Idoia Salazar Especialista en Ética e Inteligencia Artificial, Universidad CEU San Pablo La inteligencia artificial (IA) es el presente. Ya ha quedado lejos su posición de tecnología del futuro. Cada vez son más las empresas y organizaciones que se suman al uso de la IA como herramienta para mejorar la eficiencia de sus diferentes procesos de negocio. La automatización, precisión, y rapidez en el análisis de datos complejos son elementos clave que estos sistemas dominan a la perfección. Además, esta tecnología fomenta el incremento de los ingresos –y minimización de gastos– gracias a la realización de predicciones de alta precisión, basadas en patrones. De hecho, se espera que en 2025 las inversiones en este sector sean nueve veces superiores a las actuales, pasando de los 6 000 millones de euros a los 52 000. En el escenario de superabundancia de productos y servicios actual, unido a la también superabundancia de datos almacenados y aquellos generados en vivo (big data), parece más que normal que desarrollemos una herramienta como los sistemas de IA que nos ayude a lidiar, de manera extremadamente eficiente, con esta cantidad ingente de datos. Algo para lo que nosotros, los humanos, no estamos capacitados físicamente. Pero, sin duda, debemos afrontarlo como un complemento. Una herramienta que nos aumenta y nos permite, al fin y al cabo, mejorar nuestra eficiencia y nuestra comodidad. Europa, muy rezagada En la carrera por liderar la inteligencia artificial y la gestión eficiente de los datos, Europa continúa teniendo un papel muy rezagado respecto a otras potencias como EE. UU. o China. La controversia y los prejuicios sobre sus potenciales riesgos han propiciado una lenta reflexión por las principales instituciones públicas. Algunos de los principales problemas tienen que ver con el uso de datos personales por los sistemas de IA, que podría afectar a uno de los derechos fundamentales de los europeos: la privacidad. En este sentido, en la UE tenemos una legislación que vela por nosotros: el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). La normativa limita el uso indiscriminado de los datos privados con fines lucrativos. El oro del siglo XXI. Sin duda es necesario continuar avanzando en este marco regulatorio, pero con especial cuidado para no detener el avance tecnológico de la inteligencia artificial que tanto bien puede hacer a tantos sectores. Es difícil mantener este equilibrio. El Libro Blanco de la Comisión Europea Así, con el objetivo de impulsar la IA y mantener su uso responsable y ético, la CE publicó en 2020 su Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial. En él recoge la necesidad de mejorar la excelencia y la confianza de la siguiente manera: