Un continente artístico llamado San Carlos

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Fabiola Méndez / Leonardo Frías Los cimientos del arte plástico del país y América están aquí. La irrigación estética transgredió fronteras y se pintó, esculpió y edificó el imaginario de la raza y el espíritu. La enseñanza de estas nobles artes nació en este edificio del siglo XVI, aún era la Nueva España, hoy sigue siendo la Academia de San Carlos de la Facultad de Artes y Diseño (FAD). “Es la institución museográfica más antigua de la nación y de América y también la primera escuela de arte del continente americano, que surgió como consecuencia del movimiento de la Ilustración, nos adelantamos varios años a las instituciones más importantes de este tipo en el continente, como museo y academia, incluso al Museo Peale en Estados Unidos.” Así lo explicó José de Santiago Silva, coordinador de Investigación, Difusión y Catalogación del Acervo Artístico de la FAD, quien dijo que la Academia de San Carlos es quizá la institución que más prolongadamente y con más elocuencia ejemplifica la historia cultural del país desde el siglo XIX. “Estamos a una década de cumplir un cuarto de milenio, esto habla de un propósito muy importante que ha sido la constitución del lenguaje pictórico; de esta comunicación visual que ha sido a la postre el rostro y el imaginario de esta nación. ¡No exageraría al decir esto!”, manifestó Gerardo García Luna Martínez, director de la FAD. Tres nobles artes Fue el domingo 4 de noviembre de 1781, Día de San Carlos Borromeo, Patrono de las Artes, en aquel edificio que había sido la Casa de las Monjas y a la postre el Hospital del Amor de Dios, donde se fundó la primera escuela de las tres nobles artes (arquitectura, pintura y escultura) por Jerónimo Antonio Gil, también grabador mayor de la Casa de Moneda. Era un hospital prácticamente desmantelado, indicó José de Santiago, hubo muchos intentos de construir un edificio adecuado, incluso hay planos del inmueble que se pensaba construir precisamente en el solar de Nipaltongo, que es donde está ahora el Palacio de Minería. “Se comenzó a trabajar en las condiciones precarias de un hospital, con espacios muy pequeños, eran cubículos para enfermos, que fueron adaptándose. Cuando llega (Javier) Cavallari (1864), le da la lógica que tiene actualmente, él crea la fachada, con las figuras de los dos paradigmas del arte occidental”, describió. Fue, agregó García Luna Martínez, una academia con una bula real, para constituir a los grabadores, pintores, arquitectos, previo a esta nación; ahora se encuentra en el seno de la UNAM, y su vocación es incluyente y pública, además de ser un centro de reflexión en torno a cómo la imagen puede producir cultura, sensibilidad y una conciencia crítica y política. 70 mil bienes Hoy, al interior del edificio rodeado escenofónicamente de pregones, vendedores y siglos de historia, hay más de 70 mil bienes artísticos, 35 mil de estampa y litografía y 15 mil de numismática, entre otros. En el primer piso de la Academia se halla la Galería Pelegrín Clavé, con réplicas de escultura clásica, que datan del siglo XVIII, así entre arrugas pétreas, cuerpos de yeso mutilados, testas, piezas aparentemente inanimadas que Manuel Tolsá trajo en 76 cajones desde el puerto de Cádiz a la Nueva España. Santiago Rebull, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Francisco Goitia, José Gerardo Murillo (Dr. Atl), Félix Parra, Antonio Fabrés, Antonio Rivas Mercado, así como Manuel Tolsá, Alfredo Ramos Martínez, José María Velasco, María Izquierdo, Celia Calderón, Saturnino Herrán, Ernesto García Cabral, Ángel Zárraga, y Luis Nishizawa, entre otros, estuvieron en la academia. Ahí, erguidos en su palidez infinita, Agesandro, Atenadoro y Polidoro, escultores de Rodas; la pieza Laocoonte y sus hijos, replica en yeso de 1791, es la más antigua de la Galería Pelegrín Clavé; también se encuentran el emperador Caracalla, los torsos de Gaddi, Nerón, Hesíodo, pero en el patio principal, sólo el viento toca a La Victoria de Samotracia. “Estamos profundamente identificados con ella, no es de las piezas que llegaron primero, la última remesa fue en 1913 y con esa arribó la que para nosotros es modélica, pero les diría que, desde el punto de vista del arte contemporáneo, para los universitarios también lo es el Espacio Escultórico, realizado por egresados nuestros”, destacó. Más allá de su ubicación geográfica, la Academia de San Carlos permea todo el país desde hace más de dos siglos, su historia esta esculpida en almas de piedra, pintada en firmamentos, acuñada en monedas, grabada en dermis. Se puede seguir admirando el arte del talento que se formó en la institución, con el estilo neoclásico de la Catedral Metropolitana, el Palacio de Minería y El caballito ecuestre de Manuel Tolsá o el Hemiciclo a Juárez de Guillermo Heredia. El Paseo de la Reforma no sería el mismo sin el Caballito de Sebastián o el Monumento a Cuauhtémoc de Miguel Noreña, La Victoria Alada o Ángel de Antonio Rivas Mercado, o la Diana Cazadora y la Fuente de Petróleos de Juan Fernando Olaguíbel, artista que también diseñó el Monumento al Pípila en Guanajuato. “La obra de nuestros egresados es tan amplia que está por todos lados. Somos protagonistas, a lo largo de estos 240 años, de ejercicio cultural creativo, educativo y promotor de la cultura”, resaltó José de Santiago Silva. Y es que la Academia está también en el Paraguas de Pedro Ramírez Vázquez, en el Museo de Antropología, Las alas de México de Jorge Marín, y el Cárcamo de Dolores de Diego Rivera en Chapultepec. Al sur de la ciudad, la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel no tendría su simbolismo sin la Corona del Pedregal de Mathias Goeritz; las Serpientes de Federico Silva; El Ave Dos de Hersúa o el Espacio Escultórico. “Yo estudié en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y el día que visitamos Monte Albán, en Oaxaca, quedé impresionado de esa grandeza que el hombre siente, cuando capta esa esencia de las obras monumentales del pasado, del mundo prehispánico, yo pensé una obra en Ciudad de México que lograra generar o provocar una sensación de estar fuera, en otro tiempo, en otro espacio, y me di cuenta de que era interesante plantearlo”, declaró Hersúa. Manuel Hernández Suárez Hersúa indicó que el Espacio Escultórico es posiblemente la obra de Land art más importante de Latinoamérica. Tampoco hay que olvidar a quienes estuvieron en la Academia de San Carlos: Santiago Rebull, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Francisco Goitia, José Gerardo Murillo (Dr. Atl), Félix Parra, Antonio Fabrés, Antonio Rivas Mercado, así como a Manuel Tolsá, Alfredo Ramos Martínez, José María Velasco, María Izquierdo, Celia Calderón, Saturnino Herrán, Ernesto García Cabral, Ángel Zárraga, y Luis Nishizawa, entre otros.