Publicado el 09 jul. 2021
A medida que pasan los meses desde la irrupción del coronavirus los investigadores van desentrañando más detalles sobre el patógeno: qué ataca, cómo lo hace y también cómo se contagia. Frente a los primeros momentos en que se desaconsejaba el uso de la mascarilla (la OMS y también nuestro ministro de Sanidad) ahora se conocen aspectos clave, como la importancia de los aerosoles como vía de contagio y también una transmisión peculiar en la que parecen tener un peso muy importante los denominados "eventos superpropagadores" y los pacientes que actúan como supercontagiadores.
Los superpropagadores no son un fenómeno nuevo propio del coronavirus sino que han actuado en la transmisión de otras muchas enfermedades. Se trata de personas que no son conscientes de que tienen la enfermedad, que mantienen una alta actividad social y que son capaces de contagiarla a una gran cantidad de personas si se dan las circunstancias adecuadas. Quizás la superpropagadora más famosa de la historia sea Mary Mallon, una cocinera irlandesa que vivió a principios del siglo XX y que era portadora, sin saberlo, de la bacteria que provoca el tifus. Tras emigrar a Nueva York, Mallon, que había adquirido la bacteria durante el embarazo de su madre pero que nunca había enfermado, trabajó con varias familias: en todos los casos, varios o todos los habitantes de la vivienda desarrollaron la enfermedad sin que acertaran a descubrir cómo se habían contagiado. Hasta que se resolvió el misterio, la cocinera había contagiado a 22 personas de siete casas distintas: el motivo, una deficiente higiene de manos en el manipulado de los alimentos, que hizo que la bacteria responsable de la enfermedad, la salmonella typhi, pasara a los platos que después servía. Fue forzada a guardar cuarentena en varias ocasiones: hasta su muerte, contagió a 54 personas.
En otras enfermedades, como el sarampión, el SARS y ahora el SARS CoV2, han aparecido casos de superpropagadores: personas en periodo de incubación o sin apenas síntomas que mantienen una gran vida social y que, por motivos que se desconocen, son capaces de propagar la enfermedad con una especial virulencia. Según explica a LD la inmunóloga e investigadora en el CSIC Matilde Cañelles, no se sabe apenas nada de por qué existen este tipo de pacientes y qué hace que ellos tengan una especial capacidad de contagio: si se trata de algo relacionado con su sistema inmune, con la carga viral… "Hay tanto mayores como jóvenes", subraya Cañelles, que recuerda un caso vinculado con el SARS de una anciana de más de ochenta años y una intensa movilidad que contagió a muchas personas antes de ser localizada.
Coronavirus: un 10% contagia al 80%
En el caso del coronavirus, la investigación sobre los superpropagadores aún es muy incipiente, aunque sí se sabe que es una vía clave para la expansión de la enfermedad. Un estudio sobre China publicado en abril estimó que un 10% de los enfermos son los responsables del 80% de los contagios, es decir: muchos pacientes no contagian a otros, o contagian a sólo una persona, pero una minoría decisiva es capaz de infectar a decenas en ciertos entornos propicios. Otro estudio sobre la pandemia en la India publicado en Science detectó que un 8% de enfermos eran el responsable del 60% de casos, y que un 70% no lo habrían transmitido a otros.
Aunque hay muchas incógnitas en torno al fenómeno de la superpropagación, sí se sabe que es un fenómeno propio de enfermedades, como la covid 19, con un amplio periodo de incubación: en el caso del coronavirus, explica Cañelles, "es muy largo, de media es seis días pero puede ir hasta catorce y en ese periodo puedes contagiar". A ello se suma, añade, que "hay gente que está pasando el virus" pero apenas presenta síntomas y continúa haciendo vida normal. Es el caldo de cultivo perfecto para que el virus se propague de forma explosiva en ambientes propicios, mal ventilados y con gente sin mascarilla.
En otras enfermedades respiratorias, como la gripe, esta vía de contagio apenas existe. El motivo, que el periodo de incubación de la gripe "es muy corto", de un par de días, y que los síntomas fuertes aparecen rápido, lo que hace que el enfermo enseguida se quede en casa y se aísle. "Por eso es raro que se den eventos supercontagiadores", dice Cañelles. Lo que ha ocurrido en el hemisferio sur, donde la gripe casi ha desaparecido gracias a la mayor higiene y las mascarillas evidencia esa diferencia: la gripe apenas se expande mediante eventos supercontagiadores y el coronavirus, en cambio, encuentra en esta vía el modo de seguir dispersándose esquivando otras formas de prevención.
Hay múltiples ejemplos de todo el mundo de eventos superpropagadores, conocidos también como clusters: uno de ellos son los coros y las iglesias, lugares cerrados donde al cantar se potencia la expansión de la enfermedad por el aire. En Ohio, una única persona contagió a otras 91. Otro ejemplo paradigmático es lo ocurrido en Boston en un congreso médico el pasado mes de febrero: uno de los 200 asistentes contagió el virus a al menos 97 personas y desembocó en el contagio de miles de personas en el área de la ciudad. En Alemania, tuvo mucha repercusión lo ocurrido en una industria cárnica donde el virus se benefició además de las bajas temperaturas y la mala ventilación. En Asia hay también muchos casos documentados, vinculados a cruceros, restaurantes, autobuses… en todos ellos se detecta el mismo patrón: unos pocos infectados contagian a decenas de personas gracias a unas circunstancias propicias.
Los temporeros de Aragón y la segunda ola
En España también se han detectado eventos de estas características que han servido para propagar la enfermedad. Un ejemplo es lo ocurrido este verano con los temporeros de Aragón y Cataluña: un equipo de investigadores internacional que trabaja en la secuenciación de distintas cepas del virus ha comprobado cómo una mutación consiguió ganar prevalencia y expandirse por toda Europa gracias a la diseminación del virus entre los trabajadores de la fruta. La nueva cepa primero se expandió entre los inmigrantes y después comenzó su expansión a otros puntos de España; según los investigadores, luego dio el salto a otros países europeos gracias a los turistas y hoy es la cepa principal en algunos países en esta segunda ola.
Uno de los responsables de este estudio, el investigador del CSIC Iñaki Comas, del Instituto de Biomedicina de Valencia, explica a LD que, aunque no esté probado que la cepa tuviera un origen español ("coincide con otro caso localizado en Holanda"), sí han demostrado que consiguió expandirse y arrinconar a otras mutaciones del virus en España gracias a las "condiciones de vida y de trabajo" de la población temporera, entre los que rápidamente se detectaron decenas de casos. "Lo que vemos es que hay un patrón: algunas de las variantes" del virus "consiguen expandirse muy rápidamente" gracias a un evento de este tipo, "crecen en frecuencia y se distribuyen luego muy rápido" gracias a la "gran movilidad". "Estos eventos de supercontagio actúan como amplificadores" de una mutación en concreto "y eso hace que finalmente se impongan", explica Comas, que apunta que también se está estudiando si, además, esta cepa es especialmente contagiosa.
Comas, miembro del consorcio SeqCovidSpain que estudia los genomas de las distintas variantes del virus en nuestro país, explica que en la primera ola en España hubo una variante predominante que estuvo asociada a otro "evento de superdispersión": un funeral en Vitoria. Según Comas, es el mismo patrón: una variante pudo aprovecharse de un evento de este tipo y hacerse "más frecuente que otras". Controlar qué variante se disemina más y por qué "nos ayuda a ver cómo de bien o mal estamos haciendo el control. Y lo que hemos visto es que con esta nueva variante el control ha sido deficitario", no sólo en España sino también en el resto de Europa.
"Cortafuegos" y un rastreo diferente
Según Comas, la clave ante este tipo de brotes es "tomar decisiones muy rápidas y coordinadas" para tratar de pararlo. "Hay que hacer un cortafuegos" y coordinarse no sólo entre las autonomías sino también con otros países, considera el investigador. "Lo difícil es acertar con el momento, pero sí está claro que, cuanto antes tomes las decisiones, más posibilidades hay de que controles la epidemia", destaca. Cañelles, mientras, subraya la importancia de "un buen trazado" para "encontrar al supercontagiador". "En Asia lo hacen muy bien": en Corea del Sur, al principio de la pandemia, se dieron cuenta de que estaban apareciendo brotes "repentinos" vinculados a eventos religiosos "multitudinarios" y con un buen rastreo han sido capaces de aislarlos enseguida.
Una de las claves sería pedir al infectado que además de sus contactos estrechos informe de qué lugares ha visitado en los últimos días: "Es muy importante ver no sólo la gente con la que has estado en contacto estrecho sino en qué sitios has estado donde seas susceptible de contagiarte.
Lugares con gente sin mascarilla, sin ventilación, reuniones familiares grandes… Ahí es donde un supercontagiador puede infectar a mucha gente" y si se localiza rápidamente el foco y el culpable, es más fácil cortar la propagación del virus. En Alemania, el virólogo Christian Drosten recomendaba hace poco llevar un diario de contactos poniendo especial atención a los lugares visitados, como restaurantes, medios de transporte u oficinas, con el fin de incorporarlos al trazado y localizar clusters. Tras la segunda ola, y para evitar la siguiente, puede que cambiar la forma de rastrear sea clave para detener el virus.
Fuente: Libertad Digital