Por Lorenzo León Robles Cuando en los estudios cualitativos de esta investigación preguntamos a las y los mexicanos si terminarían definitivamente con la corrupción sucedió algo paradójico. Encontramos que la ciudadanía entiende que “la corrupción implica pérdidas para la sociedad1”. Sin embargo, estas mismas personas lidian con injusticias e ineficacias en su vida, para las cuales la corrupción ofrece ventajas y beneficios. Estos atajos se acabarían con la misma. Lo que muestra que al mismo tiempo que es indeseable, la corrupción puede seguir pareciendo inevitable o necesaria. Hay un segmento de la población que entiende a la corrupción como un método para salir adelante, porque el sistema está “trucado”. Es más, a la mayoría no le interesa que se castiguen los actos menores de corrupción que cometen los ciudadanos. La corrupción que importa es la grandota: la de los políticos, empresarios. La de aquellos que tienen más poder. La corrupción menos tolerable es aquella que desvía fondos públicos, evade impuestos empresariales o socava el sistema de justicia. La que ofrece más beneficios al mexicano común y corriente es la mordida. Usamos el término mordida como una forma de encapsular varios actos de la corrupción y simplificar varios modus operandi. Una mordida puede servir para asegurar la inscripción de los hijos e hijas en la escuela, para “ganar” concursos para obtener una plaza, para ser atendido en una fiscalía o en un hospital o, de forma más común, para evadir una multa. Una forma de entender la mordida es como un costo oculto. Al inicio de un trámite susceptible de corrupción, el funcionario evalúa el contexto (mejor que haya poca gente), luego evalúa al cliente: aquí el racismo, clasismo y machismo operan transversalmente. Ser atendido en un hospital que en teoría es público, no queda en manos de la ley. El funcionario discrimina al ciudadano e impone la cuota basado en sus propios criterios. La corrupción crea una barrera de entrada a los servicios públicos. La corrupción también privatiza lo público. Por ejemplo, las reglas de tránsito están ahí para disminuir el riesgo para todos. Una infracción es sancionada para incentivar el buen comportamiento. Los participantes de nuestro estudio nos decían que todos se han pasado un alto: sea porque llevaban prisa o por falta de atención. Pero con una mordida evitaron la multa y, al extraer un beneficio personal, aumentaron los costos comunes. En estos casos, el costo de la mordida es menor que la oportunidad de acceder al bien público. Pero ¿cuánto cuesta la corrupción en México? El INEGI calculó que el costo de las mordidas en 2022 fue de 9,500 millones de pesos con un promedio por mordida de $3,044 pesos. Y, aunque esta cifra sea importante, no es la mejor forma de entender un problema que nos afecta a todos de manera tan complicada. Para calcularlo de una mejor manera, es necesario conocer qué nos dice la población acerca de sus experiencias. De nuestros encuestados, el 9.4% respondieron que en el último año tuvieron que dar una mordida. En promedio, ese 9% tuvo que dar 2.5 mordidas al año, con un costo promedio estimado en $1,873. En tanto que cada víctima da más de una vez mordida, estimamos que al año se dan 23 millones de mordidas en el país. Esto significa que en total el gasto por la corrupción es de 43 mil millones de pesos, cinco veces más de lo que estima el INEGI. Con esta aproximación estadística podemos unir cada estimación y calcular el costo total de las mordidas en México. Para simplificar la información decidimos dividirlo entre todos los mexicanos mayores de 18 años. Encontramos que a las y los mexicanos adultos les cuesta $483 pesos al año los actos de corrupción.