Por Armando Vargas Programa de Seguridad La “percepción de inseguridad” es un fenómeno subjetivo: no necesariamente se correlaciona con la violencia. Es la evaluación que hacen las personas sobre cuánto se sienten expuestas a la delincuencia (puede ser mucho o poco) en un espacio físico —por ejemplo, en las ciudades— y en un periodo concreto. Es distinta a otras mediciones, como el “miedo al delito”, que expresa la percepción de vulnerabilidad individual frente a un hecho específico —como un homicidio o robo— independientemente del entorno. La importancia de la percepción de inseguridad Es posible que las personas se sientan muy inseguras en un espacio donde en realidad haya poca actividad criminal. La exposición frecuente ante noticias sobre la violencia puede incrementar la percepción de inseguridad, y la difusión de propaganda gubernamental puede reducirla. Aunque se puede tratar de una ficción, esta métrica tiene importantes impactos positivos y negativos. Cuando va a la baja, es más probable que la sociedad florezca, pues los empresarios mantienen o expanden sus operaciones y la sociedad encuentra mejores oportunidades de desarrollo. Ocurre todo lo contrario cuando va al alza. En dicho contexto, la sociedad encuentra más obstáculos para lograr condiciones de bienestar, hay mayor riesgo de que los negocios limiten sus operaciones o que las cancelen, mientras que la población tiende a refugiarse más en sus hogares. A lo anterior se suma el uso político de la percepción de inseguridad, que no abona en absoluto al fortalecimiento del Estado de derecho. Con frecuencia, funcionarios y políticos alardean con la reducción de la percepción de inseguridad para presumir los supuestos resultados de sus proyectos e impulsar su popularidad. En cambio, cuando incrementa evitan la discusión y evaden la rendición de cuentas (un claro ejemplo es el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya). En no pocas ocasiones, sin embargo, la percepción de inseguridad sí se correlaciona con la violencia. Los lugares que se perciben más inseguros tienden a ser aquellos en donde también hay mayor violencia y delincuencia. Éste es el peor escenario. A los efectos negativos de la percepción de inseguridad hay que sumar las consecuencias de la victimización directa que, a nivel colectivo, van desde pérdidas económicas hasta la desintegración de las comunidades. Más territorio en el peor escenario de inseguridad Hace unos días, el Inegi publicó los resultados al cuarto trimestre de 2024 de su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (Ensu). Este sondeo explora el comportamiento de problemas relacionados con la violencia y la delincuencia en las ciudades más grandes del país, desde el punto de vista de la población de 18 años y más. La última edición de la Ensu revela que hoy en nuestro país existen más ciudades en el peor escenario de inseguridad pública: alta violencia y alta percepción de inseguridad. De todos los indicadores en los que se clasifica la Ensu a nivel nacional, la percepción de inseguridad en las ciudades en el último trimestre de 2024, se ubicó en 61.7%: un incremento de 3% con respecto a la medición de septiembre del mismo año. Hablamos del aumento en puntos porcentuales más alto desde marzo de 2014 y el mayor porcentaje en los últimos doce meses. Esta escalada de la percepción va de la mano con el recrudecimiento de la violencia del crimen organizado. En los primeros 100 días del sexenio de Claudia Sheinbaum se ha registrado un incremento de los enfrentamientos entre organizaciones criminales y de las mismas con las fuerzas del Estado. Lo anterior ha derivado en un aumento de ejecuciones, masacres y otros actos de alto impacto. La crisis es mucho más evidente en el ámbito territorial. En el tercer trimestre de 2024, la Ensu reportó 12 movimientos estadísticamente significativos: la percepción de inseguridad se redujo en ocho ciudades y apenas incrementó en cuatro. En cambio, en el cuarto trimestre, la inseguridad disminuyó en cuatro ciudades y aumentó en 18. En este marco, el problema se agravó de forma notable en ciudades que ya venían registrando un incremento de la percepción de inseguridad y que hoy son el escenario de las guerras criminales más importantes, como Culiacán en Sinaloa y Villahermosa en Tabasco, en donde incrementó, de manera respectiva, 34.9 y 25.8 puntos porcentuales. A la lista se suman territorios que, aunque su situación ha sido menos mediática a nivel nacional, también experimentan un reacomodo violento del control territorial del crimen organizado, como Tlalpan, Xochimilco y Cuajimalpa en la Ciudad de México, Monterrey en Nuevo León, o Querétaro capital. En varios territorios, a la crisis de violencia se le está sumando muy pronto otro efecto indeseado: el aumento en la percepción de inseguridad. Mientras las detenciones y los decomisos no actúen con la misma velocidad y frenen la violencia, la bola de nieve de ambas variables continuará creciendo rápidamente.