La tragedia de la inversión japonesa en BC; en algo más de una década se hundió 52%

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Coincidente la bonanza de Baja California con la expansión japonesa a nivel mundial, ambas economías caminaron juntas durante varios años, ubicando a BC como su principal centro manufacturero en México durante la década de los 90s. Esto se mantuvo hasta que inició el nuevo milenio cuando Aguascalientes, encabezando el feroz crecimiento de la zona de El Bajío logró desplazar a Baja California al segundo sitio en cuanto al monto de inversiones. Aún así la diferencia entre esas entidades era mínima, pues mientras BC concentraba el 22.3% del total invertido por los nipones (7 mil 617 millones de dólares), los hidrocálidos tenían el 25 por ciento. Baja California, con su segundo lugar (mil 702 mdd), estaba aún con una considerable ventaja del resto de los estados de El Bajío. En la lista de los diez con mayor captación japonesa, Jalisco estaba en noveno sitio y Querétaro en el décimo lugar.

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Sin embargo, al cerrar la primera década, entre la arrogancia de gobiernos y empresarios y la formidable campaña de crecimiento de los estados del Bajío, Baja California comenzó a rodar fuertemente hacia abajo. La cereza en el pastel, la aparición de la inseguridad, que incluyó el secuestro de empresarios japoneses así como la ausencia de obras de infraestructura sacaron al Estado de los planes de inversión, la cual en el periodo 2010-2021/II comparada con el lapso de 1999/I-2009/IV se hundió en más de 52 por ciento, cayendo el Estado hasta la décima posición con una pírrica participación del 3.9 por ciento de lo ingresado por los nipones que ascendió a 20 mil 712 mdd.

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Peor aún, los dos últimos encargados del área económica en el Estado encabezados por Mario Escobedo, en aras de intereses personales y políticos, se cegaron ante la situación, y ya no solamente se frenó la inversión japonesas, sino que en el periodo del actual gobierno se retiró inversión japonesas por el orden de casi 500 millones de dólares (486.6), que se suma a la salida de capitales de otros países, que dejaron de ver al Estado como un centro atractivo para las inversiones. Triste historia, pero sobre todo más la de Japón, que en tiempos del gobernador Ernesto Ruffo ofreció todo tipo de facilidades para establecer aquí un gran centro de inversiones en América Latina.