Julio Serrano Espinosa* Uno a uno, López Obrador está poniendo los rieles que marcarán el rumbo del país más allá de su sexenio. No será fácil modificar la dirección para administraciones futuras. Esa era su intención cuando dijo que su gobierno representaría la cuarta transformación y lo está logrando. Por desgracia, el destino que está construyendo, en lugar de representar un avance significa un retroceso. El último tramo de la vía que quiere colocar —uno muy largo y complicado de revertir— es la reforma eléctrica que recién propuso. Mucho se ha escrito del daño de los cambios que plantea el Presidente a la industria. En este espacio toqué el tema la semana pasada. Estamos hablando de luz más cara, menos limpia, y menos confiable. Cambiar el marco legal de la industria energética tardó décadas. Se tuvo que superar la resistencia ideológica histórica en contra de permitir inversión privada. También se tuvieron que romper los candados constitucionales. Varios presidentes lo intentaron, pero fue Peña Nieto quien lo logró. Debido a que la contrarreforma de López Obrador implica cambios constitucionales, revertirla en el futuro será sumamente difícil. Podemos olvidarnos de tener un mercado competitivo y eficiente por mucho tiempo, con los enormes costos para el país que esto involucra. Asimismo, podemos olvidarnos de miles de millones de dólares de inversión en el sector, con los efectos negativos en empleo y crecimiento. La reputación del país también puede sufrir un grave descalabro en caso de aprobarse la nueva reforma. Si los inversionistas externos nos perciben como una nación que no respeta sus acuerdos o que cambia las reglas de forma drástica, es probable que dejen de invertir o que requieran una tasa de rendimiento más alta para compensar el mayor riesgo. Estas percepciones no se quitan de un día para otro, por lo que podemos esperar un castigo de largo plazo. PUBLICIDAD La reforma eléctrica, de aprobarse, será uno más de los múltiples rieles que ha colocado López Obrador que serán difíciles o imposibles de remover. Ahí está la contrarreforma educativa, que provocará que generaciones de jóvenes salgan menos preparados de la escuela, con el respectivo costo en productividad y sueldos. Está, por supuesto, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, que nos quitará la posibilidad de ser un hub regional, con los beneficios económicos y estratégicos que esto conlleva. Hay muchos otros ejemplos: la mayor presencia del ejército en la vida pública y económica; mayores apoyos sociales —algunos plasmados en la Constitución— sin un esquema sostenible para financiarlos; la polarización de la sociedad entre pobres y ricos. En todos estos casos, la trayectoria que ha trazado el Presidente ha quedado definida por mucho tiempo, con pocas posibilidades de alterar el rumbo. Un tren debe seguir las vías que le son asignadas. López Obrador está poniendo los rieles que encarrilarán al país por décadas a un destino poco prometedor. *Integrante del Consejo Directivo del CEEY.