La pandemia de coronavirus tiene el potencial de agravar la desigualdad en prácticamente todos los países del mundo al mismo tiempo, una situación sin precedentes desde que existen registros. El virus ha puesto al descubierto y ha exacerbado las desigualdades económicas, de género y raciales, a la vez que se ha alimentado de ellas. Más de dos millones de personas han perdido la vida, y cientos de millones se están viendo arrastradas a la pobreza, mientras que la mayoría de las personas y empresas más ricas del mundo sigue enriqueciéndose En tan solo nueve meses, las mil mayores fortunas del mundo ya habían recuperado las pérdidas económicas originadas por la pandemia de COVID-19, mientras que las personas en mayor situación de pobreza podrían necesitar más de una década para recuperarse de los impactos económicos de la crisis, según el nuevo informe de Oxfam El virus de la desigualdad. El informe revela que la pandemia de COVID-19 tiene el potencial de aumentar la desigualdad económica en prácticamente todos los países del mundo al mismo tiempo, una situación sin precedentes desde que empezara a registrarse este tipo de datos hace más de un siglo. El aumento de la desigualdad podría provocar que la humanidad tarde como mínimo 14 veces más en reducir la pobreza hasta el nivel previo a la pandemia que el tiempo que han tardado las mil personas más ricas del mundo (en su mayoría hombres blancos) en recuperar su riqueza. Un nuevo estudio global en el que Oxfam ha entrevistado a 295 economistas de 79 países revela que el 87 % de ellos (entre los que se encuentran Jeffrey Sachs, Jayati Ghosh y Gabriel Zucman) comparten esta visión y prevén que la desigualdad de ingresos "aumente" o "aumente mucho" en sus respectivos países a consecuencia de la pandemia. El nuevo informe de Oxfam muestra cómo nuestro sistema económico fallido permite que una élite súper rica continúe acumulando riqueza en medio de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, mientras miles de millones de personas se enfrentan a grandes dificultades para salir adelante. El informe también revela cómo la pandemia está profundizando las históricas desigualdades económicas, raciales y de género. La recesión ya ha acabado para los más ricos. Desde el inicio de la pandemia, la fortuna de los 10 hombres más ricos del mundo ha aumentado en medio billón de dólares, una cifra que financiaría con creces una vacuna universal para la COVID-19 y que garantizaría que nadie cayese en la pobreza como resultado de la pandemia. Al mismo tiempo, la pandemia ha desencadenado la peor crisis laboral en más de 90 años, y cientos de millones de personas se encuentran subempleadas o sin trabajo. De nuevo, las mujeres son las más afectadas. A nivel mundial, las mujeres están sobrerrepresentadas en trabajos mal remunerados y precarios, que han sido los que más se han visto afectados por la crisis de COVID-19. Si la presencia de hombres y mujeres en dichos sectores fuese totalmente equitativa, 112 millones de mujeres dejarían de tener un riesgo elevado de perder sus ingresos o empleos. Al mismo tiempo, las mujeres constituyen aproximadamente el 70 % de la fuerza laboral a nivel mundial en el ámbito de la salud y la atención social, empleos esenciales pero a menudo mal remunerados que además las exponen a un mayor riesgo de contraer el virus. La desigualdad se está cobrando vidas. En Brasil, las personas afrodescendientes tienen un 40 % más de probabilidades de morir a causa de la COVID-19 que las personas blancas, mientras que en los Estados Unidos, si la tasa de mortalidad de las personas de origen latino y afroamericano hubiese sido la misma que la de las personas blancas, aproximadamente 22 000 personas negras y latinas aún seguirían con vida. Las zonas más pobres de países como España, Francia e India presentan tasas de infección y mortalidad más elevadas. En el caso de Inglaterra, las tasas de mortalidad de las regiones más pobres duplican a las de las zonas más ricas. La clave para lograr una rápida recuperación económica frente a la pandemia es la adopción de modelos económicos más justos. La aplicación de un impuesto temporal sobre los beneficios excesivos obtenidos por las 32 multinacionales que mayor riqueza han acumulado desde que comenzara la pandemia habría permitido recaudar 104 000 millones de dólares en 2020, cantidad suficiente para financiar prestaciones por desempleo para todos los trabajadores y trabajadoras, así como para proporcionar apoyo económico a todos los niños, niñas y personas mayores de los países de renta media y baja. Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, declara: “Hemos presenciado el mayor aumento de la desigualdad desde que hay registro. La profunda brecha entre ricos y pobres ha demostrado ser tan letal como el propio virus. Los modelos económicos fallidos concentran la riqueza en las manos de una élite rica que disfruta de una vida de lujo durante la pandemia mientras los trabajadores y trabajadoras esenciales (las personas que trabajan en el sector de la salud, en tiendas y mercados) tienen dificultades para comprar alimentos y cubrir sus gastos. La crisis afecta principalmente a las mujeres y a los grupos étnicos y racializados en situación de exclusión, ya que tienen más probabilidades de verse arrastrados a la pobreza, pasar hambre y no tener acceso a servicios de salud”. A pesar de la persistente recesión de la economía real, los milmillonarios han recuperado su nivel de riqueza con el repunte de los mercados de valores. Su riqueza total ascendía a 11,95 billones de dólares estadounidenses en diciembre de 2020, cifra equivalente al gasto total de los Gobiernos del G20 en materia de recuperación ante la COVID-19. En cambio, para las personas que ya se enfrentaban a dificultades para salir adelante antes de la pandemia, el camino a la recuperación será mucho más largo. Más de la mitad de los trabajadores y trabajadoras en países pobres ya se encontraban viviendo y trabajando en condiciones de pobreza cuando se desató la pandemia, y un 75 % carecía de acceso a servicios de protección social como las prestaciones por enfermedad o desempleo. “La desigualdad no es inevitable, sino una mera elección política. Los Gobiernos de todo el mundo deben aprovechar esta oportunidad para construir economías más equitativas e inclusivas que sirvan para proteger el planeta y poner fin a la pobreza”, afirma Gabriela Bucher. “La lucha contra la desigualdad debe ser un elemento fundamental del rescate económico y los esfuerzos de recuperación. Los Gobiernos deben garantizar un acceso universal a las vacunas contra la COVID-19 y prestaciones por desempleo para las personas que pierdan su trabajo. Deben invertir en servicios públicos y sectores con bajas emisiones de carbono para crear millones de empleos nuevos; asegurar el acceso del conjunto de la población a servicios de salud, atención social y educación de calidad. Para ello, deben garantizar que las personas y empresas más ricas paguen los impuestos que en justicia les corresponden. “Estas medidas no deben ser soluciones temporales que se aplican solo durante situaciones desesperadas, sino una nueva normalidad para que nuestros modelos económicos estén verdaderamente al servicio de todas las personas, y no solo de una minoría privilegiada.” Según Forbes, a fecha de 31 de diciembre de 2020, la fortuna de las 10 personas más ricas del mundo creció en 540 000 millones de dólares desde el 18 de marzo de 2020. Los 10 más ricos son: Jeff Bezos, Elon Musk, Bernard Arnault (y familia), Bill Gates, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Warren Buffett, Zhong Shanshan, Larry Page y Mukesh Ambani. Los datos más antiguos sobre tendencias de desigualdad se basan en registros fiscales que se remontan a principios del siglo XX. El Banco Mundial ha simulado el impacto que tendría en la pobreza mundial un incremento repentino de la desigualdad en prácticamente todos los países del mundo. Según este estudio del Banco Mundial, si la desigualdad (utilizando el coeficiente de Gini) se incrementase en dos puntos porcentuales al año y el crecimiento del PIB global per cápita se contrajese en un 8 %, 501 millones de personas más seguirán viviendo con menos de 5,50 dólares diarios en 2030 comparado a un escenario en el que no se ha producido un incremento de la desigualdad. Esto significa que los niveles de pobreza mundial en 2030 superarían los niveles anteriores a la pandemia, con 3400 millones de personas viviendo con menos de 5,50 dólares diarios. Si bien se trata del peor de los escenarios analizados por el Banco Mundial, las proyecciones de contracción económica en la mayoría de los países en desarrollo coinciden con este escenario. En las Perspectivas de la Economía Mundial (octubre de 2020), el peor de los escenarios previstos por el Fondo Monetario Internacional considera que el PIB no volverá a los niveles anteriores a la pandemia antes de finales de 2022. La OCDE ha advertido de que, si no se toman medidas, esto podría conllevar un incremento de la desigualdad a largo plazo. Según los cálculos realizados por Oxfam a partir de un informe de políticas publicado por la OIT en julio de 2020, si la representación de hombres y mujeres en trabajos mal remunerados y precarios (los principales afectados por la crisis de la COVID-19) fuese totalmente equitativa, al menos 112 millones de mujeres dejarían de estar expuestas a un riesgo elevado de perder sus ingresos o empleos. Las fortunas de los milmillonarios han recuperado el nivel previo a la pandemia en tan solo nueve meses, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza del mundo esta recuperación podría tardar más de una década en llegar. La actual crisis ha puesto al descubierto nuestra fragilidad colectiva, así como la incapacidad de nuestra economía, profundamente desigual, de beneficiar al conjunto de la sociedad. No obstante, también nos ha enseñado que la acción de los Gobiernos es vital para proteger nuestra salud y nuestros medios de vida. De repente, se ha demostrado que es posible poner en marcha políticas transformadoras que antes de la crisis eran impensables. No hay vuelta atrás. No podemos volver a donde estábamos. En lugar de ello, la ciudadanía y los Gobiernos deben responder a la urgente necesidad de construir un mundo más justo y sostenible.