Para la mayoría de los economistas de última generación, el nombre de Nicholas Georgescu-Roegen les dirá más bien poco. Sin embargo, en 2021 se cumplió el cincuenta aniversario de la publicación de su principal obra, La ley de la entropía y el proceso económico, un libro magnífico en el que el autor analiza el proceso económico desde el punto de vista de la segunda ley de la termodinámica, esto es, como un proceso que articula mecanismos que llevan a productos y materiales de baja entropía -como las materias primas- a otros de alta entropía, como los residuos. La obra, que cabalga entre la economía y la física, supuso un importante hito en la construcción de la denominada economía ecológica, y hasta el más que reconocido Paul Samuelson, premio nobel de economía sólo un año después, declaro que “pocos economistas podrán sentirse cómodos tras haber leído este libro”. Nicholas Georgescu-Roegen era un economista rumano, nacido en 1906, cuyo devenir personal estuvo de nuevo marcado por la convulsa historia del siglo XX en su país natal. Especializado en matemáticas, estudió estadística en la Sorbona, amplió estudios en Harvard con Schumpeter, y en la London School of Economics, y regresó a Rumanía, donde vivió la Segunda Guerra Mundial y la invasión soviética que llevó al establecimiento del régimen comunista. Huyó en 1948 rumbo a la Universidad de Vanderbilt, donde permaneció hasta su jubilación en 1976. Poco antes, publicó lo que seria su obra magna, La ley de la Entropía y el proceso económico. El libro, destinado a realizar una enmienda a la totalidad a la ciencia económica, fue completamente ignorando por sus colegas de profesión, salvo, como ya hemos señalado, algún comentario elogioso de algunos de ellos. El mensaje del libro avanzaba en la toma en consideración de los procesos físicos que acompañan al crecimiento económico. A mayor crecimiento, mayor entropía generada, y menos recursos con baja entropía para ser utilizados en el futuro. Para hacer este recorrido, Georgescu-Roegen realiza una revisión en profundidad de la naturaleza científica de la economía, vinculando sus principios a las ciencias “duras”, como la física, la química o la biología. De esta manera, su aportación es considerada una pieza fundamental para entender la economía ecológica, corriente que ha tenido un recorrido mucho más fecundo en el ámbito de la ecología que en el de la economía. En efecto, ni su especialización matemática, ni el rigor cuantitativo de su aproximación, supuso una entrada en el debate de la ciencia económica, que se tomó mucho más en serio el trabajo que, un año más tarde, presentaron Donella y Denis Meadows para el Club de Roma, el informe sobre “Los Límites del Crecimiento”. Georgescu-Roegen se jubiló en 1976, cinco años más tarde de la publicación de su principal obra y murió en 1991. El carácter académico de su obra quedó definitivamente dañado cuando en 1981 un joven propagandista proveniente de la revolución contracultural norteamericana ejecutó -esa es la expresión correcta- una vulgarización de su pensamiento en uno de sus primeros best seller: el libro era “Entropía, una nueva visión del mundo”, y el propagandista era Jeremy Rifkin. La herencia académica de Georgescu-Roegen se diluyó con el tiempo, pero sus efectos intelectuales se dejaron notar durante algunas décadas más. Uno de sus principales discípulos, Herman Daly, que obtuvo el doctorado en Vanderbilt, llegó a ser economista senior en el Banco Mundial, y una de las figuras más destacadas de la economía ecológica. Otros economistas, como el francés Rene Passet, el catalán Joan Martinez Alier, o el madrileño José Manuel Naredo, han seguido su estela con obras que forman parte del acervo de esta escuela de reflexión, siempre desde puntos de vista alejados de como el mainstream se ha acercado a los retos ambientales, tal y como lo han hecho el Nobel William Nordhaus o el economista jefe del Banco Mundial Nicholas Stern, entre otros. Con todo, la obra, de acuerdo con ese buscador panóptico en el que se está convirtiendo Google Scholar, tiene 9129 citas, algo que no está nada mal. Por poner una medida de comparación, el artículo denominado Romer’90, “Endogenous Technological Change”, que es uno de los pilares de la teoría moderna del crecimiento económico, alcanza las 33,000 citas en la misma página. La versión en español de La Ley de la Entropía se hizo esperar hasta el año 1996, cuando la ya extinta fundación Argentaria, hoy integrada en el BBVA, publicó el texto bajo la dirección de José Manuel Naredo, en la colección Economía y Naturaleza. Ni que decir tiene que el libro está descatalogado y hoy circula en versiones fotocopiadas o en pdf digitalizados. Quizá, en vez de aparcar esta obra en las segundas filas de nuestras estanterías, podríamos pensar en realizar una reflexión sobre qué significó, que aportó y que puede aportar en estos tiempos de emergencia climática y deterioro ambiental. No estamos para desechar aportaciones, más si estas están basadas en un análisis riguroso y honesto como el que dirigió la investigación del economista rumano. Quizá estemos a tiempo de recuperar su obra y extraer las lecciones que puedan ser de utilidad para el mundo en el que vivimos. Quien escribe estas líneas piensa que son, todavía, bastantes, y bastante valiosas.