Persisten prejuicios para que mujeres alcancen puestos de alta dirección

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Por Sandra Delgado “Las razones por las que las mujeres no llegamos a puestos de alta dirección se vinculan con roles y estereotipos, pues de origen la sociedad nos asigna tareas según el sexo; es decir, a nosotras se nos asocia con los cuidados del hogar, mientras que a ellos con la fuerza, la toma de decisiones, la asertividad y la ambición”, asevera Sandra Barranco García, investigadora de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), México figura entre los países con menor presencia femenina en sus consejos de administración. En 2022 la entidad, junto con otras organizaciones, analizó los organigramas de 182 empresas listadas en la Bolsa Mexicana de Valores a fin de medir la inclusión en altos cargos. De este trabajo se desprende que la compañía con mayor porcentaje femenino en su consejo de administración se dedica a las telecomunicaciones (con un 43 por ciento de consejeras); que sólo siete firmas tienen a una directora general al frente, y que el 68 por ciento de estas empresas no tienen a empleadas en puestos de dirección relevantes. “Es responsabilidad de las empresas y el Estado crear espacios de conciliación entre lo personal y familiar, así como evitar sesgos en la contratación y la promoción bajo el supuesto de que, como una madre tiene responsabilidades fuera de la oficina, se distraerá de sus obligaciones laborales. Es necesario sensibilizar a través de la capacitación y medidas afirmativas para ampliar el número de trabajadoras con poder de decisión”, expresa la subdirectora de Transversalización de Políticas Universitarias. Se debe fomentar la corresponsabilidad dentro de las familias para que los hombres participen más en las tareas del cuidado a fin de que ellas tengan más tiempo para prepararse y asumir responsabilidades empresariales sin preocuparse de que el entorno doméstico quede desatendido si le dedican tiempo y espacio a sus aspiraciones profesionales, añade. “En el país no existe una política pública que impulse la inclusión dentro de los espacios laborales ni que erradique la discriminación y violencia. Los puestos de alta dirección suelen estar masculinizados y se desarrollan en espacios donde las actitudes machistas y misóginas son frecuentes; ello hace que las empleadas duden sobre si encajarán ahí o si podrán conciliar su vida familiar con la laboral en caso de un eventual ascenso”, indica. Según el estudio del IMCO, en México las mujeres ocupan apenas el 12 por ciento de los puestos relevantes en una compañía y una de ellas es Sophie Anaya Levesque, madre de tres hijos y profesionista que, a lo largo de sus 30 años de experiencia en los sectores empresarial, gubernamental y educativo, ha intentado romper el llamado “techo de cristal”, es decir, las normas no escritas que ponen trabas al acceso femenino a altos cargos. “Durante mucho tiempo me ha tocado ser la única mujer en las salas de juntas y eso implica un reto, porque los hombres tienden a escucharte menos. Ellos por cultura se arrebatan la palabra, se interrumpen y disfrutan de esa dinámica. Si no te pones lista ¡te aplastan y puedes ser invisibilizada!”, puntualiza Anaya. Ingresos competitivos Para Alicia Girón González, investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, la brecha de género también se refleja en que las trabajadoras no accedan con facilidad a ingresos competitivos porque gran parte de ellas sólo estudió hasta la secundaria (según datos del INEGI de 2020, seis de cada 10 personas sin educación de 15 años o más son mujeres, lo que genera una serie de desigualdades en lo laboral, salarial y sanitario). “Además, por cuestiones culturales, suele creerse que el sueldo de una empleada es un mero complemento del de su pareja, cuando con mucha frecuencia son ellas las proveedoras principales de sus hogares”. Por su parte, Sophie Anaya subraya que una madre invierte más en la salud y la educación de su descendencia y comparte que todos los días debía encontrar un punto de equilibrio que le permitiera atender tanto su trabajo como a sus hijos. “Manejar una doble jornada me ayudó a crecer como persona y profesionista, aunque me desgastó en lo físico y mental”. En México –agrega– es necesario abordar lo presupuestal con enfoque de género, pues todo quien ocupe el mismo escalafón jerárquico debe ganar el mismo salario sin importar el sexo, pues ello es un asunto de justicia. “Asimismo, es preciso tomar en cuenta la educación y salud de las niñas, porque se trata del futuro de este país. En la medida en que las mujeres estén mejor preparadas romperemos el techo de cristal en todos los sectores: en el público, en el educativo y en el de la empresa privada”.