Al darse a conocer los resultados finales del cómputo de las elecciones del domingo pasado, Baja California se ubicó en el último lugar nacional de participación con apenas el 38.5 por ciento, cifra que a pesar de ser superior al 29.1% que obtuvo Jaime Bonilla hace dos años, está muy lejos de enorgullecer sí preocupante porque los bajacalifornianos continúan siendo una sociedad ausente de la vida política estatal y de la cual depende el sustento de los hogares. De acuerdo con el Centro de Estudios Económicos de Baja California, en una primera aproximación al resultado, señala que hubo un importante fragmentación del voto que lleva a replantear los requisitos para poder crear un partido político; en segundo, las clases medias continuaron sin hacerse presentes en las urnas y tercero, el “formidable” lucro con la pobreza que hicieron los gobiernos de Morena en el Estado, con lo cual llevaron a las urnas a un grupo de votantes del sector menos favorecido económicamente, que normalmente no asistente a votar. Esto último fue un factor determinante en un Estado donde el año pasado se agregaron más de 200 mil personas a la pobreza debido a la ausencia de políticas de desarrollo económico y a la pandemia. El CEEBC subraya en su reporte que hay una preocupación latente de que el nuevo gobierno continúe fomentando la pobreza en aras de mantener el poder, justo como la hacía el PRI de los setentas. Y recuerda a las alevosas políticas del Mercantilismo señalando que fundamentalmente, la política de salarios bajos llamó la utilidad de la pobreza, en su clásica obra The Position of the Laborer in a System of Nationalism. Sin embargo, esto va más allá pues también está propiciando la fuga de cerebros hacia Estados Unidos y El Bajío, empobreciendo el capital laboral de Baja California a pesar de las numerosas universidades y centros de investigación, es decir, se están maquilando profesionistas para otros centros económicos.