Zurich, Suiza, mayo 30 (SWI swissinfo.ch).- Esta es una realidad que afecta al mercado laboral desde el final de la pandemia de coronavirus. A muchas empresas les está resultando difícil contratar personal para hacer frente a la fuerte demanda. Aunque en los últimos meses la inflación ha atenuado un poco la recuperación económica tras la COVID y, por consiguiente, la necesidad de mano de obra, a finales de 2023 aún quedaban más de 110.000 puestos de trabajo vacantes, según las últimas cifras de la Oficina Federal de Estadística (OFS) Enlace Externo Suiza. Y el fenómeno no hará sino intensificarse. Según las asociaciones empresariales, en 2040 habrá un déficit de casi 430.000 personas en el mercado laboral, debido principalmente al cambio demográfico. La afluencia de jóvenes no podrá compensar la jubilación de los trabajadores de la generación del llamado “baby boom”. Otros estudios, como el de la asociación Employés Suisse, pintan un panorama aún más sombrío. Estima que en 2035 podrían faltar en el mercado laboral suizo casi 1,2 millones de empleados. Las autoridades suizas admiten que las empresas competirán cada vez más para atraer mano de obra. Sin embargo, piden cautela con estas cifras y no dramatizar la situación. “Este efecto demográfico ha sido y probablemente será mitigado en cierta medida por la inmigración. En general, no es fácil extrapolar la situación del mercado laboral, que cambia constantemente”, subraya Françoise Tschanz, portavoz de la Secretaría de Estado de Economía (SECO). Un enfoque liberal A escala mundial, no existen estadísticas detalladas sobre la amplitud del fenómeno ni sobre su evolución futura. Lo cierto es que muchos países, y no sólo occidentales, van a tener que arremangarse para cubrir las vacantes que dejarán la transición demográfica y el envejecimiento de la población. “Hasta ahora, este problema afectaba sobre todo a los países ricos. Pero la escasez de mano de obra empieza a convertirse en un reto para algunos países emergentes”, señala Ekkehard Ernst, jefe de la división de macroeconomía de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra. Pienso en particular en China, que tiene dificultades para encontrar trabajadores para su sector agrícola. Con el envejecimiento de la población mundial, este fenómeno no hará sino agravarse. En opinión del Gobierno suizo, no es necesaria ninguna intervención especial del Estado para evitar la escasez en sectores clave de la economía como la sanidad, la energía o el transporte. “El mercado laboral funciona muy bien. La formación profesional dual es un activo especial, ya que se adapta constantemente a las necesidades de las empresas. Además, el nivel de formación en Suiza es alto y ha aumentado aún más en los últimos años”, afirma Françoise Tschanz. Este enfoque decididamente liberal y optimista ha funcionado hasta ahora bastante bien en Suiza. Pero sólo ha tenido éxito gracias a la afluencia masiva de mano de obra inmigrante, procedente sobre todo de países de la Unión Europea. Desde 2002, año en que entró en vigor la libre circulación de personas, la población del país ha crecido un 20% hasta alcanzar los 9 millones de habitantes. Un deslumbrante crecimiento demográfico sin parangón en Europa. Ayudar a las familias y conseguir que los mayores trabajen La mayoría de los especialistas coinciden en que la competencia internacional por la mano de obra cualificada se intensificará en los próximos años. Y a pesar de sus elevados salarios y de un entorno vital popular entre las personas expatriadas, Suiza no se encuentra en la mejor posición en esta carrera por atraer a los mejores cerebros, según Rafael Lalive, profesor de la Universidad de Lausana y experto en el mercado laboral. “No somos competitivos en cuanto a la calidad de la acogida ofrecida a las familias. Francia, Alemania e Italia tienen sistemas de atención y cuidado de menores mucho mejores. En consecuencia, Suiza se está privando de una mano de obra potencial que será aún más importante en el futuro: las mujeres cualificadas con hijos”, subraya el experto. En opinión de Rafael Lalive, el Estado debería desempeñar un papel mucho más importante en el apoyo a la política familiar, calificada actualmente por algunos como el pariente pobre de la política social suiza. Al mismo tiempo, el experto en mercado laboral aboga por un aumento flexible de la edad de jubilación, sobre todo para las personas que ejercen profesiones sin limitaciones físicas. Aunque impopular, este paso, que ya se ha dado en muchos países, permitiría colmar una gran parte de las lagunas del mercado laboral. De Google a la transición energética Partidario del no intervencionismo, SECO cree que el progreso tecnológico permitirá a las empresas obtener el mismo rendimiento con menos mano de obra. Una suposición que no convence a Ekkehard Ernst. “Es un poco como la pescadilla que se muerde la cola. Cuanta menos mano de obra tengamos disponible, menos oportunidades tendremos de invertir en tecnologías que mejoren la productividad”, subraya el economista de la OIT. En tiempos de escasez, la asignación de mano de obra cualificada entre las distintas actividades económicas se convierte en una cuestión crucial. En los últimos 15 años, las nuevas tecnologías se han desarrollado principalmente en ámbitos en los que no tienen un gran impacto positivo en términos económicos, sociales o medioambientales”, subraya Ekkehard Ernst. Basta pensar en aplicaciones como Facebook, Instagram o TikTok. En cambio, en el sector de la construcción, por ejemplo, hemos retrocedido al mismo nivel de productividad que en los años 50″. Entonces, ¿debería el Estado, por ejemplo, obligar a los ingenieros de Zúrich a trabajar en mejorar el aislamiento de los edificios en lugar de desarrollar algoritmos de Google? “La libertad de elegir profesión es un derecho fundamental. El Estado sólo puede intervenir como último recurso para asignar mano de obra en ámbitos en los que se necesita urgentemente, como ocurrió para mantener en funcionamiento los hospitales durante la crisis de la Covid”, señala Rafael Lalive. Actuar sobre el atractivo del empleo Por otra parte, añade Ekkehard Ernst, los poderes públicos tienen un papel que desempeñar introduciendo incentivos -e impuestos- destinados a reorientar las actividades del mercado, y por tanto la mano de obra, hacia donde se necesita. “En proyectos de infraestructura o movilidad, por ejemplo, sería más fácil integrar y beneficiarse de la experiencia de los gigantes tecnológicos sin que el Estado tenga que dictar los detalles de la economía y su mercado laboral”, subraya el economista de la OIT. Y cuando es el propio Estado el que fija las condiciones de trabajo, como ocurre en los sectores de la sanidad y el transporte público, también puede influir en el atractivo del empleo. “Tenemos que ofrecer salarios más altos y condiciones de trabajo más flexibles, especialmente para las mujeres. Por supuesto, esto tiene un coste: a nadie le gusta pagar más por su billete de transporte o las primas del seguro médico. Pero, a fin de cuentas, son las únicas medidas que reducirán eficazmente la escasez de mano de obra en estos sectores”, señala Rafael Lalive.