Tijuana, Baja California, marzo 23.- “Yo veo un México con hambre y sed de justicia [...] de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla [...] México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia. Expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo [...] Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder”. En 1994 pasó todo en México: Levantamiento zapatista, devaluación la muere de Luis Donaldo Colosio en Tijuana. Tres décadas después, no se puede comprender la realidad del país sin volver la vista hacia aquellos meses convulsos que empezaron el 1 de enero con la entrada en vigor de un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, que abrió de par en par la frontera norte, y acabaron en vísperas de la nochebuena con el sorprendente despertar del volcán Popocatépetl y la devaluación del peso frente al dólar. Un día como este 23 de marzo de aquel año, una pistola salida de la multitud mató a Luis Donaldo Colosio, el malogrado candidato priista que prometía saciar el hambre y la sed de justicia de un pueblo que todavía no se ha recuperado del trauma; en septiembre, una bala atravesó el cuello del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, adiós a otra esperanza de renovación política. Todo aquello pasaba cuando México trataba de convencer al mundo, o sea, a Estados Unidos, de que avanzaba por la senda de la modernidad mientras los zapatistas, levantados en armas desde los albores del año nuevo, lanzaban el negativo de la fotografía: la penuria de los indígenas a quienes nunca les llegaron las mieles del tratado comercial. Cerrando el año el nuevo presidente, Ernesto Zedillo enfrentaba una nueva devaluación del peso frente al dólar. Un año para olvidar, aquel 1994.