otras personas en situaciones de estrés puede aumentar los niveles de cortisol del observador”. Es un fenómeno que no se presenta únicamente entre los trabajadores mexicanos; por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) –https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_856931/lang–es/index.htm– calculan que en el mundo cada año se pierden 12,000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad que experimentan quienes participan en el mercado laboral; esto significa, siguiendo sus cifras, que el costo para la economía mundial de este fenómeno ronda el billón de dólares. Por ello, en 2019, la OMS –https://www.who.int/publications/i/item/WHO_MNH_MND_94.21– decidió reconocer el síndrome de desgaste profesional como una enfermedad que afecta a los trabajadores de manera mental, física y emocional: “es un proceso de desarrollo que comienza con niveles excesivos y prolongados de estrés laboral, el cual produce tensión en el trabajador. El proceso se completa cuando los trabajadores afrontan defensivamente el distanciamiento psicológico del trabajo y se vuelven apáticos, cínicos o rígidos”. El IMSS advierte que las consecuencias a largo plazo pueden llevar al trabajador no sólo a una reducción de productividad y un descenso en la calidad de vida, sino también a problemas de salud física y/o mental, trastornos de depresión y ansiedad, conflictos en el seno familiar, riesgos de alcoholismo y otras adicciones. ¿Cómo puedo identificarlo? “En realidad el síndrome de desgaste profesional tiene muchas características que se empalman con los trastornos de ansiedad y los depresivos.” Afirma lo anterior Ingrid Vargas Huicochea, investigadora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, quien además subraya: “Sin embargo, el punto importante es que está directamente relacionado con el aspecto laboral; encontramos que mucho del malestar psicológico que se presenta tiene que ver con las circunstancias laborales, con la sobrecarga, con la frustración en el trabajo.” La especialista señala que el síndrome de desgaste profesional está ligado a tres síntomas. El primero es que quien lo sufre experimenta cansancio, pero éste no es físico sino emocional, y con el paso de los días se incrementa. “Me siento así aunque no haga nada”, comenta. El segundo se manifiesta como una sensación de “voy en automático al trabajo”, explica Vargas Huicochea, “es lo que se conoce como el componente de despersonalización, en el que el individuo, un poco para protegerse de todo el malestar y la frustración que está viviendo en el trabajo, continúa yendo pero como despersonalizado, no está ahí”. La triada de síntomas se completa cuando el individuo experimenta “el abandono de toda realización personal. Platicas con él y no se proyecta a sí mismo, no hay un futuro, no tiene mayores expectativas. Está ahí porque no tiene otra cosa mejor, pero tampoco se ve a sí mismo en un crecimiento dentro de ese escenario laboral”. En grupo también es posible identificar a un compañero afectado por el burnout, confirma la investigadora: “el individuo en su trabajo está más bien aislado, tiene poca o intenta tener poca convivencia con los demás, se siente inquieto –tanto en el trabajo como fuera de él– y algo le preocupa constantemente, aunque a veces ni siquiera sepa de manera definida qué, pero se siente intranquilo por algo”. Asimismo, añade, “está como nervioso, puede tener muchos miedos que antes no tenía y que ahora aparecen, sobre todo en forma de pensamientos muy negativos; cuando tiene que tomar alguna decisión, de inmediato su mente lo transforma en algo mucho más difícil de lo que realmente es, y la expectativa es que siempre salga mal, por eso empieza a tener temores y comienza a dejar de hacer más cosas de las que ya había abandonado. Suele haber cierta fragilidad emocional”. Al identificar estas señales, es indispensable que quien las padece acuda con un especialista lo más pronto posible. “No tengo por qué terminar el día con mal sabor de boca de ‘no hice nada bueno, otra vez fue lo mismo, nadie me reconoce’. Vale la pena acercarse a un profesional y explorar qué está pasando. Siempre damos la recomendación de que idealmente se tenga una primera valoración por parte del médico psiquiatra”, argumenta Ingrid Vargas Huicochea. A lo que agrega: “sé que somos pocos, que estamos rebasados en nuestras consultas, tanto en lo público como en lo privado se encuentran atiborradas, pero la verdad es que insistimos que ante cualquier malestar emocional o psicológico busquen una valoración psiquiátrica, porque los psiquiatras haremos una evaluación tanto mental como física. Vamos a tratar de ver de manera integral al individuo y sus condiciones y, a partir de ello, podremos hacer una invitación temprana”.

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¿Qué hacer? Para María del Rocío Morales Solís, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, resulta complicado combatir los efectos del síndrome de desgaste profesional entre los mexicanos porque la mayoría carece, por diversas razones, de inteligencia emocional para enfrentar este tipo de situaciones. “Lamentablemente, a la sociedad mexicana le faltan muchos conocimientos, en especial hay un gran analfabetismo emocional. Uno de los elementos clave es dominar la información de lo que es la inteligencia emocional y las técnicas del manejo de emociones, ya con tener eso sería fantástico”, asegura y añade: “Es fundamental poder gestionar las emociones, porque cuando se presentan tienen un mensaje para nosotros, y al sentirlas deberíamos poder reconocerlo. Por ejemplo, cuando me asignan más trabajo puede aparecer enojo, que si se queda adentro nos impide pensar, no nos permite concentrarnos ni generar el mejor plan de acción para solventar la situación. ¿Qué pasa? Empezamos a autoagredirnos o soltamos esa catarsis sobre alguien que no tiene que ver con lo que sucede.” Esa alfabetización emocional, de acuerdo con Morales Solís, tiene que ser resuelta tanto por las empresas como por los trabajadores: “Hay una responsabilidad mutua. Resulta interesante entender que estamos atravesando una pandemia, algo que nadie pensó vivir. Es un factor que, en este momento, diría que rebasa ese 75 % del IMSS; somos más los que estamos experimentando estrés. Antes de la pandemia, ya se vivía una desaceleración económica y procesos de inflación en nuestro país. Esto reduce la posibilidad de tener condiciones laborales idóneas”. “Con tal de ahorrar, se han adelgazado los organigramas, así donde antes trabajaban cien personas, ahora hay 20. Es un impacto muy duro tanto para los que despidieron como para los que se quedaron. El síndrome de burnout tiene dos responsables. Primero, la gente de la organización, los que piden cubrir más allá de lo posible; es infrahumano, porque tú como persona cuando recibes las instrucciones no te sientes con la capacidad de decir ‘no, no puedo, mi organismo ya no puede responder’. Nos hacemos cómplices y esto lleva a una situación más difícil”, señala. Y prosigue: “Cuando las empresas y sus directivos no identifican que ese fenómeno se está extendiendo al equipo, lo saturan e inicia una debacle física y mental, porque han perdido cierta dimensión de cómo es el trabajo en todos los niveles. Si no se sensibilizan y siguen generando instrucciones, es indispensable entender que hay consecuencias: comienza el ausentismo y luego llega un momento en que la gente queda verdaderamente afectada de por vida”. Más factores La especialista de la ENTS mencionó que el machismo prevaleciente en nuestro país es otro obstáculo que impide a los trabajadores mexicanos tener una inteligencia emocional más adecuada. “Es muy complicado que los hombres acepten que se encuentran viviendo saturados, porque sienten que es una posición que acaba con esa fuerza vigorosa, los puede llevar a una situación extrema. Los hombres no abren su sentir para no perder fortaleza. Debemos manejar mejor los procesos de capacitación, enseñanza y aprendizaje sobre inteligencia emocional”, apunta y subraya: “La mayoría de los mexicanos no buscamos trabajar la salud mental, sentimos desequilibrios internos –no estoy durmiendo adecuadamente, no descanso, me despierto más cansado, no tengo energía– que tendríamos que comentar con un especialista en salud mental. Todavía hay creencias que ven como algo debilitante acudir con un psicólogo, a terapia o al psiquiatra. Esto hace muy complicado trabajar el burnout en México y empezar a revertir sus efectos.”