Lozoya no es un caso emblemático de persecución del delito. Es ejemplo de la simulación y la componenda que puede haber entre un delincuente y la autoridad para beneficiarse mutuamente. Si el ex director de Pemex hubiera llegado a la cárcel desde el momento de su extradición la historia sería otra, pero lo que hoy tenemos es el fracaso de una trama armada por dos personajes muy parecidos entre sí. Lozoya y López Obrador son tal para cual. Dos mentirosos arrogantes que desprecian la ley y que estuvieron de acuerdo en tejer un montaje para hacernos creer que México estaba ante un juicio histórico anticorrupción. Una obra de teatro que, por cierto, fracasó y terminó mal para ambos. En esa comedia de enredos participaron de uno y otro lado importantes personajes nacionales y extranjeros. La operación en México estuvo a cargo de Julio Scherer, entonces Consejero Jurídico de la Presidencia, y de Alejandro Gertz Manero, Fiscal General de la República. Del lado español: Antonio Navalón y el ex juez Baltazar Garzón. En medio de ambas partes estuvo Emilio Lozoya Austin, padre del acusado. Todos, como en una novela de Agatha Christie, participaron en la construcción de una saga que por un lado haría realidad el sueño de López Obrador: ser el primer presidente en llevar a la cárcel a su antecesor. También permitiría al ex director de Pemex quedar en libertad gozando de su fortuna y la defensoría española terminaría haciendo un buen negocio. El gobierno de la 4T se sacó de la chistera una figura jurídica desconocida para proteger y dejar en libertad a Lozoya: convertirlo en testigo colaborador para darle la oportunidad de presentar pruebas en contra de las 70 personas físicas y morales que, según él, están involucradas en los sobornos que entregó Obedrecht. El caso es que, después de quince meses, el inculpado no ha demostrado nada, salvo una sola cosa: ser más hábil en el engaño que su arrepentido protector. Logró dejar en ridículo al presidente de la república. Lo expresó muy bien el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano: “Lozoya chamaqueó al gobierno de López Obrador”. Y no solo se burló de su majestad imperial sino que al conseguir que el régimen lo tratara como testigo protegido, obtuvo que el gobierno apareciera como cómplice de uno de los funcionarios presuntamente más corruptos del sexenio pasado. Los quince meses de impunidad a Lozoya sirvieron para confirmar que la política de combate a la corrupción obradorista, lejos de ser una causa auténtica es un instrumento de control político y de propaganda. Más un espectáculo revanchista que la convicción de acabar con una lacra que ubica a México entre los países más corruptos del orbe. ¿Qué sigue, después de la aprehensión de Lozoya? O más bien la pregunta debería ser: ¿Qué hará el presidente después de saberse engañado por su testigo protegido? Cuando Javier Coello Trejo era todavía abogado defensor del acusado soltó una frase de gran alcance: “Tenemos evidencias muy contundentes de que Emilio Lozoya no se mandaba solo”. “Hay muchas pruebas, hay tiempos que acreditan cuando se le entregó el dinero a Emilio y a quien se lo entregó” “Peña Nieto”, agregó Coello, “tendrá que declarar”. López Obrador, siendo como es, irá por la revancha. Se verá obligado a “sacarse la espina” e iniciará una abierta persecución en contra de su antecesor y de su circulo más cercano. Utilizará a Lozoya para amenazar a priistas y panistas, y en caso de que Morena no tenga los votos para ganar el 24, irá por Enrique Peña Nieto sin importarle traicionar el pacto de impunidad. Lozoya llega a la cárcel sin gloria para la 4T. Pisa el reclusorio justo a mitad de un gobierno fracasado, con un PIB a la baja, cifras inéditas de inflación, altos índices de violencia, incremento de la pobreza, sin confianza en la inversión y con severas criticas de Estados Unidos en contra de la reforma eléctrica. López no tiene de qué presumir. Ni siquiera de haber enjuiciado a tiempo a un distinguido representante del pasado neoliberal. Así que iniciarán las vendettas con propósito electorales. El espectáculo Lozoya no ha terminado y se mantendrá vivo hasta lograr que Morena gane el 24. ****Directora de la Revista Siempre