****Olas de calor infernal, lluvias torrenciales que causan inundaciones asesinas, sequías históricas e incendios por todo el planeta… este verano el cambio climático está demostrando que ya es una realidad y que se nos está acabando el tiempo para adaptarnos a sus terribles efectos Madrid, España, julio 24.- Las previsiones de la Organización Meteorológica Mundial se están cumpliendo y este verano el planeta está sufriendo todo tipo de eventos climáticos extremos. Junio comenzó con una ola de calor infernal en Norteamérica que dejó récords de temperatura en la normalmente fría Canadá, que llegó a superar los 49ºC. Las temperaturas inusualmente altas también se sucedieron en el norte de Europa y en Siberia. Los incendios, cada vez más virulentos a causa del calor y de la sequía que acumula la tierra y las masas forestales, tampoco están faltando este verano, que ve cómo California vuelve a arder sin remedio. En Europa, las terribles inundaciones que han dejado centenares de muertos y desaparecidos en Alemania, Bélgica, Países Bajos y Austria, han demostrado que la fuerza del agua puede destruir todo cuanto conocemos en cuestión de minutos. China también ha sufrido esta semana inundaciones históricas que han afectado a millones de personas. “El cambio climático ya está aumentando la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, y se ha demostrado que muchos acontecimientos aislados han empeorado con el calentamiento global”, deja claro la OMM. Y nos estamos quedando sin tiempo para mitigar y adaptarnos a los graves efectos del calentamiento global, que se convertirán en el pan nuestro de cada día. Y para hacer frente a estos eventos extremos las ciudades deben ser conscientes de que la adaptación es la primera tarea que hay que hacer frente. Y para hacerlo hay dos claves para asegurar el éxito: la ciencia y las alianzas. Son las premisas que han convertido a Barcelona, gracias al Centro Tecnológico del Agua -Cetaqua-, en un modelo en materia del adaptación, circularidad y sosteniblidad. Este modelo pionero de colaboración público-privada que se ha consolidado como un referente europeo en la aplicación del conocimiento científico al agua y al medioambiente, tiene la misión de anticipar las necesidades de la sociedad para proponer nuevas soluciones de I+D+i que logren asegurar la sostenibilidad y eficiencia del ciclo del agua, teniendo en cuenta en todo momento las necesidades locales. Este sistema de colaboración entre la administración, la universidad y la empresa, que recibió el Premio Nacional de Cataluña al partenariado público-privado de Investigación e Innovación, les ha permitido trasladar todo el conocimiento del mundo académico hasta la implementación industrial de las soluciones encontradas para dar respuesta a los retos y desafíos que en la práctica se han ido presentando. Una muestra más de que las alianzas son el único camino para lograr los retos decisivos que nos presenta el cambio climático y la consecución de la Agenda 2030. Esta semana hemos conocido un dato desolador: unas 2.500 millones de toneladas de alimentos se desperdician en el mundo, lo que se traduce en que el 40% de la producción mundial de alimentos termina en la basura, según un último informe elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y Tesco. Esta cifra supone 1.200 millones de tonelada más de alimentos de las que se calculaba, ya que por primera vez “se ha cuantificado el desperdicio en las explotaciones agrícolas”. Según el informe, esa cifra que no se había contabilizado representa el 15,3% de la producción mundial, por lo que se estaría perdiendo solo en esta etapa alimentos con un valor de 370 mil millones de dólares. Y no solo se pierden alimentos sino también miles de millones de litros del agua que cuesta producirlos. También esta semana hemos hecho balance de cómo las aguas residuales son un reflejo del estado de salud de la población, de su exposición a contaminantes o de sus hábitos de consumo de sustancias nocivas y drogas. Todo ello las convierte en un sistema de alerta temprana que permite implementar políticas de prevención y orientar distintas campañas de concienciación allí donde son necesarias. Tal y como nos han demostrado durante la pandemia de SARS-COV2 que asola al planeta, estas aguas que llegan a las depuradoras son un arma infalible para controlar el avance de la enfermedad covid-19 como herramienta de alerta temprana epidemiológica, que anticipa los picos de incidencia y ayuda a las autoridades sanitarias a preparar con hasta diez días de antelación las medidas de contención necesarias para proteger a la población. Así, el control de las aguas residuales ofrece una valiosísima información que permitirá, no solo controlar el avance de epidemias y enfermedades que ya conocemos, sino también anticipar soluciones para futuras pandemias y enfermedades emergentes. Y cerramos la semana con la inauguración de los Juegos Olímpicos en Tokio, un evento que debía haberse celebrado el pasado año pero, como la mayoría de citas, se pospuso a 2021. Sin embargo, a pesar de que la teoría presente los Juegos Olímpicos unidos a la sostenibilidad, un estudio publicado en Nature apunta hacia otro lado: desde el 2010 estos megaeventos no han parado de dar la espalda al verde, por lo que sus autores piensan que es necesario un cambio en el modelo de negocio para reducir su impacto. Y, por cierto, una de las ediciones más sostenibles fue la de Barcelona 92.