Tal vez ya les haya platicado sobre mi experiencia vivida en Tijuana hace 50 años, cuando yo era joven y tenía amigos jóvenes que en una ocasión, en un verano (1974), nos aventuramos a conocer Tijuana, éramos habitantes de Guadalajara, Jalisco y uno de los amigos es de Tijuana y siempre nos platicaba de esta ciudad, sus atractivos y la llamada Zona Libre (no como la que creo Andrés Manuel López). Nos hablaba de su vecindad con San Diego y lo bonito que era, también nos platicaba de la langosta de Puerto Nuevo que te la sirven con arroz y frijoles acompañada de salsa de chile, mantequilla derretida y tortillas de harina. Nos había creado la idea de ir un día a conocer Tijuana y nos fuimos cuatro amigos en un Datsun, propiedad de Armando García Orso, nuestro amigo tijuanense quien ya estaba en Tijuana, porque todos los veranos se iba a trabajar en el negocio de su padre, don Luis García Varela, era el Río Rita en el corazón de la avenida Revolución. ADVERTISING Total que hicimos alcancía y planeamos el viaje, Javier Calderón, QEPD, fue el que nos puso un mapa de la República Mexicana y nos dijo, señalándolo, “aquí está Guadalajara y acá arriba, en la punta, está Tijuana, aquí dice que son 2,400 kilómetros, así que tenemos que manejar con un promedio de 100 km por hora para llegar en 24 horas”. Así lo hicimos. Al llegar a Tijuana nos paramos en un teléfono público (no había celulares) para hablar con Armando quien estaba hospedado con Héctor Santana en la colonia Cacho. No lo podían creer, “hicieron 24 horas”, pues si, hicimos 24 horas. Una vez que nos instalamos y salimos del departamento de Héctor Santana, cerramos con una puerta de mosquitero y una aldaba, no la puerta sólida, y le preguntamos a Héctor si no tenía miedo que alguien se metiera y nos contestó que en Tijuana son pocos los casos de robos y regresamos por la noche y efectivamente nadie había entrado. Han pasado 50 años y esa Tijuana se quedó en el tiempo pasado, ya no hay Zona Libre, ya no hay Hipódromo, ya no hay Maxims o Saras, ni esa avenida Revolución que recibía en los veranos a miles de turistas, pero lo que se fue para no volver fue la seguridad que en esos años se vivía. Hoy en día las cosas no van bien en cuanto a seguridad en Baja California, así lo diga la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda. Simplemente un suceso jamás visto es lo de la alcaldesa de Tijuana, Monserrat Caballero, resulta que fue amenazada (no sé si de muerte por algún grupo delictivo) y el ejército la invitó a vivir en su cuartel, junto con los soldados me imagino, bueno habrá algún departamento que le presten a ella y a su hijo, porque el marido no vive con ellos. Se publicó la llegada de Monserrat a un acto en una Suburban negra escoltada por 10, si 10 patrullas de la Guardia Nacional debidamente artilladas con metralletas y como decía un gobernador de Jalisco cuando en las reuniones de evaluación en los pueblos del sur del Estado, había campaña de despistolización y confiscaban las pistolas que los asistentes llevaban y les decía que traían la pistola del tamaño de su miedo, así Monserrat Caballero con sus 10 patrillas de la GN. Claro que también fue amenazada Marina del Pilar y el tóxico de Bonilla, pero ellos no dispusieron cambiarse al cuartel militar ni tampoco exagerar con el acompañamiento de diez patrullas artilladas de la Guardia Nacional. La seguridad en México un pendiente de este gobierno que no resolvió y que heredará a una de las Corcholatas.