No es ningún secreto el lamentable estado de la oposición en el país. Los partidos opositores han recibido un doble golpe: primero, ante la ilegal sobrerrepresentación del 20% de Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión; segundo, ante la falta de credibilidad de sus liderazgos. En un contexto político crecientemente autoritario, ¿cuál es el futuro del panismo, que bien podría ser el único partido diferenciado de Morena? El Partido Acción Nacional (PAN) parece ser el único partido verdaderamente de oposición en el país. Tiene una historia y una ideología propias que, además, están en clara contraposición a la historia de la izquierda en general, y de Morena en particular. La historia ciertamente no se repite, pero sí rima: el panismo se ve, hoy en día y de nuevo, en el desierto político ante un rival que tiene importantes semejanzas al PRI de antaño. Más aún, muchos de sus liderazgos dejan mucho qué desear: Ricardo Anaya podrá ser un gran debatiente pero comenzó su campaña presidencial de 2018 en Santa Fe con un “hackatón”. Marko Cortés llevó a la hecatombe al panismo como presidente del partido, y Jorge Herrera no tiene carisma alguno. Todos parecen príncipes en sus castillos, mientras los dragones azotan a sus poblaciones. Mucho indica que el panismo ha regresado a sus orígenes, a ser una oposición leal, una “fuerza políticamente organizada que vindica los intereses de una minoría participante, pero dentro de los límites del marco institucional dentro del cual actúa”, en palabras de la académica Soledad Loeza. El instituto político de la derecha parece, efectivamente, estar defendiendo de nuevo las causas de un puñado: en agosto de este año solo 5% se identificó como panista, mientras que 43% lo hizo como morenista; y solo 11% hubiera votado por el PAN para diputados federales, mientras que 45% lo hubiese hecho por Morena (Buendía y Márquez para El Universal). Sin embargo, el ayer y el hoy son muy distintos ya que, mientras que en el pasado el panismo nació en un contexto autoritario con la promesa de una eventual apertura política, hoy el partido opositor parece estar necesitando oxígeno mientras el régimen político se cierra, con una estela de destrucción institucional que solo promete hacer más difícil la competencia política. ¿Se tornará el panismo, de nuevo, en un “partido de protesta”, en palabras de Loaeza? Y, ¿será un partido de protesta institucional, o mutará a un partido de protesta más radical? Hay un vacío de poder en la derecha, el cual se podría ahondar si persiste el estancamiento económico y la caída en la inversión (solo nos mantiene a flote el T-MEC, de dudoso desenlace). En la década de los ochenta, el partido fue un importante vehículo de protesta social -empresarios medios y clases medias urbanas- del cual surgieron liderazgos como los “bárbaros del norte”, resumidos en la figura de Manuel J. Clouthier. ¿Podríamos ver algo similar en los siguientes años con Ricardo Salinas Pliego? No es una posibilidad descabellada. La reforma al INE promete cerrar un canal institucional más. Por distintas razones, se antoja difícil que haya nuevos partidos de oposición. Tendremos entonces a los mismos partidos que hoy tenemos, posiblemente con alteraciones severas, como el priismo de “Alito” Moreno. Twitter: @FernandoNGE TikTok: @Fernando_Nunez_