Dra. Armelle Pérez-Cortés Villalobos A un año de la pandemia por SARS-CoV-2 y a 4 meses de tener disponible múltiples vacunas contra COVID-19, en México se ha decidido avanzar en la vacunación de grupos prioritarios como mayores de 65 años, en algunos estados incluso a maestros, sin haber concluido la vacunación de todos los trabajadores de la salud, incluyendo no solo médicos, también enfermeras, paramédicos, dentistas y personal paraclínico. El argumento es "vacunar primero al personal de salud que labora en las áreas de atención de COVID-19 en hospitales públicos". En un país en el que se han confirmado más de 2 millones de infecciones, en el que por semanas Ciudad de México estuvo en más de 80% de ocupación hospitalaria y en el que incontables casos de COVID-19 fueron manejados de forma ambulatoria con oxígeno en su casa sin ingresar a hospitales, es difícil creer que hay médicos en el país que no han tenido contacto diariamente con COVID-19 sin trabajar en áreas COVID-19 en hospitales públicos, es indudable que han tenido y continuarán mientras la pandemia no haya terminado. Para el resto del personal de salud que no labora en áreas COVID-19, se han solicitado listas poco representativas en diferentes centros hospitalarios. Sin embargo, la gran mayoría del personal de salud de primer contacto no trabaja dentro de una institución, trabaja en farmacias, en consultorios privados, etcétera, donde no tienen visibilidad para ser considerados para la vacunación. El personal de salud de primer contacto que se encuentra fuera de centros hospitalarios debe de ser prioritario a vacunarse contra COVID-19. Solicitar listas es ineficiente y un comprobante de ser profesionales de salud debería ser suficiente para ser vacunados contra COVID-19. Al inicio de la pandemia una de las principales preocupaciones para proteger al personal de salud eran los procedimientos generadores de aerosoles, múltiples recomendaciones de uso de equipo de protección personal estaban sustentadas en si eran áreas en las que se generaban aerosoles o no para utilizar cubrebocas N95. Sin embargo, a un año de distancia y con más evidencia, en este momento sabemos que el personal de salud de primer contacto está en un riesgo muy elevado de contagio. El primer factor es que los pacientes sintomáticos en sus primeros días de evolución de COVID-19 tienen cargas virales más elevadas y es más probable que estén propagando el virus al aire circundante porque tosen, estornudan, respiran profundo o con dificultad, todas estas acciones, se ha demostrado generan aerosoles. En un estudio, los contactos cercanos de pacientes sintomáticos tenían de 10 a 20 veces más probabilidad de infectarse en comparación con pacientes asintomáticos.[2] Los médicos de primer contacto, paramédicos, choferes de ambulancias, etcétera, suelen evaluar a pacientes en estas etapas tempranas de la enfermedad en donde los pacientes son más contagiosos. El segundo factor es la distancia, las emisiones respiratorias son más densas si son más cercanas a su fuente, mientras más espacio y más ventilación hay, las emisiones respiratorias se pueden dispersar, disminuyendo el inóculo y por lo tanto la probabilidad de infección, este es un factor de riesgo muy importante en los dentistas, que necesitan trabajar en la boca de los pacientes.[3] La mejor inversión que puede hacer nuestro país hoy es proteger a su personal de salud, facilitando la vacunación contra COVID-19 a todos los trabajadores de salud, sin importar en donde trabajas, que tantos pacientes has visto, sin solicitar listas no representativas.