En 2018 , el presidente Andrés Manuel López Obrador se propuso rehacer México. Pero los últimos seis años palidecerán al lado de las próximas cuatro semanas. El país celebró elecciones presidenciales y parlamentarias en junio, que la coalición gobernante ganó por una amplia mayoría, lo que le dio de hecho una supermayoría en el Congreso. En ese momento estaba claro que López Obrador intentaría usar esta supermayoría para aprobar una serie de cambios constitucionales en el mes en que su presidencia se superpone con el nuevo Congreso. Como advirtió The Economist en ese momento, también estaba claro que muchos de estos cambios dañarían profundamente la democracia y la economía de México. Con la llegada del nuevo Congreso, ha llegado el momento de la decisión. El 4 de septiembre la Cámara Baja aprobó una de las reformas más polémicas, la del poder judicial. Hasta ahora, Claudia Sheinbaum, quien asumirá la presidencia el 1 de octubre, no ha logrado plantarle cara a su mentor. Esta es su última oportunidad para hacerlo y ella y sus aliados deben aprovecharla. Eso es lo último que necesita México. Tiene una gran oportunidad a medida que las cadenas de suministro de manufactura se acercan a Estados Unidos, pero está perdiendo el tren. El país se está hundiendo bajo el crimen y la violencia, tiene un déficit presupuestario abultado y enfrenta una revisión del T-MEC , su acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, en 2026. Las empresas están cautelosas: en junio, la inversión fija cayó en comparación con el año anterior. Las cámaras de comercio advierten sobre la erosión de la confianza empresarial. Las reformas están preocupando a los mercados financieros. Desde la elección, el peso ha caído un 14%. Los inversionistas no están solos. Los jueces están en huelga. Las ONG están alarmadas por la amenaza a los derechos humanos. Los diplomáticos extranjeros dicen que los cambios pueden violar el T-MEC y poner en peligro su revisión. Durante años, López Obrador evitó hábilmente los enfrentamientos con Estados Unidos. Ya no. El embajador estadounidense en México ha advertido que su agenda “amenaza la relación comercial histórica” entre los dos países. Sheinbaum debe ayudar a México a cambiar de rumbo. Después de todo, ella, no su antiguo jefe, tendrá que lidiar con las consecuencias. Aunque comparte su ideología imperfecta, es más pragmática y parece incómoda con algunos cambios. Ha tratado de tranquilizar a los inversores. Una propuesta para elegir a los miembros del organismo que organiza las elecciones aparentemente ha sido dejada de lado a petición suya. El mes que viene será una prueba de alto riesgo para las credenciales de México como democracia constitucional que opera bajo el imperio de la ley. También demostrará si puede ganarse la confianza de sus socios comerciales y de los inversores. Se trata, por tanto, de una prueba crucial para la autoridad y los valores de Sheinbaum. Ilustración: Getty images