Desmontando el mito de Frida Khalo

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Por Amelia Meléndez Taboas Profesora de Hª Arte y Vanguardias Artísticas e IP del Grupo ETCC del Dto. Artes (FCA), Universidad de Nebrija Cada mes de julio, los días 6 y 13, el mundo del Arte suma años en el recuerdo, 113 y 66 este 2020, al nacimiento y muerte de la pintora mexicana de Coyoacán bautizada Magdalena Carmen Frida Khalo Calderón. La Fridomanía no ha cesado de producir íconos desde los años 80. Sea gracias al biopic Frida (2002), glorificador de la mexicanidad de la actriz Salma Hayek , o una biografía para niños de María Hesse (2016). El Victoria & Albert Museum se suma al vestuario folclórico en Maquinándose (2018). Se han apropiado de los títulos de sus obras pop divas como Florence and the Machine en What the water give me (2011). Han imitado su estética de trenzas fijadas en diademas y ensartadas de flores las también británicas Paloma Faith (2014) y Sophie Ellis-Bextor (2016). Y Amaia Montero la ha capitalizado para su reaparición en su penúltimo estado de Instagram. Razones para la fridomanía En los años 80 el Arte prestó atención a ese otro colectivo marginal que constituían las mujeres artistas. Su recuperación se realiza otorgando precedencia a las que ajustaban a la idea del genio atormentado romántico. Frida tenía todo un historial clínico digno de empatía. Empezando por una poliomielitis infantil, y un accidente en edad adolescente macabro, que le perforó la pelvis, el abdomen y se fracturó la columna vertebral. Sus más de treinta hospitalizaciones en 47 años aparecieron tres abortos. Khalo añadía, además, el morbo de la revista del corazón amarillista de su transgresora desenvoltura sexual, recuperada en la colectiva Mujeres surrealistas comisariada por Victoria Combalía en 2017. Novelesca vida amorosa Frida amó mucho. Desde el conocido primer novio Alejandro Gómez Arias, su dos veces esposo Diego Rivera , al revolucionario León Trotski (amor llevado este año a la escena teatral bonaerense). Amó a otros artistas (el escultor Isamu Noguchi , el pintor José Bartolí , la cantante Chavela Vargas o la pintora Jacqueline Lamba . La medalla de plata de su corazón correspondió, al parecer, al fotógrafo y esgrimista olímpico Nickolas Muray . Obras icónicas Frida se fijó en nuestra memoria con sus autorretratos compulsive de ojos suspendidos, en línea con los de sus monos o su cervatillo Granizo, dignos de los retratos egipcios de El Fayum. Pero fueron las fotografías en color saturado de Muray las responsables de una imagen a lo Warhol de Frida. Muray, nacido húngaro como Miklós Mandl, triunfó en la revista Harper´s Bazaar retratando a estrellas de Hollywood tras formarse en fotografía en color en Berlín. Gracias a él, Frida fue un icono feminista popular antes de que otros hcieran triunfar el Pop Art . Por si esto no alcanzara, aún quedará el vodevil doméstico de la infidelidad de Diego con Cristina, su hermana preferida y madre de sus dos sobrinos Antonio e Isolda. Desmontar el cliché sufriente Su sobrino Antonio la fotografió y, en las memorias de Isolda, Frida íntima , asomó in 2004 la Frida riente de la home movie y las fotos de Muray. La Frida rodeada del cariño de los próximos que pudo haber decidido, con ayuda de Diego, una eutanasia activa. En 2007 se albergaron los archivos personales de la Casa Azul. En su ensayo la historiadora Patricia Mayayo (2008) esclareció la responsabilidad de las historiadoras feministas en la visión deformada, transgresora o victimista, del mito de Khalo. Melina Vodermayer (2012) estudió cómo ella, y otros artistas surrealistas, representaban el cuerpo. Irene Molina Ruiz (2015) analiza cómo utilizamos la generosidad del autor para canalizar su dolor. Diego Sileo (2018) divide su producción en ejes temáticos (mujer, tierra, política y dolor). Helga Prignitz-Poda y Raúl Cano agregaron nuevas obras para su catálogo tras estudios de largo recorrido. frida en contexto En Eclipse de Siete Lunas. Mujeres muralistas en México (2017), Dina Comisarenco reveló una nomina del Muralismo mexicano más rica que la triunfante y viril tríada formada por Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros . En ella figuran muchas mujeres comenzando por la excepcional María Izquierdo , primera mexicana en exponer de forma individual fuera de México, en el Art Center de Nueva York (1930). Izquierdo fue saboteado por ellos y oscurecida por Frida. Remedios Varo , Leonora Carrington y María Izquierdo incorporaron una órbita femenina de temas cuya novedad se ha atribuido a Khalo. Entre las muralistas recuperadas está otra fotografía de Khalo, Lucienne Bloch , y figuras menos conocidas fuera de México. La valorización de la obra de Frida debe regresar ha sido capaz de contextualizar, de superar la etiqueta surrealista. Es innegable la estrecha unión del universo emocional de Frida con su obra. Pero eso no obliga a estudiarla desde el psicoanálisis o una psicología de la percepción. Una aproximación a la psicología del arte Serie más enriquecedor acudir tiene un texto aún vigente de Lev Vigotsky . Por ejemplo, su Psicología del arte (1925) analizada por Amelia Álvarez y Pablo del Río . En él se plantea una Psicología del arte objetiva y científica, entre la psicología cultural y la estética. Emplearla para valorar su obra no entorpece el disfrute del reencuentro con la mujer que la pintó. El periodo Post-Covid19 va a permitir reabrir este julio en México DF la muestra Frida: en el lente de diez maestros . Entre ellos está Nick Muray, para cuyo cuello tenía ella besos en notas o caricias en las fotos. Allí aparece la Frida alegre y segura que sin duda fue. Y no la llorona novelesca que el mito construyó.