Madrid, España, agosto 23 (Ágora Diario).- El mundo en desarrollo ya conoce de primera mano que el calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero que emite la humanidad implica cambios en los patrones de precipitación que aumentan la probabilidad de sequías. De hecho, la falta de lluvias combinada con una escasa capacidad de adaptación y unas infraestructuras hídricas poco desarrolladas es el motivo de auténticas crisis del agua en países como Madagascar, Chad o Irán, que ven como la escasez afecta duramente a su población. Sin embargo, este fenómeno climático también está afectando también cada vez más a países con mucha mayor capacidad económica y tecnológica como Estados Unidos, que intenta evitar que una de sus mayores fuentes, el río Colorado, se quede sin agua. Y es que la emergencia climática en forma de sequía a largo plazo está empezando a dejar seco el mítico río, que durante muchos años reinó en el imaginario fronterizo del Lejano Oeste: el gobierno federal ha declarado este lunes por primera vez una escasez de agua en el lago Mead, uno de los principales embalses del río. En concreto, los niveles de esta presa, la más grande del Colorado, han caído a unos mínimos históricos que permiten que a lo largo de su perímetro se pueda observar un anillo blanco de minerales que perfila el lugar donde una vez estuvo la línea de agua alta. La decisión gubernamental tendrá efectos inmediatos, ya que entre otras cosas están previstos cortes en el suministro de agua que, por ahora, afectarán principalmente a los agricultores de Arizona. Y es que, a partir de enero del próximo año, no podrán recibir gran parte del agua de la que han dependido durante décadas, una situación que también sufrirán aunque en menor medida sus homólogos en Nevada y Nuevo México. Sin embargo, el mayor peligro es que, de no mejorar la situación, la declaración de escasez motive que en los próximos años se produzcan cortes más grandes que afecten a los más de 40 millones de personas en el oeste que dependen del río para al menos una parte de su suministro de agua, ya que el inexorable aumento de las temperaturas que se ha producido en las últimas décadas podría continuar reduciendo la cantidad de agua que fluye hacia el Colorado debido a la menor cantidad de lluvia y nieve derretida. “A medida que continúe esta aparente disminución inexorable en el suministro, la escasez que estamos comenzando a ver implementada solo aumentará”, explica en el New York Times Jennifer Pitt, que dirige el programa del río Colorado en la Sociedad Nacional Audubon. “Una vez que estamos en ese tren, no está claro dónde se detiene”, apunta con preocupación. El declive del Lago Mead En el centro de esta crisis del río Colorado está el lago Mead, una de las represas más grandes de Estados Unidos que se formó mediante la construcción de la presa Hoover en la década de 1930 y es uno de varios los reservorios artificiales que almacenan agua para el suministro doméstico, riego para granjas y energía hidroeléctrica en los estados de Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah, Wyoming y también partes de México. Pero los niveles de agua en este embalse y el lago Powell, las dos presas más grandes del río, han estado cayendo durante años y más rápido de lo que predijeron los expertos. El lago Mead contiene ahora alrededor de 15.000 hm3 de agua, muy por debajo de sus más de 37.000 hm3 de capacidad. La última vez que estuvo casi lleno fue hace dos décadas y, desde entonces, gran parte del suroeste se ha visto envuelto en una sequía que, según los científicos del clima, rivaliza con algunas de las más prolongadas y graves de los últimos 2.000 años. En este sentido, las temperaturas abrasadoras y la menor cantidad de nieve que se derrite en la primavera han reducido la cantidad de agua que fluye desde las Montañas Rocosas, donde el río se origina antes de serpentear 1.450 millas al suroeste, hacia el Golfo de California. “Estamos en un momento en el que estamos considerando cómo continuamos prosperando con menos agua, y es muy doloroso”, explica a NPR Sarah Porter, directora del Centro Kyl para Políticas del Agua en la Universidad Estatal de Arizona.