Washington, DC, Estados Unidos, mayo 12.- Esta vez, Willy Ochoa trajo refuerzos. Esta vez, a diferencia de la última vez, estaría preparado para los ataques de los cárteles. Lo acompañaban tres camiones cargados de tropas de la Guardia Nacional. Dos coches de la policía estatal con luces rojas intermitentes. Viajaba en su propio todoterreno a prueba de balas y tenía un complemento de guardaespaldas musculosos. Uno estaba sentado en la caja de una camioneta, con los ojos fijos en el cielo. “Se está asegurando de que no disparen una bomba desde un dron”, explicó Ochoa. Así es hoy postularse para el Senado en México. “Estás en riesgo cada minuto”, dijo el candidato. Los grupos del crimen organizado están convirtiendo las elecciones de México en un campo de batalla literal, haciendo de la campaña de este año una de las más mortíferas en la historia moderna del país. Más de dos docenas de candidatos han sido asesinados antes de la votación del 2 de junio; cientos han abandonado la carrera. Más de 400 han pedido detalles de seguridad al gobierno federal. La campaña de intimidación y asesinato está poniendo en riesgo la propia democracia. El objetivo de los grupos armados es instalar líderes amigos en las oficinas locales para que puedan explotar mejor a las comunidades mexicanas. Los cárteles, que alguna vez se centraron en gran medida en el envío de drogas a Estados Unidos, ahora también trafican con inmigrantes, extorsionan a empresas y obtienen contratos para empresas que controlan. Quieren nombrar a los jefes de policía y directores de obras públicas de las ciudades. Eso hace que controlar las alcaldías sea crucial. Pero los candidatos a gobernador y al Congreso también están en riesgo. En algunas zonas, los cárteles ejercen tanto poder que pueden decidir quién puede entrar en las ciudades, o incluso qué puede decir la gente en voz alta. “No les gusta cuando se habla de la violencia del crimen organizado, la extorsión, la gente expulsada de sus comunidades”, dijo Ochoa, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para representar al estado de Chiapas en el Senado. Cuando su campaña anuncia visitas a zonas devastadas por los conflictos, dijo, “recibimos amenazas y advertencias para que no vengamos”. Tuvo su propio roce con el peligro en febrero, cuando hombres armados en motocicletas cargaron contra él , luego de una parada de campaña en una ciudad tensa. No iba a volver a quedar tan vulnerable.