Por César Augusto Rivera de Jesús La transición energética hacia fuentes limpias y sostenibles ha adquirido una relevancia significativa. A medida que los países se comprometen con la reducción de emisiones y la mitigación del cambio climático, se enfrentan a retos como la descarbonización de las finanzas públicas para el caso de México. Los ingresos carbonizados, es decir, la recaudación petrolera pasó de representar el 36.7% de los ingresos totales en 2008, al 22.4% en 2022. En contraste, el gasto carbonizado aumentó 67.3% de 2017 a 2022; de estos recursos, el presupuesto dirigido a mitigación y adaptación del cambio climático representó el 5.6% y 0.6% del gasto total. La disminución de los ingresos carbonizados tendría un impacto importante en las entidades federativas, pues representan una parte importante de las transferencias que reciben los estados por concepto de participaciones y aportaciones. De manera particular, Campeche, Chiapas, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz, al ser entidades donde se extrae petróleo y gas observarían una doble afectación ya que la asignación de recursos depende del valor de la extracción y producción de cada una.