Por Luis Levar El doble shock, sanitario y económico, generado por la pandemia COVID-19 provocó, sin duda alguna, la mayor disrupción en la historia del sector educativo en la región de América Latina y el Caribe, llevando al cierre masivo de escuelas en todos los niveles educativos y afectando a más de 170 millones de estudiantes en toda la región, establece el Banco Mundial en su reporte Actuemos ya para Proteger el Capital Humano de Nuestros Niños: Los Costos y la Respuesta ante el Impacto de la Pandemia de COVID-19 en el Sector Educativo La institución establece que a pesar de los enormes esfuerzos realizados por los países para tratar de mitigar la falta de educación presencial a través de sistemas de educación a distancia, el impacto sobre la educación está siendo demasiado alto y los aprendizajes se están desplomando en la región. La “pobreza de aprendizaje” al final de la educación primaria podría aumentar en más del 20 por ciento con un aumento aproximado de 7.6 millones de “pobres de aprendizaje”, aun con un cierre de escuelas promedio equivalente a 70 por ciento del año académico. Más de 2 de cada 3 estudiantes de educación secundaria podrían caer por debajo de los niveles mínimos de rendimiento esperados, y las pérdidas de aprendizaje serán sustancialmente mayores para los estudiantes más desfavorecidos. Esto significa que, en promedio, dos de cada tres estudiantes en educación primaria no serían capaces de leer o comprender un texto sencillo adecuado para su edad. Tomando en cuenta un cierre de 10 meses, señala que el 71 por ciento de los estudiantes del primer ciclo de educación secundaria podrían caer por debajo del nivel mínimo de rendimiento, de acuerdo con el puntaje en la prueba PISA, desde un nivel pre-COVID-19 de 55 por ciento, lo que implica que más de dos de cada tres estudiantes del primer ciclo de educación secundaria no serían capaces de comprender un texto de extensión moderada. Los países que permanecieran con sus escuelas cerradas por tres meses adicionales (13 meses en total) podrían alcanzar pérdidas de 1.7 años, y más de tres de cada cuatro adolescentes promediando su educación secundaria podrían caer por debajo del nivel mínimo de rendimiento. A mediano y largo plazos, esto se traduciría en enormes pérdidas en capital humano y productividad. Refiere que las pérdidas de aprendizaje podrían traducirse en un costo económico total, medido en términos de pérdida de ingresos futuros a percibir, de hasta 1,700 millones de dólares, tomando en cuenta dólares de paridad de poder adquisitivo — PPA— (de 2017) y una duración estimada de 10 meses de cierre de escuelas. Con más del 80 por ciento de los alumnos por debajo del nivel mínimo de rendimiento, las pérdidas de aprendizaje podrían impedir que los estudiantes desarrollen habilidades y competencias consideradas básicas/fundamentales en varios países. Subraya que realmente no hay tiempo que perder. Todos los países deberían actuar ya para asegurarse que las escuelas estén listas para reabrir de manera segura y eficaz en a fin de acelerar el proceso de recuperación de los dramáticos efectos de la pandemia. Indica que hay muchas lecciones y evidencias de experiencias positivas que van emergiendo y que pueden ser aprovechadas por los países, los cuales también deben asegurarse de proteger el financiamiento público de la educación, para facilitar este proceso de reapertura. Y reconoce que aun cuando los sistemas educativos de toda la región enfrentan un desafío jamás experimentado, esta situación excepcionalmente difícil también abre una ventana de oportunidad para poder ayudar a reconstruir los sistemas educativos para lograr que sean más efectivos, más equitativos y más resilientes. Finalmente, advierte que los efectos de la pandemia trascienden el impacto directo sobre el aprendizaje o los años de escolaridad; atraviesan muchas otras áreas en la vida de los estudiantes y, sin lugar a dudas, persistirán durante toda la vida. Reporte completo en https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/35276?locale-attribute=es