Por Eva Baena Profesora de Economía del IES Álvarez Cubero de Priego de Córdoba Desde que el hombre es hombre las sociedades se han caracterizado por el pago de tributos en forma de prestaciones personales o económicas, ya sea para sostener las administraciones públicas, las guerras o como forma de desincentivar o incentivar ciertas prácticas. Esto ha hecho que exista un gran número de impuestos, algunos de los cuales pueden ser descritos como los más llamativos de la historia debido principalmente al objeto producto de la carga impositiva. Impuesto sobre el tráfico de orina De este modo, encontramos el impuesto sobre el trafico de orina impulsado por el emperador Vespasiano durante el año 70 d.c. Hoy en día nos puede parecer un impuesto extraño y totalmente escandaloso, aunque lo cierto es que en dicha época, la orina era utilizada de forma muy importante por los curtidores de piel y las tintorerías, debido a la capacidad de la urea y del amoniaco para limpiar las telas y blanquear las togas. Por tanto, se trataba de un impuesto sobre la actividad de estos artesanos, ya que era satisfecho por aquellos que utilizaban la orina de los ciudadanos para su beneficio económico. Con ello no debemos pensar que fue un impuesto poco polémico, ya que el propio hijo de Vespasiano se mostró contrario a tan poco higiénica fuente de dinero, al menos hasta que su padre le acercó unas monedas a la nariz y le expresó una frase que pasó a la historia : “percunia non olet” (El dinero no huele). Cuestión de barbas Por otro lado, son bastante curiosos los impuestos que se han aplicado sobre las barbas, tanto en 1535 por el barbudo rey Enrique VIII (Inglaterra), como en 1698 por el zar Pedro I El Grande (Rusia). En el primer caso se desconocen las motivaciones exactas, pero se implantó de forma gradual según el estatus social del portador, aunque la realeza y el clero estaban exentos. Así, la barba se convertía en un producto de lujo y en signo de poderío económico o social. Además, la hija de Enrique VIII, Isabel I, mantuvo este impuesto y lo concretó aún más, ya que se consideraría como barba al crecimiento de bello facial de más de dos semanas… algo que en la práctica era imposible de medir y que se traducía en algo similar a “aféitate todos los días o corre el riesgo”. Lo aplicado en Rusia por el zar Pedro I, se produjo como un intento de occidentalizar a la población y de atacar a la iglesia ortodoxa, caracterizada por las largar barbas. Así, se debían pagar entre 30 y 100 rublos según la clase social u oficio al que se perteneciera, siendo el caso de comerciantes y artesanos los que más debían desembolsar para obtener la moneda que garantizaba que el impuesto había sido satisfecho. Como consecuencia, la barba no solo se convirtió en un símbolo de poderío económico sino también de fe, ya que ver a un ciudadano humilde con barba significaba que estaban dispuestos a hacer un gran esfuerzo económico por defender sus convicciones morales y religiosas. Paga por recibir luz solar Siguiendo la creatividad de Enrique VII, en Inglaterra plantearon otro curioso impuesto como forma de incrementar los ingresos del estado, aunque ya en el año 1696 e impulsado por Guillermo III. Pensaron que la luz del sol y el aire que entraban a las casas eran todo un lujo y que por tanto, aquellas casas que tenían más ventanas debían ser propias de los más adinerados, al instalarse en casas de gran tamaño. Así, se creó el “window tax”, que la lógica decía que pagarían en mayor cuantía los estratos más altos de la sociedad, pero que en la práctica tuvo efectos contrarios a los que se esperaban. Las familias humildes tapiaron muchas de sus ventanas y la poca luz y la escasa renovación del aire produjo el aumento de las enfermedades y la caída de la actividad económica de los artesanos. En definitiva, un gran fracaso que también se pudo ver en México a manos del presidente Antonio López de Santa Anna durante el siglo XIX. Como vemos, Inglaterra ha sido una de las fuentes históricas más importantes en lo que a la “fiscalidad creativa” se refiere, por lo que no es de extrañar que apliquen soluciones como el impuesto a las habitaciones vacías aprobado por el gobierno de Cameron ya en pleno siglo XXI. (Aprendeconomia.com)